Los virgos zurcidos

El valor del virgo va más allá de su delicada textura de tegumento.
El virgo es una de esas poderosas metáforas que, arraigadas en el inconsciente
colectivo, tienen más fuerza de realidad
que lo que nombran. Alguien, antes del descubrimiento del ADN y del código de
barras, encontró que el virgo servía de marca de propiedad, de precinto de lo no
usado e intacto. También de llamada. De rótulo que informaba de que el cuerpo
de la mujer era tierra de conquista y colonización. Todo eso es el virgo y
mucho más. También es literatura, en la Celestina, uno de cuyos oficios, como
informa Pármeno, el criado de la vieja alcahueta, a Calixto, está relacionado con el himen: “Esto de los
virgos, unos hacía de vejiga y otros curaba de punto. Tenía en un tabladillo,
en una cajuela pintada, unas agujas delgadas de pellejeros e hilos de seda
encerados y colgadas allí raíces de hojaplasma y fuste sanguino, cebolla
albarrana y cepacaballo. Hacía con esto maravillas; que, cuando vino por aquí
el embajador francés, tres veces vendió por virgen una criada que tenía”. Pero,
¡si fuera sólo esto! ¿A qué se refiere, sino al virgo, San Juan de la Cruz
cuando en su poema “La llama de amor viva”? Allí, nos dice, sin decírnoslo: “¡Oh
llama de amor viva / que tiernamente hieres /de mi alma en el más profundo
centro! / Pues ya no eres esquiva /acaba ya si quieres, / ¡rompe la tela de
este dulce encuentro!”. Pero es Cervantes, sin apartarnos del ámbito de la
escritura más subida de estilo, el que
adelanta la prodigiosa historia de la virginidad recompuesta de Leticia
Sabater, cuando, en capítulo noveno de la primera parte, nos habla de que
“doncella hubo en los pasados tiempos que, al cabo de ochenta años, que en
todos ellos no durmió un día debajo de tejado, y se fue tan entera a la
sepultura como la madre que la había parido”. Pero no es sólo Leticia Sabater
la que lleva el virgo averiado a que se lo zurzan. Las elecciones han servido
de Celestina, componedora de hímenes, de muchas virginidades democráticas
mancilladas por la corrupción, por el clientelismo, por la utilización de las
mayorías absolutas, no para facilitar la vida a los contribuyentes, sino para
impedir las comisiones de investigación, para redactar leyes de defensa de la
usurpación, como es la Ley Mordaza, para salvar a los bancos y hundir a los
ciudadanos o para mentir descaradamente, como se hace en Andalucía, donde Susana
Díaz presume de haber blindado los servicios públicos, mientras se tiene a una
anciana de 90 años sentada en un sillón de observación de urgencias 26 horas,
antes de darle una cama, o donde se habla de la salvaguarda de la Educación
Pública, mientras se le aplican recortes feroces en profesorado y medios.
Muchos políticos, aun habiendo perdido votos e influencia, presumen ahora de su
virginidad democrática recuperada. Pero al final, parece que vamos aprendiendo
diferenciar los virgos zurcidos, de los intactos.
Muy bien dicho....
ResponderEliminarSaludos
Gracias, Mark de Zabaleta. Un abrazo.
ResponderEliminarNo sé si la virginidad tiene algún significado en la actualidad, pero lo que sí sé es que todos estamos zurcidos en nuestras concepciones y prácticas políticas. Quizá sea propio de la democracia, ese intento constante de convivir y mejorar, el zurcido permanente.
ResponderEliminarGraacias y saludos.
Este es el verbo emblemático de la democracia española: Zurcir, amigo Independiente Trashumante. Gracias, un saludo cordial
ResponderEliminar