miércoles, 29 de julio de 2015

La elegancia del chorizo

La elegancia del chorizo
Se esperaba una declaración del Vaticano después de que Torres Hurtado  avanzara su tesis sobre la elegancia de las mujeres desnudas. Una cierta inquietud se vivió esos días en el entorno de la Patrona. Se temía que, vestida ella hasta el sofoco, no entendiera muy bien que uno de sus hijos predilectos, el alcalde de la ciudad, la descalificara de una forma tan taxativa. ¿Sólo las mujeres desnudas pueden ser elegantes? Y esto ocurría en un verano en el que cualquier manto sobra y cualquier cofia de encaje plisado empece. Las modistas granadinas, tampoco estaban muy contentas. Y menos mal que ya había pasado la época de las primeras comuniones y que  los trajes de las bodas de verano habían sido despachados. Si estas declaraciones se producen en febrero una sublevación de agujas y perifollos hubiera podido tener lugar. Lo que no hay que descartar todavía es algún movimiento telúrico o corrimiento de tierras en las zonas de la provincia dadas a los terremotos, como castigo divino al lenguaraz Torres, y, por ende, a la ciudad que él gobierna con su cómplice Salvador, ese peregrinito de cualquier poder.  Las repercusiones de las palabras del alcalde se han multiplicado, en alguna  piscinas granadinas han desaparecido los carteles que prohibían bañarse desnudos a los veraneantes y el gremio de metrosexuales, depilados al láser, piensan lanzar un manifiesto en el que se muestre la discrepancia con el alcalde por haber dado al traste con lo que venía siendo la exhibición de los cuerpos de la que este colectivo hace gala en fiestas y procesiones cívicas. Azotados por la sospecha de que sus horas de gimnasio y de cultivo al cuerpo no han servido para nada. Aterrorizados por ser considerados inelegantes, ellos que gustan de ir ligeros de ropa. Una vez que el alcalde, árbitro innegable de la elegancia, sostuvo que los hombre cuanto más tapaditos mejor. Una cierta calma vivió después la ciudad, hasta que hace unos días se activó en un pleno la reprobación al alcalde por machismo y sexismo. Tirios y troyanos coinciden en que Torres Hurtado no se prepara las intervenciones públicas y que le está tomando gusto a hablar a la pata la llana. Parece que los seres humanos conforme nos vamos acercando a la vejez vamos dejado abierta la puerta del servicio después de nuestras deposiciones. Acertada metáfora que le viene bien a los últimos “peos de lumbre” del alcalde. Tanto descuido me lleva, a mí también, a no controlarme mucho  a la hora de transcribir una frase que corre estos días por Facebook y que se puede aplicar a las actitudes que venimos comentando. Dice así: “Los hombres elegantes, cuando pasa una chica, se llevan la mano a la bragueta”. Y esto no sólo pasa en España: vayan al Google, escriban en el buscador: “American Girl in Italy”, 1951. Ruth Orkin,  y verán de qué estoy hablando.

jueves, 16 de julio de 2015

Esperpentos

HASTA ayer por la mañana estuve convencido de que proponer a Pezzi para director de la Alhambra había sido una argucia de su partido para que, al ser rechazado por aclamación, como lo ha sido, si Juan García Montero pretendiera ser nombrado gerente del Centro Lorca, estallara una sublevación parecida a la que ha provocado el caso Pezzi y que el concejal se viera obligado a desistir, sobre todo, si se impone la sensatez y el director del Centro es seleccionado en un concurso internacional de méritos. 
Y no es que yo piense que en Centro Lorca no estaría bien dirigido por un hombre de la talla de Juan García Montero, pero sus reticencias a que se retirara de la plaza de Bibautabín la estatua dedicada al fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, quizá juegue en su contra, si el jurado internacional llega a enterarse de que la zona dónde fue fusilado García Lorca estaba controlada por la Falange. Tampoco, creo, le vendrá bien, para ser nombrado gerente de ese Centro, el haberse manifestado a favor de la retirada de las humildes placas que los familiares de los asesinados en la tapias del cementerio, tras la rebelión militar, colocaban año tras año en memoria de sus allegados. No hay que descartar que algún miembro de ese jurado internacional relacione la muerte de Lorca con la de los ejecutados en el cementerio. Pero ayer por la mañana me enteré de que lo de Pezzi no era una broma ni una enredo, de esos que se inventa Luis Salvador para reírse de los granadinos y para que se rían de todos nosotros en el Planeta; no, era una propuesta seria y con otra bala en la recámara, por si fallaba el primer alarde. Me informaron de que también se barajaba el nombre de Pedro Benzal para la Alhambra, y entonces me he dicho: al PSOE ya no le queda nada más que pólvora caducada en la santabárbara. La Granada oficial es desde hace tiempo, y los últimos movimientos de piezas parece que lo confirman, la Granada del esperpento. Y para tener de ella una visión aproximada habrá que pasarla, como prescribía Valle Inclán, por el Callejón del Gato, que era una atracción de feria madrileña de espejos deformantes que a los gordos convertía en flacos; a los altos, en bajos y a los guapitos de cara, en seres monstruosos. Los políticos deformes del reinado de Isabel II, según Valle, había que pasarlos por el Callejón del Gato a ver si la terrible distorsión de los espejos conseguía restaurar un poco de humanidad en ellos. En Granada, el novio del poder hasta la muerte, el tránsfuga titiritero, el trapisondista, enredado en su loca trapisonda, el que anuncia que se va, que se va, pero que termina quedándose, tendrían que pasarse por una caseta de espejos deformantes del ferial, a ver si los reflejos del azogue devuelven algún resto de humanidad, de compasión o de sensatez a sus caras.

jueves, 9 de julio de 2015

Lo próximo, ¿el yogur griego?

Yogur
EL pasado día 6, en la COPE, después de un vapuleo tremendo a Grecia por el 'no' en el referéndum, le quitaron también el sirtaki. También hicieron una encuesta en la que el 99% de los oyentes consultados se manifestaron en contra del 'no'. En ocasiones, y de manera incomprensible, escucho esta emisora. Siempre he tenido que dar explicaciones detalladas a mis amigos y familiares de por qué la sintonizo. También fui lector clandestino del Hola en casa de mi madre, para evitar que se enterara la intelectualidad granadina y que me arrojara a las tinieblas exteriores. Incluso conseguí publicar en Olvidos de Granada un trabajo sobre los 12 números que la revista Lecturas sacó a la calle el año 1936. Claro que la Lecturas de entonces no tenía nada que ver con la de ahora. Era el magazín literario de El Hogar y la Moda. Me tragué los discursos de Carrero Blanco y recibí las correspondientes regañinas de camaradas y amigos. He oído Radio María, porque el fontanero me pone en las facturas el dial de la emisora de su puño y letra. La COPE la oía para ver como Jiménez Losantos lograba superar cada día las barbaridades que había contado el día anterior. Pero dejé de oírla hace unos años, en Segovia, porque un periodista justificó el magnicidio, a las tres de la madrugada. Me asusté y temí por la integridad de Zapatero. Y pensé que era demasiado. Pero con estos calores, en las casas con varios cuartos y muchas camas vacías, uno va buscando un poco de frescor, en las madrugadas incendiadas. Y el peregrinar de cuarto en cuarto y de cama en cama, me llevo a una habitación que tenía en la mesa de noche una radio reloj, con las pilas gastadas, que había perdido las presintonías. Sintonicé las emisoras habituales: la Voz de Granada, la Ser, Radio Nacional, Onda cero, la COPE. Al día siguiente, me metí a dormir la siesta en el cuarto de la radio recién sintonizada, porque resultó ser el más fresquito, le di al botón de encendido y me saltó la emisora de los obispos, en el momento en que el locutor informaba de que muchos ecuatorianos habían gritado: "¡Fuera, fuera!" al presidente Correa mientras que el Papa había logrado reunir en Guayaquil a un millón de fieles que le mostraron "un entusiasmo infinito". El Papa abogó por los pobres. Fue entonces cuando el locutor se la lió parda a los pobres griegos por no pagar su deuda. Y, crecido, dijo que ni siquiera el sirtaki actual era un invento heleno y que la lentitud de este baile fue cosa de Anthony Quinn que tenía una pierna renqueante, cuando rodó Zorba el Griego, y pidió que se moderara la velocidad de la danza primitiva para poder bailarla. Lo próximo será el yogur.

viernes, 3 de julio de 2015

Y el que no lo sepa es que tonto es

El 9
MI primer contacto con la tontería, como concepto, fue de chico, aprendiendo la tabla de multiplicar en la escuela de Cenes de la Vega: "Siete por siete, cuarenta y nueve" /, cantábamos los niños, "siete por ocho, cincuenta y seis, / siete por nueve, sesenta y tres / y el que no lo sabe es que tonto es". Tonto era el que carecía de conocimientos. Pero además tonto era, al menos en La Rambla de Córdoba, donde viví unos años, aquel que tenía sus facultades intelectuales disminuidas. Este tonto, si se hacía muy presente, se convertía en el tonto del pueblo y se le tildaba de 'faltusco', con la crueldad y la transparencia de las hablas populares poco dadas a los eufemismos. Pero para Sócrates, que era un profesor particular de Atenas, maestro de Platón, y que se ganaba la vida dando clases a los niños ricos de la ciudad, mientras se paseaba con ellos a la vera del río Cefiso, tonto sería el efebo que en lugar de formarse en sus clases dialogadas, lo aprendía todo en los libros. Sócrates se maliciaba que los libros leídos en soledad, sin la mediación del maestro -comadrona del conocimiento-, podían llevar a creer a los jóvenes que eran pequeños sabios, cuando en realidad eran unos perfectos ignorantes. Es natural que un maestro que se ganaba la vida enseñando a sus alumnos todo en 'clases presenciales' -¿no se llaman así, hoy?- viese como una amenaza la escritura, porque temía que su auge mandase al paro a profesores dialogantes como él. Umberto Eco, el autor deEl nombre de la rosa, acaba de decir algo parecido a lo de Sócrates: que las redes sociales convierten al tonto del pueblo en portavoz de la verdad. E inmediatamente, este tonto tuneado, compite con los sabios de toda la vida. Otra cosa es el 'tonto del culo', que es como ha llamado la directora de la Alhambra, poco antes de recorrer el calvario policial, a posibles votantes del PP que, manipulados por este partido, no son capaces de captar el auténtico y profundo sentido del Atrio de acceso al monumento que proyecta construir: de las cafeterías, las guarderías y de la marquesinas para proteger del sol y de la lluvia a los turistas que hacen cola para sacar sus entradas. Los convencidos de que lo que proponen es el único camino posible, los fanáticos, los integristas, los beatos, suelen considerar que el que no piensa como ellos es un tonto del culo. Y siempre encuentran algún tonto útil que propaga sus ideas. Un concejal de Ganemos comentó en mi muro de Facebook que los que criticamos alguna cosilla de Podemos, estamos "lobotomizados [sic] por la prensa capitalista". O sea, que nos hemos quedado tontos porque nos hemos dado un golpe en la cabeza. ¡Qué razón tenía Flaubert cuando daba a entender que hay que temer la tontuna ajena, pero que lo que de verdad nos debe de preocupar es la estupidez propia!