Los gemelos de oro, regalo del pregonero
Cuando Teresa Rodríguez afirma que la Semana Santa es del
pueblo, me produce una doble inquietud. Primero, ¿qué significa hoy “pueblo”? y,
segundo, ¿qué quiere decir esta política con que la Semana Santa pertenece al
“pueblo”? ¿No hubiera sido mejor, en
lugar de “pueblo”, hablar de “gente”, como viene haciendo su partido? En
Andalucía, además, “gente”, “mi gente”, conecta con el Rocío, con la Macarena,
con las casetas, con la feria de Sevilla, con las calesas, con los trajes de
gitana, con una fiesta cara, de manzanilla, langostinos y jamón pata negra, que
era la que se podían pagar los señoritos. Conecta con los señoritos. Al final,
PODEMOS y la socialdemocracia, donde gobiernan, se han topado con que los
modelos de la “gente”, no son ni Pablo Iglesias, Sr.& Jr., ni Dolores Ibárruri ni el comunismo libertario
ni Cañamero ni los sindicatos ni los partidos llamados de izquierdas; que el
modelo de “la gente”, tras una larga y venturosa época de paz, de explotación y
de bonanza económica que hunde sus raíces en la burbuja inmobiliaria, son los
señoritos agrarios de la España de principios del siglo pasado. Tan odiados,
tan jartibles, tan terratenientes. Y
sus ritos y sus procesiones laicas y religiosas, en las que escenificaban su
poderío social y económico. Y la “gente” no ha elegido hacer otra
revolución que la del disfrute,
haciéndose con lo que antes pertenecía a un grupo reducido de personas,
tomando, no el cielo, sino las procesiones, las cofradías, las romerías, por
asalto. Un asalto, consentido por las “fuerzas vivas” y dichosamente pacífico
que ha dejado la propiedad, la riqueza, en manos de los mismos, pero que ha
obtenido a cambio “la parafernalia” –como se dice ahora- de los signos de la
riqueza. Siempre ha habido, en la Semana Santa, imágenes que el pueblo
consideraba suyas. El Cristo de Los Gitanos, Nuestro Padre Jesús de los Pobres,
o como se las llame en cada lugar. Cuidadas, lujosamente vestidas, adornadas
por “el pueblo trabajador”, acompañadas masivamente en sus evoluciones y
desplazamientos. Compitiendo con las imágenes de “los ricos”. Conozco uno de
estos cristos populares que debajo de la túnica llevan una camisa impoluta, blanquísima,
de las que venden en el Corte inglés, con los puños perfectamente almidonados y
abrochados con unos gemelos de oro. Todo un señor. Todo un señorito. Por muchas medallas que
Kichi, el alcalde de Cádiz, ponga a la
Virgen del Rosario, ni él ni su formación conseguirán que los siga el “pueblo”,
que prefiere ir detrás de la ciega procesión de gozo y de algazara, de ritos y de
leyendas, suministrados por los “comerciales” habituales. Nunca llegará a ser
el brujo de esa tribu. Los problemas de la gente que los votó, no se resuelven
clavándoles agujas de vudú al muñeco del paro o al de la corrupción o medallas
a las imágenes. Que la Virgen nunca los
va a sacar del atolladero. Ella prefiere a los pastorcitos.
Gran artículo ...
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