Ley y orden
Mi amigo Pánfilo, que había decidido no viajar este verano, si no era en torno al tresillo de su salita de estar, ha terminado viajando. Se ha comprometido a desvelarme más adelante por qué lo hizo, qué razones le llevaron a terminar utilizando, en pleno mes de julio, casi todos los medios de comunicación existentes, menos los patines y el avión.
Por ahora solo ha contado que el día 12 de julio, mientras observaba a los tres miembros -padre, madre e hija- de una familia campesina de Córdoba que se habían subido en Montilla al mismo tren que le conducía a Barcelona, había recordado lo que Paul Valery había dicho de la institución familiar en su Suite: “Toda familia", le había leído al poeta en esa obra de 1930, “segrega un aburrimiento interior y especifico que hace huir a cada uno de sus miembros (cuando les queda un poco de vida). Pero tiene también una antigua y poderosa virtud que reside en la comunión alrededor de la sopa de la noche, en el sentimiento de estar entre seres queridos y sin cumplidos, comportándose todo el mundo tal y como es. Podría concluirse que la familia es un medio donde el mínimo de placer se conjuga con el mínimo de molestia”. A las ocho de la tarde, como quería Valery, la familia sacó su fiambrera con la sopa y cenaron como si estuvieran en el comedor de su casa. Se sentían entre seres queridos, comportándose, a 120 kilómetros por hora y rodeados de extraños, cada uno tal como era realmente.