Cuenca, del PSOE, fervoroso
He asistido últimamente a varios entierros y a alguna
Primera Comunión. Y me he dado cuenta de que, en clase pobre y a título
personal, mi comportamiento en esas
ceremonias ha sido semejante - aunque no haya usado un chaqué como el de los
munícipes para no parecerme a un novio de reboda-, al de Paco Cuenca, Pepe
Torres o Juan García Montero en la procesión del Corpus. No creo que Granada
sea una ciudad levítica y santurrona. Por el contrario, estoy convencido de que
la ciudad vive en un venturoso paganismo,
con miles de ídolos, en el que la gente” (“como diría Podemos) le ha arrebatado
a la Iglesia Católica todos sus símbolos y ritos y los pasea triunfante,
competitiva y arrogante por las calles “tomadas”. Porque todo el empeño de la casta sacerdotal,
desde Moisés, en quedarse con la administración de lo sagrado, se ha venido
abajo y que ahora los sacerdotes, los que reciben las partes del cordero del
sacrificio religioso, los diezmos y primicias,
son los hermanos mayores de las cofradías, los cofrades, los costaleros
y todos los figurantes. Hay una
poderosísima industria de complementos religiosos que va, desde la costosísima
corona de una virgen, hasta el último
alhelí arrancado del florido pensil de los viveros para adornar los pasos, que
da de comer a mucha gente, en una ciudad que vive de la Sierra, de la Alhambra
y de las procesiones. Los curas hacen todo lo posible en las ceremonias para
que se les vea entre la multitud que les ha arrebatado las herramientas de
santificación, pagándoles, a cambio, un módico precio. Pero ellos ya no dirigen
ni controlan. Simplemente, decoran. El clero traga porque si no, se queda sin
público, y el público los soporta, porque sin el clero, se quedaría sin brillo
ni protocolo (que es como se llama ahora a la liturgia). En eso llegan Cuenca, Montero y Pepe Torres, a los que nunca se les ha visto entrar en una
iglesia a rezar solos, sin fanfarria, alboroto y fajines, y se dicen, como los curas, “aquí están los votos, aquí
está la gente, aquí están los que nos
sustentan, ¿en dónde estaríamos mejor?” Y
se agregan a la procesión. No puedo juzgarlos con severidad. Simplemente, se
han dado cuenta que ahora la medición religiosa, no es cosa del sacerdote, sino
de la multitud. Ya lo decía al principio, yo, que no soy creyente, también he asistido estos días a primeras
comuniones y entierros de familiares y amigos. Sin chaqué, pero con mi mejor ropica.
Y me he levantado y sentado cuando lo pedía el protocolo de la misa, porque no
quiero sentirme sólo, porque necesito de la gente, lo mismo que curas, alcaldes
y concejales. Yo, para que la gente me quiera; ellos, para que la gente los mantenga.
Muy claro....
ResponderEliminarSaludos
Ya nada es lo que parece. Ya lo que parece no es nada.
ResponderEliminarGracias y saludos.