Imprescindible es una palabra impresionante. Imprescindible es el
agua para el pez y para el sediento, el aire para el vuelo del pájaro y para la
respiración, las leyendas y los mitos
para el hombre, la comida, el sueño… Los poetas y los políticos suelen abusar
de esta palabra tan altisonante. “Este poema es imprescindible”, “este político
es imprescindible” para su partido, para su país, para la humanidad. Los
compañeros de formación lo suelen decir de sus jefes de fila. Los monarcas
también tienen alrededor cortesanos que les dicen que son imprescindibles. De
los dictadores, ¿para qué vamos a hablar?
Ellos se creen imprescindibles, y es muy triste ver las caras de asombro e
incredulidad de alguno de ellos el día que los despedazan en mitad de una
plaza, los fusilan o los ahorcan los mismos que los vitoreaban poco antes. La
izquierda venía usando la palabra imprescindible como suya desde que el poeta Bertolt Brecht, un comunista sin partido, la
usó en este texto: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay
otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son
muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”.
En los carteles del Che Guevara este lema es tan habitual como la boina del
revolucionario argentino. La Caixa se lo acaba de apropiar en su último spot
publicitario, en el que da a conocer su obra social. El capitalismo financiero no entiende de ideologías, y al par que desahucia y desaloja a los clientes que
no pagan las hipotecas, “hace el bien” y lo anuncia con la frase de un escritor
revolucionario. La junta de Andalucía que no sabe si podrá seguir pagando a sus
proveedores, cuenta con 36 Observatorios –que son instituciones con
funcionarios nombrados a dedo y que se dedican como los teólogos a observar
cosas impalpables, mientras que ellos no se dejan observar ni controlar, nunca-,
acaba de declarar, sin embargo, que sus 36 observatorios, muchos de ellos con
fines y funciones que tendrían que ser estudiados más por la Teodicea que por
la Sociología, son imprescindibles. Los catalanes, que en esto nos llevan la
delantera, como en tantas cosas, han inventado el termino “desconectar” para
referirse al progresivo apagón del Estado español en esa autonomía. Propongo
que, para comprobar hasta qué punto son imprescindibles esas instituciones regimentales
y sus paniaguados, que las vayamos desconectando poco a poco. Hoy se cierra un
observatorio, mañana otro…hasta desenchufar el último de ellos. Si Andalucía se
colapsa, los conectamos de inmediato, y si no pasa nada, pues luego desconectamos
las diputaciones, las consejerías, la presidencia, la misma autonomía y los 80
cargos que designan directamente los partidos políticos del Ayuntamiento de
Granada y que se llevan 5 millones de euros del presupuesto municipal, hasta
que nos quedemos como perro al que le han quitado pulgas.
Muy acertado...
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