Me pregunta una bibliotecaria si el libro de Primo Levi “Si
esto es un hombre” es una lectura adecuada para alumnos de Educación Secundaria.
Sin lugar a dudas; es una obra que deberían leer los escolares, sus padres y
sus abuelos, si es que aún no lo han leído. A los chicos no les va a pasar nada
por leer un libro maravillosamente escrito que trata de la condición humana y
de lo que pasa cuando nos enzarzamos en guerras para controlar las tierras y
sus riquezas naturales, el petróleo, las naciones, las personas. Pasa que, esa capa
delgadísima que llamamos “Civilización”, se despega como una tirita del todo a
cien y debajo aparece lo más malo del ser humano, lo más ponzoñoso: el miedo y
la furia. No les va a pasar nada a los estudiantes con su lectura, porque lo
que cuenta Levi en su libro sobre la disolución de cualquier vestigio de
dignidad en un campo de concentración nazi, sigue pasando hoy, con el mismo
descaro y con la misma maldad. Refugiados que se venden a países que viven de
eso, de hacinar y confinar personas en espacios acotados, como Turquía o Libia, para que no lleguen a
nuestra aseada Europa. Mafias que trafican con el dolor y la desesperación
humana. No creo que los estudiantes vean en el libro algo que no hayan visto en
las redes o en la TV. Los libros ni
ocultan ni desvelan el horror. Pero la
pregunta de la bibliotecaria no carece de interés, porque supone que los
custodios de los libros les conceden una importancia de la que actualmente
carecen. Todo no está ya en los libros. Los canales por los que les llega
información a los jóvenes son múltiples e incontrolables. La pregunta tenía
sentido en los tiempos en que los libros eran clasificados por los guardianes
de la ortodoxia en buenos y malos. En provechosos o nocivos para ciertos
sectores de la población. Cuando existía el Índice de libros prohibidos.
Incluso Buda, sometido a un severo control parental, confinado por su padre en
palacio, para que no conociera el dolor y la muerte, un buen día, ve pasar un
entierro y comprende de manera súbita y brutal que el dolor y la muerte
existen. En mi etapa de bibliotecario en un internado, con 13 años, me leí,
primero, todos los libros que había en una alacena, protegidos por tela
metálica y guardados bajo llave. La lectura me ha ayudado a sobrellevar
situaciones extremas. Es un bien precioso. Hay jóvenes que leen sin que nadie
se lo imponga. Que les gusta leer. Más de los que nos imaginamos y muchísimos
más de los que leían antes. Para los que no leen, lo mejor es prohibirles
que lean. Entonces sí que leerán el tremendo libro de Levi sobre el campo de
concentración de Auschwitz y lo que les echen o, mejor, lo que les
prohíban. Nada de facilidades. Stop a la lectura.
Muy bueno...
ResponderEliminarGracias, Mark de Zabaleta. Eres muy amable. Saludos cordiales.
ResponderEliminarGracias por traernos este libro de Levi que no conocia. En esas situaciones extremas el hombre-animal se aferra al "salvese quien pueda" y ELLOS, lo saben.
ResponderEliminarY, a los jovenes, a los adolescentes de hoy, nada les asusta, al menos de lo que ven, leen y escuchan.
La experiencia personal es otra cosa, ahi ya no sirven corazas...
Un abrazo