El catecismo que "dieron", padres y abuelos
En la película de Stanley Kubrick de 1968, 2001: Una Odisea en el Espacio, el supercomputador de a bordo, H.A.L. 9000, que controla las funciones automáticas de la nave espacial, desobedece las órdenes de la tripulación, se vuelve malo y asesina a cuatro de los cinco astronautas de la estación espacial. El superviviente, David Bowman, procede a neutralizarlo, desconectando sus funciones, sin hacer caso de las súplicas del ordenador para que detenga la desconexión. Esta película de culto ha inspirado muchísimas películas y relatos posteriores. No quiero ni pensar que ronde ya por la cabeza de algún nacionalista español, de bandera y toro, la idea de ir desconectando, como en Una Odisea en el Espacio, fríamente, una a una, las tarjetas de memoria que almacenan, en el imaginario colectivo catalán, elementos muy valiosos de la aportación española a la cultura catalana, como represalia por la decisión del Parlament català de suspender las corridas de toros en la Monumental de Barcelona. La foto que acompaña a esta entrada, ofrece un preocupante catálogo de aportaciones fundamentales que pueden ser borradas del acervo cultural catalán. Son: el Catecismo del padre Astete, dos obras de De la Cierva, una, sobre los ritos masónicos y otra, titulada Indalecio Prieto, el cerco a la fe, libros de Jiménez Losantos y César Vidal; Mártires por su fe, de Jesús Bastante Liébana, y alguna contribución más de esta índole. Esto puede acabar como en la película de Kubrick: Cataluña, cada vez que se le retire uno de estos soportes culturales imprescindibles, pedirá al Estado que se detenga, luego, casi extinta su memoria, susurrará que tiene miedo para terminar cantando, no la Daisy, Daisy que entona H.A.L., mientras agoniza, sino la canción de Manuel Montero, “Qué bonita es Barcelona”. Bastante más española.
Disfruto grandemente con sus escritos, Don Pablo. Puesto que ha tenido a bien hablar, y bien, de mi ciudad, aprovecho para ofrecerme como Cicerone si es que tiene la la ocasión de visitarla.
ResponderEliminarSus parientes, y míos, Juan Miguel y Leonor, ya han tenido la ocasión de pasear por mi ciudad sufriendo mis explicaciones. Y puesto que sobrevivieron, pienso que se les hizo razonablemente resistible.
Un saludo.