El mundo árabe, al día
Hay teólogos con estudios de psiquiatría que no descartan que los éxtasis de Santa Teresa e Ignacio de Loyola estén relacionados con la epilepsia que muy probablemente sufrieron estos dos santos. A Santa Teresa no le gustaba que el arrebato la sorprendiese delante de sus monjas, porque luego tenía que darles explicaciones, y le pidió al Señor que le evitara esta sofocación. En Roma, los vigilante de la Basílica de San Pedro no te dejan que te apoyes en las columnas cercanas para contemplar con detenimiento la estatua de Santa Teresa de Bernini en la que la mística aparece presa de uno de esos sofocos y con un ángel pre-adolescente e ilusionado apuntándole con las flechas del amor. Delante de mí, unos guardias arrastraron a un joven irreverente que no se separaba de una columna, posiblemente para no caer desmayado por la belleza de la imagen. Desde luego en mi visita, no vi a nadie sentado en el suelo de la Basílica y menos con ordenador. A la chica indonesia que consulta su PC en la mezquita Istiqlal de la capital Jakarta, la hubieran dejado entrar, por lo cubierta, pues la jerarquía solterona católica también le tienen miedo –tanto como deseo, al menos- al cuerpo femenino, pero ni le hubieran permitido sentarse en el suelo ni conectarse a internet. San Pedro no es un punto de acceso wifi. En Roma el internet se ve como una forma no reglada de acceder a lo inabarcable sin pagar peaje y no les gusta que los puenteen.
San Pedro debería reciclarse y apuntarse al carro de las nuevas tecnologías, porque, de lo contrario, se va a quedar obsoleto...Yo no puedo imaginarme el cielo de otra manera que no sea cibernético. Es que es mejó... (¡Me ha encantado lo del ángel pre-adolescente e ilusionado!)
ResponderEliminarBueno, Iria, todo apunta a que te van a hacer caso, Su Santidad esta pensando crear una comisión vaticana para que investigue la existencia de vida inteligente fuera de la tierra. No se conoce todavía al encargado de dirigirla, se está pensando en un efebófilo interesado en púberes pre-adolescentes, para que se entretenga, mire al cosmo y se olvide de echarle el ojo a los mozuelillos de su parroquia. Optimización de recursos, se llama a eso. Ellos saben hacerlo. Llevan viviendo como Dios, 2000 años, a costa de la muerte de su Hijo.
ResponderEliminar¿Lo de buscar vida inteligente fuera de la tierra es porque aquí no la encuentran...? Claro y es que se mueven en unos círculos (viciosos) donde la inteligencia brilla por su ausencia.
ResponderEliminarPero sí poseen una cierta inteligencia práctica para sobrevivir pese a todas las pederastias.
ResponderEliminarY no sólo al cuerpo femenino, amigo Pablo, que recuerdo yo que cuando estuve con mis padres y hermanos en San Pedro tuvimos que turnarnos entre mi hermano, mi padre y servidor los pantalones largos de mi hermano para poder entrar al recinto sacro. Que no estaban permitidas las bermudas (ni el pantalón de pinza, pero corto, de mi padre) por aquello del erotismo, digo yo, de rodilla y pantorrilla, etcétera. A mi madre le bastó con echarse el pañuelo que llevaba en la cabeza por los hombros (que iba con manga sisa o como se llame) y cogió de la mano a mi hermana y p'adentro. Nosotros tres tuvimos, ya digo, que hacer turnos. Y descubirnos (eso ya mucho más lógico por aquello del protocolo sombreril y demás) las 3 cabezas 3 de las gorras que llevábamos para aguantar el estío romano. Qué cosas, foh!
ResponderEliminar"El pirata informático se infiltró en el sistema central del Vaticano once minutos antes de la medianoche. Treinta y cinco segundos más tarde, uno de los ordenadores conectados a la red principal dio la alarma. Fue sólo un parpadeo en la pantalla del monitor, anunciando la puesta en marcha del control de seguridad ante una intromisión exterior. Después, las letras HK aparecieron en un ángulo de la pantalla, y el funcionario de guardia, un jesuita que en ese momento trabajaba en la incorporación de datos sobre el último censo del Estado Pontificio, descolgó el teléfono para avisar al jefe de servicio.
ResponderEliminar---Tenemos un hacker ---anunció.
Abrochándose la sotana, el padre Ignacio Arregui, otro jesuita, salió al pasillo para recorrer los cincuenta metros hasta la sala de ordenadores."
Que es que mirando después otra vez la fotografía, me ha venido a la memoria el arranque este de novela que susocopiado queda mientras con circunspección pienso en que quizá la señora (o señorita) indonesia de la fotografía pudiera ser el pirata o terrorista informático del que hablan y bla, bla, bla, como decía ese grande del tebeo español que es don Francisco Ibáñez. Ea, ya. Saludos entusiastas.
Luisa, mira lo que puede hacer un especialista con el texto de tu comentario:
ResponderEliminarEl pirata informático se infiltró en el sistema central del Vaticano once minutos antes de la medianoche….
“Un narratario omnisciente abre el decurso narrado con un sintagma que sugiere al lector que los acontecimientos novelescos suceden en el pasado aunque se inscriben en el presente…” ¡Coño! Que razón llevaba Arreola con lo de los especialista, pueden acabar no sólo con La piel del Tambor, sino hasta con el Vaticano. El Señor nos libre