A principios del siglo XVI, Juan de Flores, escritor a
sueldo en la corte de los Reyes
Católicos, refleja en su tratado
“Triunfo de Amor”, algo parecido al escandaloso asunto de las bragas
malagueñas. Cuenta que los amante, cansados de los viejos usos amorosos que obligaban
al hombre a pretender y perseguir a las mujeres mientras que éstas tenían que
esperarlos en sus torreones o en las rejas de las ventanas de sus casas, pidieron al Cupido,
el dios del amor, que le diera la vuelta
a la tortilla para que fueran las mujeres las que tuvieran que perseguir y
pretender a los hombres que las esperarían encerrados en sus virtuosas moradas.
El mundo al revés. Las niñas de Málaga, esgrimiendo sus bragas en la mano, según
ha declarado una concejal del ayuntamiento de la capital, suponen un cambio
total en las recatadas costumbres del vestir femenino en nuestra Patria.
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La
sección Femenina impuso para la gimnasia un pudoroso y feo pantalón, el pololo,
para que incluso la torsión más violenta no mostrara del cuerpo femenino lo que, según Pilar primo de Rivera, no había que mostrar. Veo tambalearse el patriarcado y sus reglas
para controlar el cuerpo de la mujer. Aunque no creo que la sangre llegue al
río. Cuenta Juan de Flores que, pasado un tiempo, las mujeres de su "Triunfo" volvieron a sus
encierros y los hombres a buscarlas y a
recuestarlas. Alguna chica, entrevistada en la Feria de Málaga, ha declarado
que ella está de coitos hasta el moño y que lo que quiere es un buen amor con
el que hablar y contarle cómo va la rehabilitación de la cadera de su madre. La
sexualidad industrial, abundante y sin el gusto que le da lo prohibido, puede
llegar a cansar. Y las bragas volverán a su sitio. No dejemos que las bragas no
nos dejen ver los bosques.
Me cuesta corregirte con lo bien que te expresas (incluso con los calzoncillos (boxers) en la mano), pero la sexualidad actual es postindustrial, cercana a lo virtual, sobre todo para hacerla sostenible y que no contamine el río con su sangre.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Hemos pasado, entonces, del cruasán que parece un cruasán, pero que no sabe a nada, a la imagen digital de un cruasán que ni está ni se le espera pero que produce efectos parecidos a lo que producía el cruasán industrial. Sacia. Lo que sea que sacie. Gracias, Independiente, me has hecho reír -y pensar- con tu cometario. Un abrazo.
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