Suave, refrescante...
Pocos defienden hoy que la Literatura -que cada vez tiene menos peso en los planes de estudios- sea útil para la educación de las actuales “almas hipotecadas” (stricto sensu), labor usurpada por el dios ‘mercado’ y sus teólogos: los publicitarios. La Literatura, ha abandonado la ‘prometeica tarea’ de ser “maestra de todas las épocas” y ha pasado, casi, a la clandestinidad. Para Harold Bloom, autor de El canon occidental, “la verdadera utilidad de Shakespeare o de Cervantes, de Homero o de Dante, de Chaucer o de Rabelais, consiste en contribuir al crecimiento de nuestro yo interior. Leer a fondo el canon no nos hará mejores o peores personas, ciudadanos más útiles o dañinos. El diálogo de la mente consigo misma no es primordialmente una realidad social. Lo único que el canon occidental puede provocar es que utilicemos adecuadamente nuestra soledad, esa soledad que, en su forma última, no es sino la confrontación con nuestra propia mortalidad”.
Parece como si Bloom condenase la Literatura a competir con otros ‘específicos’ contra el miedo a la soledad o a la muerte, como el valium, las religiones, la música chill-out, el circo televisivo o los programas-confesionario de las radios de madrugada.
Hay quienes piensan que la situación no es tan desesperada: por diversa razones, nunca ha habido tantos lectores y compradores de libros como hoy. Pese a las nuevas tecnologías, a la invasión visual y a las profecías de quienes han anunciado la “muerte del lenguaje”. Quizá se esté saliendo del coma y la Literatura sea una de las últimas formas de resistencia frente a los que siguen pretendiendo que “aquí no existen los porqués”, que no hay que preguntar y preguntarse nada. Sin olvidar que, ahora que en algunos países hay esperanzas razonables de llegar a los 90 años mejor conservados que el brazo de Santa Teresa, podemos seguir confiándole a los libros el embellecimiento de nuestras almas incorruptibles, más allá de cualquier esperanza de sabiduría e, incluso, de felicidad. Hoy en día no se lee para saber más que otros o para ingresar en una elite fuera de la cual no hay salvación. Muchos leen simplemente para sobrevivir.
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