Modo mince pie on
No sé si acertaré a
describir lo que es un mojador. Me atrevo porque estoy leyendo, por una apuesta,
Los pilares de la tierra de Ken
Follet y he comprendido lo que era pasar hambre en la Alta Edad Media y el valor de un mendrugo de pan.
Después de la guerra, en las casas no se tiraba nada de comida y, menos, el pan
que se iba almacenando en la alacena en diversos estratos de dureza y antigüedad. En un estrato inferior, solo por encima del
pan fósil, mi madre colocaba lo que ella llamaba mojadores; un pan todavía susceptible
de reblandecerse con la leche. Después llamó mojador a todo lo que se dejaba meter
en una taza, absorbiendo el café, la leche o el chocolate. Cuando alguno de mis
nueve hermanos leyó En busca del tiempo
perdido, supimos que también en la dulce Francia las magdalenas eran muy
apreciadas, hasta el punto de estar en el origen de la novela de Proust. Los
mojadores, como la buena poesía popular, vivían en sus variantes, y mi hermano
Juan llamó también mojador a un polvorón sumergido en manzanilla, mezcla que
muy bien hubiera podido sustituir al mortero en la fabricación de las
catedrales. Solía comprarle a mi madre, por Navidad, una docena de excelentes
magdalenas de las Comendadoras, a las que ella siempre llamó mojadores. Los conventos de monjas, y la mujer de Pepe
Castilla, el practicante de La Rambla, han conservado hasta ahora la receta de
las magdalenas de toda la vida. Pero el turismo, nuestra industria nacional, y
la plétora de monjas foráneas están acabando con este último vestigio de un pasado
muelle y autóctono, en lo que a los dulces se refiere. Las magdalenas de algún
convento de monjas no son lo que eran. Sí, dulce y melodiosa la voz de la madre
que, agazapada detrás del torno, me saluda: “Ave maría Purísima”, y me hace
llegar luego, a través de este artilugio, una bolsa de magdalenas sin
personalidad ni coherencia. Las ciudad se ha llenado de tiendas que ofrecen
bombas calóricas de nombres extraños: Cup
caques Red Velvet, muffins de
arándanos, cheescake de Oreo. Las
monjas han sido vencidas por franquicias como Starbucks o Costa Cofee que venden un mojador industrial que es la leche, con
caramelo salado. He oído quejarse a un cristiano de base de que esta Navidad llegará
con el Niño Jesús excluido y con los mantecados en modo mince
pie on.
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