lunes, 30 de noviembre de 2009

A ver quién aleja más...

La que más,818 metros de Babel, en Dubai

Árbol de Navidad
en
Málaga,
(?)


Obelisco de Luxor
23 metros



Corea del Norte, 160 metros


 Jordania, 131 metros





Granada,  (?)



 Cájar,  (?)




Yo soy más igual que tú

domingo, 29 de noviembre de 2009

Revuelto de amores




Salvador

     La propaganda política ha abandonado los telediarios y se ha refugiado en los melodramas ginecológicos de tarde y noche. En manos de guionistas con escasa preparación histórica y de productores con presupuestos tasados, las series de por la tarde son un revuelto de populismo insignificante, banalidad y anacronismos. Y en ese ámbito privilegiado es donde hemos insertado nuestras reivindicaciones históricas o dónde  ajustamos las cuentas de tapadillo a los adversarios presentes y pasados. En una de las series, hemos tenido falangistas incestuosos y comisarios de policía torturadores y asesinos, curas pedófilos, o efebófilos, comunistas heroicos pero fanáticos, poco interesados en la reconciliación nacional, y buerovallejos torturados y dignos que son capaces de leerle la cartilla al mismísimo director de la cárcel y de pronunciar un mitin improbable rodeados de funcionarios desactivados y de presos comunes entusiasmados. Enfrente, el pueblo llano, sufrido y  sano que sin proponérselo saca cada día adelante a la patria. Bueno, es lo mismo que han hecho siempre los cineastas americanos en las películas de indios, pero recuperar “la memoria histórica” en las series, eso, lo hemos inventado nosotros:

     En el capítulo 54 de Amar en tiempos revueltos, emitido el día13 de este mes, el director de la cárcel pide a Salvador, escritor teatral y preso político, que firme un manifiesto desmintiendo que en las cárceles franquistas se tortura.  El preso pronuncia el alegato que trascribimos más abajo, unos minutos antes de que una niña histérica, maltratada por su tía, se pase diez minutos chillando en El nombre del amor, la siguiente telenovela de por la tarde en TVE:

Salvador
¿Cómo pretende que firme un documento en el que se asegura que en las cárceles españolas los presos son tratados con dignidad y se respetan sus derechos?


Director
España está siendo vilipendiada en el extranjero y hasta el último español debe colaborar para impedir esa infamia.


Salvador
La infamia es lo que pretenden hacer ustedes, no sólo nos humillan nos ultrajan y nos torturan cada día. Además pretenden que les firmemos un documento en el que se dice que aquí nos dan un trato digno y humano, su desfachatez no tiene límite.


Director
Cuide mucho sus palabras.


Salvador:
No, han sido ustedes, los gloriosos, vencedores los que me han impuesto esta mordaza, ustedes los que no quieren que piense ciertas cosas ni que las diga y por eso me tienen aquí encerrado, pues bien yo reivindico aquí y ahora el derecho a ponerme esa mordaza, para no firmar y no decir cosas en las que no creo.


Director
Se lo preguntaré por última vez, ¿firmará el manifiesto?


Salvador
No.Jamás firmaría algo así. Estoy aquí encerrado por defender la verdad, la libertad y el derecho de las personas a opinar, a pensar y a decidir por sí mismas, libremente, sin que nadie las amenace, si firmara ese documento, me traicionaría a mí mismo toda mi lucha, todo mi esfuerzo habría sido inútil. No he llegado hasta aquí para esto. No me someteré ni a sus chantajes ni a sus amenazas, no le tengo miedo a sus torturas porque no son más que la expresión de su impotencia.


Director:
Silencio, pagarás muy caro lo que has dicho.

     Ante la novedad del invento, la serie House ha mandado un  becario al plató en el que se rueda Amar en tiempos revueltos. Los guionistas norteamericanos están pensando en darle un giro socialdemócrata a la mala leche del médico en la próxima temporada.

sábado, 28 de noviembre de 2009

¿Por qué muchas mujeres leen Millenium?

Acabo de leer “Los hombres que no amaban a las mujeres”. En verano llegué a un acuerdo con mi hija, ella leería "Ana Karenina" y yo la primera entrega de "Millenium". Ambos hemos salido beneficiados. Tenemos algo, más, de lo que hablar. Mi hija me ha recordado que Tolstói evita describir los pormenores del primer encuentro erótico de Ana y su Amante, Vronsky. En la edición que ella ha manejado, unos puntos suspensivos marcan, pudorosos,  la ausencia, al principio del capítulo XI de la Segunda parte. Pero Tolstói sí detalla a lo largo de la novela los matices del sentimiento de culpa que invade a Ana por su adulterio. Al novelista ruso le resulta más fácil hablar del pecado que del placer. Hoy parece que es más sencillo hablar del placer que de la culpa y cantidad de polvos aparecen esparcidos por miles de novelas escritas por hombres y mujeres. La que ha tenido la suerte de codificar o protocolizar algún polvo, como Almudena Grandes, en su "Las edades le Lulú", luego lo repite en las novelas siguientes. Describir un polvo no es fácil,  los puntos suspensivos son más cómodos. En "Millenium", los polvos están tratados con la misma distancia -la de lo inefable- que  en "Ana Karenina", novela escrita también por un hombre. En cambio los abusos sexuales, la crueldad, el deseo de dominio que se esconde bajo los malos tratos a las mujeres, infligidos por hombres, tienen en la novela de Larsson un tratamiento tan pormenorizado y cuidadoso como el sentimiento de culpa en el novelista ruso. Y debe de ser una de las causas de su éxito y de que este best-seller lo lean más mujeres que hombres.
(Este tema no se queda así. Continuará...)

miércoles, 25 de noviembre de 2009

En esta aldea ha estado prohibida la tristeza




Hasta hace muy poco en esta aldea estaba prohibida la tristeza. DISFRUTAR ha sido una de las palabras más usadas en los quince últimos años. El 2 de abril de 2005, desde la plaza de San Pedro, un corresponsal, anuncia feliz que Juan Pablo II se está muriendo muy bien. "Estamos disfrutando como nunca de ver cómo se muere este Papa". Unos días antes, el 25 de marzo, el mismo periodista había retransmitido en Sevilla las procesiones de la Semana Santa para el Canal autonómico y también  había disfrutado al paso de  las imágenes de un personaje con evidentes señales de malos tratos en su cuerpo, que agoniza sin cuidados paliativos. Un obispo, a la salida del pregón de Semana Santa, declara a los periodistas que ha disfrutado muchísimo con la narración descarnada del dolor de un ajusticiado. El pregonero también confesó que disfrutaba bastante con el espectáculo. En las tertulias cofrades se desborda el gozo.
En el interesante simulacro de abundancia que hemos vivido hasta hace poco en los países del primer mundo, un brujo español guay ganaba las elecciones generales predicando la alegría de vivir. Frente a su exitosa retórica de la alegría, sus adversarios políticos, voceros de la catástrofe, anunciaban la inminencia del fin de los Tiempos y, durante cuatro años, propagaban obscenas sospechas sobre la autoría de la matanza de 191 personas, el 11 de marzo de 2004 en Madrid . Pero perdían las elecciones.
La religión del sufrimiento,de  la negación y de la CULPA; la educación del esfuerzo personal y el mérito, el soneto amoroso y el cocido son cosas de las épocas de escasez.  Y los políticos quejumbrosos, que anunciaban que ‘de seguir así, no sabían dónde iríamos a parar’, los obispos apocalípticos de la condenación eterna, y los teóricos aznaristas de la fundación FAES, han chocado con la piedra de la felicidad sostenible. Ellos, incapaces de cambiar el mundo, se dedicaron a llorar sobre él. Hoy mismo, en la Web de la Fundación, el titular más vistoso dice así: “Diagnóstico erróneo, tratamiento equivocado, recesión profunda” .  Algo de razón deben de tener ahora, porque TVE pone por las tardes una telenovela que sólo habla de la CULPA. Y ya se sabe (Obama ha mandado observadores),  en la televisión pública española, neutrales los telediarios, la propaganda se refugia en Amar en tiempos revueltos.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Banderas de nuestros lares



Los municipios andaluces que 'sin prisas, pero sin pausas' se iban creando una realidad nacional,  que habría podido desembocar en nación en cualquier momento, están desalentados por las noticias que les llegan del Tribunal Constitucional de que ni siquiera Cataluña va a ser considerada como nación. Los esfuerzos de todos estos años, tirados por la borda. ¿Qué harán ahora con las banderas que crearon y que colocaron en mástiles altísimos?, ¿y con los escudos?, ¿y con los ejércitos bien pertrechados de agentes del orden, versátiles, fácilmente reconvertibles en potentes séptimos de caballería? ¿Y la decepción de los párrocos locales que soñaron con ser jefes espirituales de las nuevas realidades nacionales? ¿Qué será de los vecinos que otorgaron su confianza a los alcaldes de esos pueblos para que se embarcaran en gestas heroicas, de esas que forjan naciones?
 Hace unos años, en un pueblo del área metropolitana de Granada sonaron tambores de guerra, se anunció un levantamiento municipal contra el pueblo de al lado, algunos vecinos hasta escribieron cartas al director del periódico local alistándose. En la base de datos de este blog hay una copia de uno de esos documentos. Esta es la hora de darlo a la luz. Dice así:
Sr. Director del diario IDEAL de Granada, me ha llegado una carta de la alcaldesa de mi pueblo en la que se percibe un cierto malestar con el vecino pueblo de Monachil por diferencias urbanísticas  y se me informa de que “si fuesen necesarias actuaciones de otro tipo tendentes a que de una vez por todas Monachil deje de menospreciar la dignidad de un pueblo como Cájar, os lo haré saber y estoy segura de que contaré con todos y cada uno de vosotros [...] Si tenemos que levantarnos contra Monachil, vuestra alcaldesa estará a la cabeza de todas y cada una de las actuaciones a desarrollar. Cuento con todos vosotros. Os iremos informando.”
Un propósito épico de tanta envergadura, necesita de todos los apoyos, por lo que le ruego que publique en su periódico mi adhesión a la alcaldesa. Gracias.
Estimada alcaldesa:
        Hace unos meses, con motivo de lo de Iraq, le pedí que me explicara por carta por qué, prestando parte del consistorio de Cájar atención a las directrices vaticanas, usted no había dimitido cuando el Papa Juan Pablo II mostró su oposición a la guerra; usted no me ha contestado a este asunto, pero ahora llega una carta suya en la que se me convoca a un posible alzamiento municipal, bajo su caudillaje, contra nuestros vecinos de Monachil. He repasado las razones que usted da para levantarse contra ese pueblo y las veo suficientes, aunque echo de menos lo de las armas de destrucción masiva que tanto juego dio en la anterior” performance”. Tampoco estaría de más una resolución de la ONU que nos ampare si nos tiramos al monte y el envío de inspectores que rastreen los arsenales del pueblo de al lado. Es imprescindible, dada la edad de muchos cajareños, el auxilio del Séptimo de Caballería. Si nos asiste la Caballería USA, se alistará más gente. Yo, seguro. Como serví en la Marina, se me puede usar si se les ataca con fragatas, remontando el río Monachil. A sus órdenes".

El ciudadano que firmaba una misiva tan inflamada, debía de ser mayor,  si hacemos caso a esta apostilla con que ilustraba su nombre:  ‘marinero segunda en la reserva, o ¿en conserva?’.  Por razones  no documentadas en nuestros archivos, aquella guerra anunciada  no tuvo lugar. Pero la bandera ondea gallarda a la espera de nuevas empresas. Si el Constitucional no se interpone.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Deconstruyendo al mismísimo dios




Caín
Lo más parecido a dios (saramago lo escribe con minúscula) es un novelista. El novelista saramago (por ahora escribiré su nombre con minúscula, para que no se me enfaden los otros cientos de miles de novelistas/dioses que por ahí teclean sus PC's o sus MAC's) en su última obra, Caín, le  lee la cartilla a dios, o mejor, le lee a Dios su cartilla, LA BIBLIA. Se la lee, o se la deconstruye, metiendo en el centro de una constelación de relatos mágicos, como son los que componen EL LIBRO, dos bombas lapa: el humor ("seamos serios, hablemos en broma", he leído en un blog emergente) y la delicada herramienta, perfeccionada en Occidente hasta la extenuación, que se llama CAUSA/EFECTO. saramago demuestra así que todavía estamos en la edad del LIBRO SAGRADO, y que no caben muchas más posibilidades, o se escribe como DIOS, o se escribe contra DIOS. A esta última se ha apuntado el premio nobel de literatura portugués (que en el Parnaso también hay clases y premiados). No he leído nada más que un capítulo de la obra, pero ya puedo avanzar que, en mi opinión de diosecillo / crítico, Dios sigue ganando por goleada al dios saramago. Prometo a mis escogidos lectores, opinión mucho menos irresponsable, cuando ellos y yo, hayamos leído el libro entero. Lo único que puedo adelantar es que Abel no es hijo de Adán, aunque sí de su señora,  y que para trabajar, recién creado el mundo, también hacía falta un contrato laboral.

sábado, 14 de noviembre de 2009

¿De qué hablan ciertas mujeres?


¿Ángeles o 'monstruos'?

En la primera mitad del siglo XX algunas mujeres comenzaban a publicar, con su nombre, diarios, crónicas y biografías. Ya hacía tiempo que las mujeres llevaban diarios íntimos de contenido religioso y cada vez escribían con mayor frecuencia crónicas familiares para lectura privada, pero hasta el siglo XX no se atrevieron, o no pudieron publicarlos libremente. En el círculo ilustrado y burgués de Marianne y Max Weber, el filósofo Georg Simmel (1858-1919), obligó a su amante, Gertrud Kantorowicz, y a su esposa a firmar lo que escribían con pseudónimo.
¿De qué hablan estas mujeres cuando pueden, por fin, escribir de sí mismas? Pues no sólo hablan de ellas sino que, también, hablan de sus compañeros, de sus maridos. Así lo hacen, incluso, las más inteligentes,  las mas 'productivas' y creadoras:  la feminista alemana Marianne Weber, esposa y editora de la obra del sociólogo  Max Weber, Zenobia Camprubí, mujer de Juan Ramón Jiménez y la compañera de Sartre, Simone de Beauvoir. Fielato forzoso: la mujer (lectora apasionada u oyente de lecturas,  desde siempre), cuando comienza a pisar el espacio viril de la escritura, del que ha estado prácticamente ausente desde su invención, ha de apoyarse en el varón.
En el caso de Marianne, hablar de su marido era inevitable,  ya que lo que firma es una Biografía de Weber, que publica en 1926, seis años después de enviudar. Pero se sitúa a sí misma como heroína al lado de su marido.
Lo que conocemos del Diario de Zenobia Camprubí, publicado por Graciela Palau de Nemes años después de la muerte de la escritora -y no sabemos si con su consentimiento-, está saturado de Juan Ramón.
La ceremonia del adiós de la filósofa y escritora Simone de Beauvoir, parece no hablar nada más que de Sartre: es la “crónica” de los diez años que precedieron a su muerte, acaecida en 1980; aunque admite que en el libro habla algo de sí misma, “porque el testigo forma parte de su testimonio, pero lo hago lo menos posible”.
Biografía o autobiografía, diario, o crónica, los tres libros tienen un cierto aire de confesión, en la línea de  las de San Agustín y de versión alambicada del cuento La  bella y la bestia.
 ¿De qué se confiesan estas mujeres? ¿Qué encontraron debajo de la “Bestia”,  para permanecer, como hembras-madres y adoradoras, durante tanto tiempo junto a tan ilustres “monstruos”?


                                                (Continuará, salvo caso de fuerza mayor)

1/3

jueves, 12 de noviembre de 2009

El opio del clero

 El secretario general de la Conferencia Episcopal Española, el obispo auxiliar de Madrid, Juan Antonio Martínez Camino animó ayer a las mujeres que han abortado a celebrar el Sacramento de la Confesión. Esto lo explica todo: según parece, los traumas nacieron con los psicólogos, antes, en tiempos de escasez,  un niño sólo podía   aspirar a que le dieran un mal rato, a sufrir una irritación, o a recibir dos bofetadas..., y el pecado, dicen algunos,  no existió hasta que nació la casta sacerdotal que vivía de perdonar lo que ellos fijaban como pecado. No hay duda de que Martínez, como cualquier persona, sufre con los abortos, pero lo que parece interesarle de verdad es que las mujeres que abortan pasen por caja, perdón, por el confesionario. Las manifestaciones multitudinarias, auténtico opio del clero hasta hace muy poco, empiezan a enojar, después del descubrimiento de un método bastante exacto de  contar el número de manifestantes. Y se ha pensado que  la gente vuelva a la Iglesia, de la que nunca debió salir. Es mejor.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Cuando estas mujeres hablan, se transparentan

Sobre la “confesión” de Simone Beauvoir y las reacciones que provocó en su tiempo, el  filósofo Bernard Henry- Lévy ha dicho esto en El siglo de Sartre : “¿Por qué la publicación de la primera parte de La ceremonia, ese largo relato preciso, casi clínico, en el que ella cuenta con crudeza los últimos días de su compañero, provocó tanto revuelo? Es verdad que no se ocultaba nada de las peripecias del cuerpo sartriano. Es verdad que no se ahorraba casi nada de su deterioro patético: un Sartre alelado, vacilante, que no atina con las palabras, excusando su incontinencia: “Vaya, qué curioso... es como si un gato me hubiese orinado encima...” Pero bueno, ¿acaso no incluía también eso el contrato? ¿Acaso no era fiel hasta el final, como en las Cartas, a ese pacto de inmortalidad que desde el principio la había convertido en la secretaria perpetua de la transparencia deseada, teorizada y cantada por Sartre? “
Pero ni Marianne Weber, ni Zenobia Camprubí, que escriben antes que Simone,  habían firmado pacto alguno de “transparencia” con sus maridos y sin embargo hicieron pública parte de la privacidad o de la intimidad de su relación y desmenuzaron para el público la degradación física y las miserias morales de los compañeros. Las tres con su actitud parecen instituir una nueva época -¿la era del Gran Hermano?-,  en la que la mujer sin abandonar del todo a su papel de “ángel del hogar”, renuncia a seguir siendo la guardiana de sus secretos.
Las tres se encargan en sus libros de hacernos saber que viven con seres enfermos, feos e incompetentes para las tareas domésticas más sencillas. Inhábiles para la vida en común.


2/3

domingo, 8 de noviembre de 2009

El enfermo, el malo y el feo

Tercera y última entrega del serial “¿De qué hablan ciertas mujeres?”

El enfermo

Convertida en enfermera,  Marianne rellena informes exhaustivos sobre los padecimientos de su compañero. Es minuciosa y recoge hasta la meningitis que Weber sufrió de niño y cómo “durante esa enfermedad la cabeza del pequeño Max creció extraordinariamente,  mientras el resto de los miembros de su delicado cuerpecillo conservaba su tamaño”.  A los 18 años,  el aspecto y la salud de Weber no han mejorado: “larguirucho y delgado, de miembros delicados y hombros caídos, un candidato perfecto a una tuberculosis”.  Lo que no le impide destacar pronto, entre los estudiantes, “por su tremendo aguante bebiendo”.  En 1899,  ya casados, contrajo una grave enfermedad nerviosa de la que nunca se repuso del todo y que sobrellevó gracias a los cuidados de su mujer.

El malo

Juan Ramón Jiménez, o la incompetencia y el egoísmo menos inteligente. Enfermo también, es, según se desprende del Diario de Zenobia, un neurótico notable, que con frecuencia (Diario, 18 de enero de 1939. miércoles) “no hace absolutamente nada y pasa en cama la mayor parte del tiempo, sentado con la cabeza afincada en la almohada y los pies en una silla en el arco más incómodo”.  Incapaz de valerse por sí mismo, no permite que Zenobia se separe de él ni un minuto. Ni siquiera para operarse de un lipoma que tenía en el vientre. El 27 de diciembre de 1937, la mujer se queja: ”Pero nunca tendré el valor ni la determinación suficientes para deshacerme de mis problemas mientras J.R. esté cerca [...] si él tuviera algo que le molestara la quinta parte que a mí, hubiera tomado una decisión acerca del asunto sin importarle mi opinión y yo podría quejarme todo lo que quisiera.”

Y el feo

Y por último, el feo. Sartre era el primero en reconocerlo:” Hasta los cinco años era un crío muy guapo, con ese aspecto un poco convencional que tanto les gusta a las mamás mediocres. A partir de los cinco años mis cabellos cortados se llevaron consigo ese esplendor efímero, y me volví feo como un sapo, mucho más que ahora.” A nadie como a Sartre le venía bien la existencia del alma, que puede ser embellecida hasta el infinito, por encima de la degradación y de la fealdad.  Porque el cuerpo de Sartre, su cara, no tenían arreglo. La “transparente” Simone no tiene inconveniente, en la segunda parte de La Ceremonia, de hacerle observaciones relacionadas con su fealdad: “Por otro lado, es un tópico que un hombre puede ser muy feo y tener mucha seducción y se cita a grandes seductores que eran feos; eso usted debe saberlo.”
La pregunta es: ¿qué hacían estas mujeres excepcionales con  hombres tan peculiares?  Posiblemente como Bella, en el cuento, las tres prefirieron la virtud a la belleza. Sobre todo en una sociedad en la que la mujer había de contar con el respaldo de un varón, influyente, comprensivo y liberal, si quería moverse cómodamente en el espacio público. Zenobia se casó con Juan Ramón, en opinión de la editora de su Diario, “aparte del amor que le tuviera, porque el oficio y la personalidad de él permitían desarrollar sus instintos de mujer activa, independiente y emprendedora, lo que le hubiera prohibido un marido menos absorto en su labor”, o menos incompetente para ganarse la vida.
El catedrático Weber introdujo a Marianne, perteneciente a la primera generación de alemanas que estudió en la universidad,  en los ambientes intelectuales de Heidelberg  y estuvo a su lado en las luchas del movimiento feminista burgués alemán. E incluso retó a batirse en duelo -¡en el año 1910!-  a un joven profesor que escribió un panfleto difamatorio contra el grupo de mujeres que presidía su esposa, en el que se decía que el movimiento estaba integrado únicamente por mujeres solteras, viudas, judías, estériles y mujeres que no son madres o no quieren cumplir los deberes de una madre.
Cuando Simone  de Beauvoir  y Sartre se presentaron, él con 24 años y ella con 21 al examen final de filosofía, Sartre sacó el primer puesto y Simone el segundo, pero los miembros del tribunal estaban convencidos de que “la verdadera filósofa era ella”.  Simone, apodada el Castor -el animal arquitecto- construye, sobre todo, una casa ineludible para Sartre. Pero también tiene sus libros. Tiene su propia obra, su propia casa, que no es pequeña. Pero una parte de esa obra sólo existe en la medida en que su compañero la dirige silenciosamente.
Pero la utilización de los hombres para colarse en el espacio público no lo explica todo. Marianne, ya viuda, dedica varios años a la redacción de la Biografía y a la publicación de las obras de su marido, “porque”, escribe, “su fama no está en mi opinión más que al comienzo de su ascenso. La gente quedará sorprendida cuando tenga en sus manos sus obras (10-12 tomos). Yo vivo para su inmortalización terrenal”.
La obra de Sartre no se entiende sin la colaboración de Simone, a la que escribe: “Usted, mi pequeño juez. Usted mi primera lectora, mi “censor”, mi “buena consejera”. Usted “mi pequeña conciencia moral”. Usted, mi ojo, mi oreja, mi “testigo”. Usted es más yo que yo. Lo que escribo sólo existe en la medida en que tengo su “veredicto”.
      En el discurso de aceptación del Premio Nobel, Juan Ramón proclama: “mi esposa Zenobia es la verdadera ganadora de este premio. Su compañía, su ayuda, su inspiración de cuarenta años ha hecho posible mi trabajo. Hoy me encuentro sin ella desolado y sin fuerzas”.
Estas mujeres fueron, sobre todo, leales al “alma” de sus compañeros, a su genio creador y productivo. Se consideraron responsables de su espíritu y de los productos que éste generaba.  El cuerpo enfermo, deforme,  o dependiente no les pertenecía, aunque había que atenderlo para mantenerlo vivo. En una contorsión narcisista poco estudiada, estas mujeres sin hijos, madres adoptivas de niños grandes, preservaron de ellos lo que creían suyo: el hijo espiritual de sus entrañas, es decir, la excelencia intelectual de Sartre, Juan Ramón y Weber.
  Y de nuevo la pregunta: ¿de qué hablan las mujeres, cuando podrían hablar de ellas mismas?  Se justifican ante sus congéneres por haber aceptado quedarse en un segundo plano, por haber sacrificado sus posibilidades de ser las primeras, por delante de los hombres a los que sirvieron intelectualmente. En novelas del XIX _y también en best-sellers actuales como "La masai blanca" de  Corinne Hofmann_ la claudicación sentimental,  la entrega, se justificaba por la “gran pasión”, que exonera a la culpable de sus responsabilidades sociales. En nuestro caso,  por la luz arrebatadora del genio. Parecen decir estas notables mujeres: “Sí, me he sometido al genio de este hombre,  a su maestría para manejar lo más femenino, lo más ilustrado, lo menos zafio, lo menos violento: el Verbo; mirad, compañeras, hembras de la especie,  me doblegué ante su capacidad de enunciar mensajes complejos, ricos, luminosos. Una mujer no puede, no debe negarse a la fuerza civilizadora de las palabras. Estos hombres las usan bien. Son, al menos en esto, compañeros de viaje, aliados objetivos de nuestra lucha para desterrar la violencia  e instaurar el reino de la palabra, que no mata”.

(3/3)

jueves, 5 de noviembre de 2009

Diapositivas en el plato




Gabilondo, ministro de Educación, apunta maneras de cocinero social actualizado. Postura inteligente, porque la Educación se va pareciendo cada vez más a los platos cocinados por los deconstructivos chefs de la agonizante abundancia. Como puede verse en la foto, tomada en un restaurante toledano a finales de 2007 -la carta decía nada más y nada menos que "cochinillo asado"-, la comida de los tiempos del derroche y de las tallas “s” se ha parecido mucho a una filmina proyectada en tu plato desde el techo del comedor.Y la Educación, más que implantarla en los centros escolares, se proyecta en el imaginario colectivo de la sociedad, dispuesta a aceptar como enseñanza lo que sólo son imágenes imprecisas del  conocimiento, con tal de que desaparezcan, al menos durante el día, los jóvenes de las calles. Por eso, y por ahorrar dinero, Gabilondo cocina ahora el que los chicos estén hasta los 18 años en la escuela. Es lo normal en tiempos sin guerras: el servicio militar voluntario y el bachillerato, obligatorio. Lo que  se  proyecta en los muros de las aulas es como las recetas de El Bulli: virtual y colorista, luego vendrá el verdadero aprendizaje; a partir de los 19 años se terminaron las vacaciones vigiladas y las líneas de colores en el plato.

martes, 3 de noviembre de 2009

Seamos serios, hablemos en broma

A ciertos periodistas  les debe resultar difícil imaginar un mundo sin Belén Esteban o sin políticos. Son simbióticos. Se buscan, se fagocitan, se rechazan, vuelven a juntarse, viven los unos de los otros. En principio política y periodismo de humor deberían de ser incompatibles. La seriedad del tribuno frente a la frivolidad del bufón. Pero se les ve juntos, se dejan preguntar; los políticos más imaginativos y campechanos,  juegan a ser más graciosos que los periodistas que les interrogan; pero la cosa se tensa, el ímpetu humorístico se agota y el político exhausto, pone cara de portador de la antorcha que guía a la plebe y marca las distancias. La frase que divide el territorio se parece bastante a esta: Bueno, ahora hablemos en serio... Y se montan en el devocionario/argumentario de su partido y se acabó lo que se daba. Aunque ellos saben mejor que nadie que la única forma de hablar en serio de casi todas las cosas, es hacerlo en broma.