Plantación de adormideras
En la Rambla de Córdoba, en la primera mitad del siglo XX, las casas ricas estaban dirigidas por mujeres notables educadas en colegios especializados en formar a las jóvenes para esa alta misión rectora. No sólo eran buenas madres y esposas condescendientes sino magníficas administradoras y eficaces directoras de la empresa familiar. Eran severas y justas con la servidumbre, conscientes de que para que el sistema funcionase sin sobresaltos había que dar a los criados un trato alejado del populismo y de la tiranía. Aunque resulte exótico, en sus palacios rurales aclimataron prácticas y costumbres de la Inglaterra provinciana: los niños eran atendidos por criadas y ubérrimas amas de cría campesinas en una habitación especialmente diseñada para ello, la nursery. Allí se confinaba y atendía a los hijos de los terratenientes cordobeses. Los niños crecían sanos y razonablemente alejados de la mala influencia de sus familiares.
Se agotó en las farmacias
El pueblo llano, el que alrededor de aquellas mansiones provincianas, falto de comodidades y de servicio, tenía que recurrir a otras soluciones para mantener a los niños tranquilos y sedados hasta que las madres regresaban de la campiña de coger aceitunas o ajos, bautizó la habitación de los bebés -creando una hermosa etimología popular, mezcla de nursery y de ‘lucero’- con el nombre de luserín: el cuarto donde se criaba el lucero de la casa.
Las jornaleras rambleñas, no menos inteligentes y preparadas que las señoras ricas para gestionar su escasez, al regresar de sus labores en el campo recogían las adormideras que espontáneamente crecían por todas partes. A la mañana siguiente, antes de salir para ganarse el jornal, les daban de mamar a sus hijos e introducían una cápsula de adormidera en una muñequilla de trapo y se la metían en la boca, a modo de chupe. Luego los llevaban a la ‘miga’ (o ‘amiga’), precursora de la guardería y deudora de los fumaderos de opio, donde una mujer vigilaba los dulces sueños inapetentes de los bebés, hasta que regresaban las madres.
Hoy, las adormideras se cultivan en la campiña cordobesa y sevillana en fincas muy vigiladas por la Guardia Civil. Toda la cosecha va a parar a una empresa monopolista que fabrica morfina y codeína.
Los periódicos publicaban ayer el resumen de un estudio de la Confederación de Organizaciones de Mayores que demuestra que España es el país occidental que más seda o/y ata a los ancianos en las residencias, para que se estén quietos, mientras que los hijos salen a ganarse el jornal o simplemente a darse una vuelta por la vida. Parece que el uso de la muñequilla de trapo de las campesinas cordobesas ha sido sustituido por el de los opiáceos que elaboran algunas empresas farmacéuticas. Hay que modernizarse o hay que joderse.
¡ Qué curiosa costumbre las de las campesinas que citas !. Sé de una viejecilla muy despierta, que ante los desvaríos fruto de la enfermedad de un marido de edad provecta, recomendó a la esposa quejosa que le "pusiera ración doble" de tranquilizantes en la dosis recetada por el galeno....Pero sin el "detallico" de la muñeca intermediaria como en el caso de los niños cordobeses
ResponderEliminarAntonio Machín les dedicó una copla, la de "Muñequillas lindas", o algo así.
ResponderEliminarInteresantísimo. La cosa se ha modernizado y,hoy día, si el niño sale revoltoso, se va uno/a a la farmacia y le dan 'adormideras' legales. Al día siguiente, en el colegio, no hay quien le explique ni medio concepto al niño. Eso sí, no se menea de la silla...
ResponderEliminarYa me estoy informando, discretas y fieles lectoras, Adriana e Iria, sobre esta práctica. He encontrado un libro escrito por el médico aragonés del siglo XVII Gerónimo Soriano,"Methodo y orden de curar las enfermedades de los niños", en el que se dan 9 recetas con adormideras. Opio para los polluelos.Salud,amigas.
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