jueves, 25 de julio de 2013

El culo de Ulises

El héroe vulnerado
CUANDO emprendas tu viaje a Ítaca, la patria de Ulises, el griego, debes pedir a los dioses, o a la doméstica Conchita Barrecheguren, que el asiento de tu Guzzi 650 no sea tan duro como el que la marca le colocaba a este modelo en los años 90. Porque de aquí a Ítaca hay muchísimos kilómetros y el camino se te puede hacer más largo de lo que incluso preveía Cavafis en su poema Ítaca. Y habrás de entrar en muchos pueblos y hablar con mucha gente hasta que las aventuras y los conocimientos del camino te vuelvan sabio. Entonces te darás cuenta de que Ítaca sólo ha sido el señuelo que te obligó a emprender el viaje.
Pero si el asiento de tu moto es duro como una piedra puede pasar que el héroe viajero advierta que dispone de cuerpo y que el cuerpo (menos, el alma) sufre por las escoceduras, las fisuras e incluso por las hemorroides. No todos los escritores le han prestado atención al cuerpo. Cervantes que tanto alabó la novela Tirant lo Blanc, porque en ella "comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas", en su Persiles y Segismunda casi no enseña los cuerpos de los amantes. Se contenta con decirnos que los enamorados, que viajan miles de quilómetros sin tocarse los cuerpos, son los más hermosos del mundo, sin aportar pruebas ni estadísticas. En Anna Karenina, Tosltói se ahorra la descripción de los cuerpos enzarzados en la batalla carnal, sustituyendo los fogosos detalles del primer encuentro de Anna con Vrosnky por unos helados puntos suspensivos. Todavía no había costumbre de instalar una webcam en la cabecera de la cama de los novios para retransmitir a las damitas de honor de la novia y a los amigos del facebook la tormenta de cuerpos y fluidos que se supone que estallan en la noche de bodas. En la Odisea, el cuerpo está relacionado con el vestido, con la higiene, con la muerte y con la fuerza. En una sola ocasión, con el pudor. En el episodio de Nausicaa, Ulises, a diferencia de Berluscoli, no quiere aparecer desnudo ante las doncellas de la joven. En toda la obra sólo un cuerpo suda.
Si quieres acercarte a Ítaca en moto, puede suceder que al llegar a Olimpia tengas que encamar tu cuerpo y renunciar a la visita al estadio porque una fisura anal te lo impida. Y tendrás que aplicarte hielo durante un día y conseguir al día siguiente que una penélope hábil te teja un cojín que fijado al asiento de la Guzzi con dos gomas te permita seguir el camino. Cuando de vuelta en Granada acudas a la consulta de un proctólogo, puedes encontrarte con uno que de regreso de Canarias, tras pasar unos días de vacaciones, te espete al observar la zona dañada:" ¡joder, qué culo tan feo"! Cegado todavía por el resplandor de los cuerpos gloriosos que miró en la playa, nada le parecerá hermoso, ni siquiera el culo de Ulises.

jueves, 18 de julio de 2013

Quemar la noche

Tras el concierto
SOY consciente de que cuento historias sin interés que sólo podrían distraer, y no siempre, a mis familiares. Sé de antemano que aquí van abandonar la lectura de esta columna los que pasen del hecho de que yo no viera el mar hasta los 19 años desde la Cuesta de la Reina de Málaga o los que no entiendan por qué tengo yo que contarles que hasta los 60 años no me monté en avión. A mí mismo no me interesan demasiado los dos acontecimientos, si no fuera por lo que le oí un anciano labrador que iba conmigo en la Alsina y que al ver el mar, también por primera vez, a sus 77 años, exclamó: "¡Señor, que extensiones para el trigo!". El vuelo para asistir al Festival de Salzburgo fue menos terrorífico de lo que había imaginado gracias a dos o tres compañeras de viaje, del barrio del Perchel de Málaga, que me distrajeron con el relato de sus experiencias en la emigración. La experiencia musical fue, en cierto sentido, aleccionadora. Ya en el 2003, comprendí que alemanes y austriacos tenían un trato con Mozart y con la etiqueta mucho más fluido que el mío. Y no fue por lo bien que les caía el chaqué a los burgueses austriacos que me acompañaban en el hall del teatro; lo blanco y limpio que tenían el pelo o el brillo de sus zapatos; fue por sus camisas. Se me ocurrió llevar a Salzburgo una camisa con ballenas en el cuello para que no se le levantaran, impertinentemente, las puntas. Toda Centroeuropa mantuvo las puntas en su sitio. Sólo las mías apuntaban hacia el techo. Luego, la coreografía de Don Giovanni no me gustó mucho, las chicas seducidas por el réprobo, aparecían en ropa interior y dando vueltas en un escenario giratorio. Pero, pese a la disparatada escenografía, la música de Mozart sonó prodigiosa. Y cuando Zerlina, la campesina seducida por Don Giovanni, entona su incitación al gozo, todos: alemanes, austriacos, algunos yanquis y un par de ceneros, sentimos en nuestros caducos corazones el dolor del tiempo pasado. Siempre que los jóvenes granadinos organizan un botellón recuerdo a Zerlina advirtiendo a sus compañeras de fiesta que los años pasan rápidamente. Y me admiro de lo bien que han asimilado nuestros jóvenes ese consejo que los mayores les venimos dando. Les hemos exigido que no dejen escapar ni un solo día de gozo. Pero, jóvenes al fin, y por llevarnos la contraria, no ha sido el día lo que han atrapado avariciosos. No se han apuntado al Carpe diem, han preferido quemar las noches.

miércoles, 17 de julio de 2013

El exilio interior de un feminista


Foto de Álex Cámara, para Granada Digital
Vivo el feminismo desde el exilio interior. Pero a veces, algún hecho me mueve a salir de la clandestinidad, exultante, y lo proclamo y lo predico. La foto de Álex Cámara que ilustra esta columna me impresionó, la colgué en Facebook y la apostillé así: “Las 10 mejores notas de Selectividad en Granada. 7 son chicas. Es muy posible que ninguna de estas chicas sufra acoso sexual en San Fermín. También se puede encontrar en la red la foto de promociones de fiscales, jueces, médicos... con una abrumadora mayoría de mujeres, que no todo va a ser llorar”. Menudearon los comentarios y las visitas. Varias mujeres le dieron al “Me gusta” del fb y otras prefirieron seguir en la queja y el lamento. Una apostilló: “pero los altos ejecutivos siguen siendo hombres, los presidentes, hombres; los políticos con poder, hombres, ¿qué m. está pasando?” Y otra mostró su conformidad con el comentario anterior de esta manera: “pues que seguimos siendo "las chicas", tan monas, tan "listas", a las que se nos han hecho algunas concesiones para que no levantemos demasiado la voz, lo justo, pero a las que no ceden ni un milímetro como no sea mediante una lucha sin cuartel”. Yo sabiendo que navegaba por aguas turbulentas y que me podía caer parda, me atreví a insinuar: “En lo que se refiere a la política, el que muchas mujeres no quieran lanzarse a ese lodazal no es nada más que una prueba de sensatez y sentido común”. Pronto me llamaron la atención: “¿Qué quieres decir, Pablo, con tu comentario, que las chicas no tiene que ir a San Fermín? Respecto de la política y las mujeres”, seguía la comentarista, “ mejor que seas más riguroso con ambas cosas porque no están los tiempos para veleidades”. Hube de decirle que de San Fermín sólo hablaba con mi confesor y que en lo que toca a “mis veleidades”, estaba yo esperando una dirección espiritual firme y lúcida que me apartara de todo tipo de veleidades y que al leer su comentario me había dado cuenta de dónde podía venir el remedio a mis tonterías. Por lo pronto volví a repasar las fotos de las fiestas pamplonicas en las que aparecían chicas supuestamente acosadas por machos hambrientos y tuve que admitir que lo verdaderamente machista del caso es que las redacciones de los periódicos están seleccionando fotos donde las chicas requeridas no parecen estar sufriendo todo lo que tendrían que sufrir para contentar a los que las usan como ariete feminista. Un desahogado me escribe: “Estas orgías de nuevo cuño en las que las mujeres no son tan ‘objeto’ como en las del Olimpo merecen nuevos análisis y, desde luego, repelen los panfletos, los argumentarios y las hojillas parroquiales del Instituto de la Mujer. De lo que hay que hablar es de las decisiones, más o menos libres, que están tomando algunas mujeres cuando empiezan a ser 'sujetos'. Lo demás son fruslerías para la parroquia”.

jueves, 11 de julio de 2013

Un príncipe, feo, para Corina

Corina y su feo
LA comedia de Aristófanes La asamblea de las mujeres (392 a. C.) está llena de sorpresas. Desde el punto de vista del estilismo, nos habla de depilación, de barbas, de perfumes, de aceites para el bronceado, de las toquillas de las mujeres y de los mantos de los hombres. Desde el punto de vista sociológico, no tiene desperdicio: en Atenas se vivía bien gracias a los esclavos. Cuando las mujeres proponen un régimen comunista dirigido por ellas, dejan fuera a los esclavos. Menos asilvestradas que la diputada del PP Andrea Fabra que en sede parlamentaria expresó su deseo de que los parados se jodieran, las mujeres atenienses necesitaban tanto a sus esclavos que no querían joderlos especialmente, simplemente explotarlos. El matriarcado que propugna la protagonista de La asamblea, Praxágora, se parece mucho al que el fotógrafo y periodista Ricardo Coler encontró en Loshui, poblado mosuo a orillas del lago Lugu, apartado de "la Civilización" hasta 1972. En su crónica El reino de las mujeres, Coler informa de que entre los mosuo, las mujeres están al mando y cuenta lo que ocurre en esta comunidad china de veinticinco mil habitantes con los roles masculinos y femeninos, con la familia, el trabajo, el amor, la sexualidad, la política y la violencia. No sabemos cómo sería hoy nuestro mundo si se hubiera hecho caso a las propuestas de Aristófanes que propugnaba la igualdad absoluta y la desaparición de la violencia. Lo cierto es que los feos y las feas, hubiéramos salido muy beneficiados: las mujeres de La asamblea proponen que para hacer el amor con personas hermosas, previamente, hombres y mujeres tendrían que consolar y satisfacer a un feo o a una fea. En este blog, cuando hablamos de que algunos hombres feos gustaban a mujeres hermosas los imaginábamos favorecidos por el "bono de Venus", caso Rubalcaba, al que hasta Pepa Fernández, la excelsa conductora del programa de RNE No es un día cualquiera, encontraba atractivo, hasta el punto de confesar en las ondas que: "a mí Rubalcaba, me pone". De haberse implantado esta interesante propuesta de las mujeres atenienses, Corina, la protagonista del programa de La Cuatro, hubiera tenido que entregarse, antes de terminar en brazos del guapo policía andaluz, al simpático Andrés Martín, mucho menos agraciado. Estoy dispuesto a cambiarle el nombre al bono y, en honor, del comediógrafo ateniense llamarlo desde ahora el "bono de Aristófanes".

jueves, 4 de julio de 2013

Un perro andaluz

ME estaba yo preparando para ser intelectual de primera cuando leí casualmente las palabras finales del libro Los intelectuales (1998) del escritor y periodista británico Paul Johnson y desistí de mi propósito. "Siempre debemos recordar", escribe Johnson, "lo que los intelectuales habitualmente olvidan: que las personas importan más que los conceptos y deben ser colocadas en primer lugar". Estos días he notado de nuevo en mi interior el gusanillo al ver que dos de ellos, a los que conozco y he tratado, han obtenido premios y reconocimiento. Me refiero a Antonio Muñoz Molina, flamante Premio Príncipe de Asturias y a Luis García Montero, al que el Parlamento Argentino, como Presidente del Jurado del Premio Alhambra de Poesía, acaba de agradecer por unanimidad la concesión de ese galardón a un escritor argentino. Pero el intelectual es un espécimen no siempre beneficioso, exige demasiado espacio. Y se lo roba a los demás. En sus apariciones públicas, gusta de escenificar el 'episodio Moisés': él desciende del monte de la excelencia con las tablas de la ley y espera encontrar postrados, primero a los de su casta, más allá, al pueblo fiel de los varones, luego a las mujeres y de entre ellas, lejos, a las menstruantes. Siempre sublime, como Benedicto XVI que no se retira a Castel Gandolfo a extinguirse, hinchado de pastillas y pócimas, como cualquier anciano sensato, sino que se retira a meditar y a orar. Su justificación, el trabajo; su Santo Grial, el reconocimiento de los otros intelectuales y del orbe entero. No me quiero engañar, pese a que tengo mis lecturas y que se me ocurren a veces aforismos indescifrables, si ya no he conseguido ser intelectual, no creo que lo consiga. Me falta vida interior y me sobra Wikipedia. Como maestro, no se me recordará por mis interpretaciones de Berceo o del Libro del Buen Amor, sino por haber sabido mantener atento durante una hora a un perro que mis alumnos de Alcalá la Real llevaron a mi clase sobre el surrealismo. El perro, que según el estudiante que lo acompañó hasta el aula y lo sentó en la primera fila se llamaba Federico, se trago mi explicación sobre la escritura automática, sin jadear apenas. Al terminar la clase, Federico y su acompañante prometieron a los alumnos distraídos que esa noche iban a trabajar duro y que a la mañana siguiente todos tendrían los apuntes pasados a limpio. Todavía hay ex alumnos que me paran para recordármelo pero de premios, nada.