domingo, 13 de junio de 2010

Literatura, valium y chill-out

Suave, refrescante...
Pocos defienden hoy que la Literatura -que cada vez tiene menos peso en los planes de estudios- sea útil para la educación de las actuales “almas hipotecadas” (stricto sensu), labor usurpada por el dios ‘mercado’ y sus teólogos: los publicitarios. La Literatura, ha abandonado la ‘prometeica tarea’ de ser “maestra de todas las épocas” y ha pasado, casi, a la clandestinidad. Para  Harold Bloom,  autor de El canon occidental,  “la verdadera utilidad de Shakespeare o de Cervantes, de Homero o de Dante, de Chaucer o de Rabelais, consiste en contribuir al creci­miento de nuestro yo interior. Leer a fondo el canon no nos hará mejores o peores personas, ciudadanos más útiles o dañinos. El diá­logo de la mente consigo misma no es primordialmente una realidad social. Lo único que el canon occidental puede provocar es que utili­cemos adecuadamente nuestra soledad, esa soledad que, en su forma última, no es sino la confrontación con nuestra propia mortalidad”.
Parece como si Bloom condenase la Literatura a competir con otros ‘específicos’ contra el miedo a la soledad o a la muerte, como el valium, las religiones, la música chill-out,  el circo televisivo o los programas-confesionario de las radios de madrugada.
Hay quienes piensan que la situación no es tan desesperada: por diversa razones,  nunca ha habido tantos lectores y compradores de libros como hoy. Pese a las nuevas tecnologías, a la invasión visual y a las profecías de quienes han anunciado la “muerte del lenguaje”. Quizá se esté saliendo del coma y la Literatura sea una  de las últimas formas de resistencia frente a los que siguen pretendiendo que “aquí no existen los porqués”, que no hay que preguntar y preguntarse nada. Sin olvidar que, ahora que en algunos países hay esperanzas razonables de llegar a los 90 años mejor conservados que el brazo de Santa Teresa,  podemos seguir confiándole a los libros el embellecimiento de nuestras almas incorruptibles, más allá de cualquier esperanza de sabiduría e, incluso, de felicidad. Hoy en día no se lee para saber más que otros o para ingresar en una elite fuera de la cual no hay salvación. Muchos leen simplemente para sobrevivir.

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