jueves, 26 de julio de 2012

El alcalde se compra un traje


Más fácil comprarse un traje que parar un desahucio
Como vengo de una familia conservadora, la pulcra forma de vestir de Andrea Fabra,  que viene de una familia que manda en la Diputación de Castellón desde hace 140 años,  me llega mucho más que la experimental de ciertas políticas progresistas o que las ascéticas formas de cubrirse los cuerpos o de horadarse la piel, con pírsines, de algunas radicales. Y tiendo a disculparla y me da por pensar que con su frase “que se jodan”, dedicada a parados u opositores, lo que ha querido decir, como cristiana vieja, es que los subsidios no se deben institucionalizar. A los que manda a la mierda como subsidiados, luego los recoge y atiende en la parroquia como pobres. Y así se va ganando el cielo que hasta ahora, y con tanto empoderamiento sindical, no había manera de encontrar un grupo de menesterosos que llevarse a la boca para optar al cielo a golpe de buenas obras.
El aspecto de las damas de derechas, no es que me ponga, siempre,  pero sí me tranquiliza. El relajamiento crítico, que me hace tascar el freno de la malevolencia, y  la mirada comprensiva que les dedico, nace de mi sintonía de clase y de mi educación estética; he de decir, y espero que se me valore la sinceridad, que me asusta más una mujer fea y mal vestida que una guapa y rubia, perfectamente conjuntada. Con ropa cara, elegida cuidadosamente, donde no se desprecian los trajes de chaqueta, los pañuelos de seda, las faldas entalladas y los zapatos de prudente tacón cuadrado. Me pasa como con los jefes nazis guapos de las películas: resulta inverosímil verlos disparar indiscriminadamente sobre los prisioneros del campo de concentración. Y matar a niños, ancianos, mujeres o a cualquier joven hermoso,  aunque demacrado, que se les ponga a tiro. Jamás se espera que de la belleza se siga daño.  Los asesinos han de tener las uñas sucias, la cara tachada por varias cicatrices, faltarles dientes y mirar de soslayo. Lo bello ha de ser bueno y lo bueno ha de ser bello (aquí el imaginario colectivo se permite una cierta licencia e inventa lo de que los feos,  si buenos, son dueños de un interior hermoso que manifiesta su excelencia constantemente en acciones meritorias).
Por eso, desde que Andrea Fabra, miembro también de una familia de derechas de toda la vida, dijo lo que dijo, busco en sus fotos, sin hallarlos, los estigmas de la maldad. Pero no encuentro nada más que la confortable belleza de las amadas de Petrarca o Garcilaso. Nada en su exterior delata brutalidad o insania. Acaso esta guapa moza esté echada a perder por dentro. Sólo un escaneo delatará la fealdad de su alma.

miércoles, 18 de julio de 2012

Recortes de lata

Lady Godiva de John Collier

Algunas palabras están hoy muy mal vistas. ‘Recortes’ es una de ellas. Pero no siempre fue así,  en los años 50, uno de los oficios rentables era el de chatarrero. La gente en cuanto tenía dinero, se construía un chalé con piscina y se hacía llamar de don. Don Aurelio, el chatarrero que yo conocí de niño, pese a tener enfrente de su empresa el chalé más moderno de Granada, el de cónsul alemán, entonces muy visitado por los emigrantes, con escalerillas aladas y hechuras cubistas, se construyó uno rural, en Cájar, para pasar el verano; de una sola planta y con una alberca, a la que llamó piscina, en la que incluso los niños, amigos de su hijo, hacíamos pie. Jugaba don Aurelio al dominó, en el patio de su chalé. Cuando el contrario recibía buenas fichas, el chatarrero lo ponderaba proclamando que el puñetero tenía “hasta recortes de lata”. Entonces el significado de ‘recorte’ era positivo.
La palabra ‘rescate’ no goza hoy de ninguna popularidad. Molesta tanto como ‘banquero’, ‘político’, o ‘primas de riesgo’. Pero en mi casa, no se tiraba ni un trozo de pan, por muy duro que estuviese. Al pan se lo distribuía por estratos en la despensa de la cocina. Se ‘rescataba’ el más duro, el de los estratos prehistóricos, y se le sometía a un proceso de reblandecimiento en líquidos emolientes como la leche o el vino tinto de las bodegas Espadafor. Mi madre a cualquier trozo de algo fabricado con harina, por muy duro que hubiera cristalizado, le llamaba ‘mojador’ y decretaba su ‘rescate’ para el consumo familiar.
Todo se aprovechaba entonces, se ‘rescataba’ de la cochambre y de la obsolescencia. La Universidad, al menos la Facultad de Letras en la que yo trabajaba por los años 60, estaba tan constreñida en el gasto como lo va a estar en los próximos años, tras los recortes en investigación. Como ayudante de Gramática Histórica, tenía que enseñar al alumnado, en mis clases de fonética, a fabricarse paladares artificiales para observar cómo ‘mojaba’ la lengua el paladar en la emisión de la ‘ñ’ o la ‘ll’. Empleaba una sustancia, la godiva, que había que reblandecer en agua hirviendo. En la mesa del aula en la que don Emilio Orozco, el prestigioso estudioso del Siglo de Oro español,  seducía a sus estudiantes con los versos de fray Luis de León, instalaba yo el mismo hornillo con el que me había cocinado, poco antes, en casa la sopa del almuerzo y una cacerola, ‘rescatada’ de mi trastero. Optimización de recursos. Si la mesa se empañaba con el hervor del agua, ahí estaba don Emilio al ‘rescate’, para devolverle su pulcritud y excelencia, con sólo susurrar algunos versos de Fray Luis“… ¿y tú [Pastor Santo], rompiendo el puro / aire, te vas al inmortal seguro?”.

jueves, 12 de julio de 2012

"Carmina o revienta"

A veces para dormirme imagino castigos que aplicaría a cierta gente. Nada especialmente cruel o gore. Pero sí ejemplares e insufribles para el sancionado. Durante mucho tiempo me recreé imaginando a Isabel Preysler vestida con un mono azul comprado en las Américas, tocada con un casco de albañil, cavando una zanja de varios kilómetros sólo durante seis meses, porque hay que reprobar el pecado sin acabar con el pecador. Pena accesoria, durante ese tiempo de purgación de sus presunciones, sería la de no poder gastar más de 30 euros en ropa, lavarse con jabón lagarto y usar sólo colonia de garrafa. Nada de pinturas ni de accesorios. También he soñado con Rosa Díez colaborando a excavar, con pico y pala, parte de los túneles del metro imaginario de Granada, vestida y peinada mucho más sencillita. Sólo le respetaría los bolsos, pero para acarrear piedras y escombros. He vislumbrado en mis duermevelas a muchos insolentes figurones del Ruedo Ibérico, sentados en un cine en sillas de hierro, fijados a los asientos con esposas y obligados a soportar l00 pases pedagógicos de la película de Paco León Carmina o revienta. Como no soy crítico cinematográfico, no hablaré de las bondades o de las carencias de la cinta. Sólo diré que lo que cuenta León en su película, con la ayuda de su hermana y de su madre, de una cabra y de una bruja parlanchina de juguete, que sólo funciona en los momentos menos indicados, huele tanto a realidad, a verdad de las de antes de que las palabras y las imágenes se prostituyeran para siempre, que podría turbar a todos aquellos personajes que en los últimos años han levitado, perdiendo de vista cómo viven personas como Carmina y su gente. Más bien, cómo sobreviven. Al que supere los 100 pases de la película, le aplicaría penas accesorias. A Dívar, por ejemplo, lo obligaría a cenar 100 noches en la venta de Carmina, jamón curado en cámaras frigoríficas y pipirrana. Sin velas, sin ostras, sin harén de seguridad, ante el que escenificar la parodia de un amor de lujo, con champán y langosta, costeados por el Estado. A Undargarín lo tendría un tiempo conduciendo por las calles Washintong la Dyane 6 de Carmina y manteniendo a su real familia con los 400 euros con que se extinguen poco a poco los parados de larga duración. Y a los presidentes del Congreso que se han gastado en su retrato más de 80.000 mil euros del Presupuesto cada uno, los condenaría a adornar las paredes de sus casas sólo con estampas de Fray Leopoldo o de Conchita Barrecheguren. No quiero que revienten, pero sí que caminen largamente con el peso de su vergüenza a cuestas

viernes, 6 de julio de 2012

¿De qué color es el alma?

PÁNFILO llevaba unos meses guisando. Aprovechó que su mujer se había apuntado por las mañanas a un curso de griego moderno y a un taller literario de décimas espinelas, para invadir el perfumado reino de las cocinas. Había conseguido, gracias a Arguiñano y a la Thermomix, guisar unas lentejas comestibles y un bizcocho que gozó de cierto éxito en los postres familiares. Finalizados los cursos, Pánfilo ha sido expulsado de la cocina, ha vuelto a la red y no ha tardado en dejar un comentario confuso sobre la cultura y las emociones en Almas bellas, una de mis entradas, en la que recogí manifestaciones racistas de Weber, el padre de la sociología, hechas en su visita de 1904 a Missouri. Me comenta Pánfilo que el sociólogo alemán, dueño sin duda de un alma blanca y bella, era incapaz de emocionarse ante un cuadro y que el placer que experimentaba mirándolo era puramente intelectual. O sea, de especialista, de entomólogo, de relojero al que le han llevado las piezas de un Omega mecánico, metidas en un sobre, después de que el menor de la casa lo desarmara con saña, en busca del tiempo escondido, y que disfruta armándolo con horas de trabajo, paciencia y sabiduría. No he entendido muy bien el comentario de este jubilado pegajoso. 

Lo que sí me ha hecho gracia ha sido la respuesta que Pánfilo le ha dado al sutil Trasindependiente, un bloguero irónico y generoso que también comenta mis entradas. Como Weber le niega el alma a los negros, y los trata casi de animales, Trasindependiente había glosado: "Pero, Pablo, ¿cómo va a conseguir tener un alma bella un tío más oscuro que la pez? Si es que no te fijas en las evidencias. Me parece a mí que tanta lectura te ha estropeao (sic). Gracias y saludos". Mi jubilado de guardia le ha contestado: "Trasindependiente, en la web de cine Filmaffinity, se resume el argumento de la película El negro que tenía el alma blanca de esta manera: 'Madrid, 1907. La llegada a la capital del famoso cantante y bailarín Peter Wald es un acontecimiento. Se presenta en el Teatro del Sainete y su éxito es apoteósico. Tan solo Emma se muestra fría y distante. Le genera rechazo por ser negro. Peter se ha quedado sin pareja de baile y le ofrece la oportunidad de triunfar a su lado, se ha enamorado de ella. A pesar de todas las atenciones, los prejuicios crearán una barrera insalvable'. Desde luego el que le puso el título a la película está de acuerdo contigo, Trasindependiente: hasta ahora, las almas bellas habían de ser necesariamente blancas, aunque después de la Copa de Europa, quizá algunas comiencen a ser rojas".