sábado, 28 de abril de 2018

Quevedo, las mujeres y las leyes

"Tiranos, ¿por cuál razón (siendo las mujeres de las dos partes del género humano la una, que constituye mitad) habéis hecho vosotros solos las leyes contra ellas, sin su consentimiento, a vuestro albedrío? Vosotros nos priváis de los estudios, por invidia de que os excederemos; de las armas, por temor de que seréis vencimiento de nuestro enojo los que lo sois de nuestra risa. Habéisos constituído por árbitros de la paz y de la guerra, y nosotras padecemos vuestros delirios. El adulterio en nosotras es delito de muerte, y en vosotros, entretenimiento  de la vida. Queréisnos buenas para ser malos, honestas para ser distraídos. No hay sentido nuestro que por vosotros no esté encarcelado; tenéis con grillos nuestros pasos con llave nuestros ojos; si miramos, decís que somos desenvueltas; si somos miradas, peligrosas, y, al fin con achaque de honestidad, nos condenáis a privación de potencias y sentidos. Barbonazos, vuestra desconfianza, no nuestra flaqueza, las más veces nos persuade contra vosotros lo propio que cauteláis en nosotras. Más son las que hacéis malas que las que lo son. Menguados, si todos sois contra nosotras privaciones, fuerza es que nos hagáis todas apetitos contra vosotros. Infinitas entran en vuestro poder buenas, a quien forzáis a ser malas, y ninguna entra tan mala a quien los más de vosotros no hagan peor. Toda vuestra severidad se funda en lo frondoso y opaco de vuestras caras, y el que peina por barba más lomo de jabalí, presume más suficiencia como si el solar del seso fuera la pelambre prolongada de quien antes se prueba de cola que de juicio. Hoy es día en que se ha de enmendar esto, o con darnos parte en los estudios y puestos de gobierno, o con oírnos y desagraviarnos de las leyes establecidas, instituyendo algunas en nuestro favor y derogando otras que nos son perjudiciales".


Don Francisco de Quevedo: "LA FORTUNA CON SESO Y LA HORA DE TODOS"


jueves, 26 de abril de 2018

El fireware de la ignorancia

A mí no me preguntes...
En los estudios sobre los animales sociales, como los lobos, el término "alfa" designa al individuo con mayor rango en la comunidad, a quien los otros siguen. Al Rajoy, el espécimen español que acaba de inmolar a Cifuentes, quizá fuera más preciso llamarlo "macho alfalfa", que es aquel que niega la pastura a sus adversarios; y a los suyos, se la da o se la quita, según le conviene. Sucede que los machos alfalfa -hay también hembras alfalfa, como Susana Díaz o Carme Forcadell- protegen a sus capataces, poniendo en peligro, incluso, a la propia manada. ¿Por qué? Porque los segundones actúan como gaviones, que es como se llamaban en mi pueblo a los muros de contención fabricados con piedras muy pesadas, y encorsetadas en poderosas mallas de alambre, que se ponían en los lugares por los que podía entrar el río Genil e invadir los sembrados y arrastrar las tierras feraces de la Vega. A veces, las aguas del río bajaban tan bravas que arramblaban con todo. Las turbulentas aguas de la corrupción están dejando al Partido Popular sin tierra fértil en la que sembrar sus vanas promesas y al país, cada vez más pobre e indignado. Pero el macho alfalfa resiste. Argumenta, tras cada riada, que él no sabía nada de lo que hacían sus manigeros. Y se los echa a la manada para que los destrocen. Alguien sostenía, delante del escritor Francisco Ayala, que la mayoría de los intelectuales alemanes no se habían enterado del Holocausto. Ayala, después de oírlo con atención, pronunció una sola palabra: "Todos". Cuando oigo a Rajoy, u a otros presidentes o secretarios generales de los partidos, afirmar que no sabían nada de cómo llegaban los dineros a sus formaciones ni de cómo se gastaban ni del trapicheo y la mierda en que ha degenerado la financiación de los partidos, digo como Ayala: "Todos" lo sabían y lo saben. Son los primeros en saberlo. Ese es el 'pacto-cortafuegos', establecido para la supervivencia de los partidos y que los responsables últimos conocen mejor que nadie y sellan los primeros. Consiste en que, cuando se hunde el Tititanic, siempre hay una barcaza preparada para que el capitán se salve e ice la bandera de la regeneración. La barca salvavidas se llama Ignorancia. La última arrojada a los tiburones: Cifuentes, la política que, como no se corrompió, ha tenido que robar unas cremas para sobrevivir.

martes, 24 de abril de 2018

El marido de la escritora (folletín del 36)

Revista Lecturas, diciembre 1936

ESCENARIO: elegante gabinete-tocador de una dama. Lujo, confort, buen gusto. La dama, ante  un espejo que refleja entera su esbelta figura, se contempla satisfecha. Es rubia auténtica y contrastando con el oro brillante de su cabellera, de rizos cortos, artísticamente peinada, los ojos negrísimos, rasgados, pasionales, ojos de gitana o zahorí, resaltan sobre la blancura mate de su tez de seda, bajo la curva elegante de las cejas y la sombra romántica de las pestañas obscuras. La boca, sin ser pequeña, es de rasgos estéticos, y los labios muestran un discreto retoque rojo.
Un traje de noche, de terciopelo color vino de Burdeos, se ajusta a sus caderas modelando sus formas esculturales. Ampliándose hacia las rodillas, cae en artísticos pliegues hasta la alfombra. El cuerpo se reduce a la más mínima expresión. Costados, espaldas, hombros y brazos, quedan completamente desnudos; por delante, la tela cubre todo el pecho dejando un pequeño escote; vista de frente, parece vestida; vista de espaldas, sólo una cadena de plata une la tela del delantero con la cintura pasando por los hombros. Pendientes de rubíes son las únicas joyas que completan la toaleta.
Unos discretos golpes dados en la puerta la distraen de su muda contemplación.
—¡Adelante!— dice, y otro bello ejemplar del género humano aparece en el dintel.
Es un caballero de aventajada estatura que aún no ha cumplido los treinta años. Moreno, perfectamente afeitado excepto un pequeño bigote que sombrea levemente el labio superior de su boca sensual. Viste con irreprochable elegancia de frac y lleva en la mano, aristocráticamente formada, unos guantes blancos.
—¿Estás lista?— dice risueño, mientras recrea sus ojos en la espléndida belleza que tiene delante.
—;Lista!— repite ella inclinándose hacia una butaca para coger la capa de armiño que completa su elegante atavío.
Entonces repara él en la desnudez de su esposa y dice contrariado:
--;Espera!—
Ella comprende; le ha bastado la voz, el gesto, se vuelve hacia él lentamente, en definida actitud de rebelión.
—¿Te has visto por detrás?— pregunta el marido frunciendo el ceño.
—;Claro que me he visto!— dice displicente y tranquila.
—¿Y estás dispuesta a mostrarte así en el baile? —Creo que no vamos allí a rezar el rosario.
—Pero tampoco me parece que' vamos a una bacanal.
—¡Armando!
—¡Luisa Fernanda!... me prometiste desterrar ciertos atrevimientos y lo que has hecho es exagerar la nota. ¿Quieres decirme por qué?
—Para que no vuelvan a suponer que me dedicaba ahora a catequista.
—¡Eso no es cierto!
—¡Muy correcto!
—Tú me obligas a ello. Me dijiste que habías llamado poderosamente la atención y que tus amigas te habían pedido la dirección de tu modista. O mentiste entonces, o mientes ahora.
—;Qué palabras más gruesas!
—;Déjate de ironías! Sobre todas las opiniones está mi opinión; la que tú debías tener más en cuenta, y demasiado sabes que aquel vestido, dentro de los cánones más rigoristas de la moda, se acercaba todo lo posible a la decencia.
—¿Nada más que lo posible?— repite despectiva.
—Nada más rotundo—. Yo no soy rigorista, ni exigente, ni mojigato. Te permito algo más de lo que debe permitirse, porque donde tantos pecan pierde importancia el pecado y se hace el ridículo si no se sigue en algo la corriente. Por desgracia debemos soportar, aunque nos molesten, ciertas imposiciones sociales, pero de eso a que mi mujer, ¿oyes?, mi mujer, pueda confundirse con... ciertas mujeres... ¡no!
--¡Lo dices en un tono de mando que quita todo deseo de obediencia!
—Estoy harto de decírtelo en todos los tonos, menos en el que pueda parecer falta de respeto. que se merece toda mujer propia que no haya desmentido que es una señora... (Continuará, Dios mediante)
-3-

miércoles, 11 de abril de 2018

Piedad borroka



El justo juez
La vida española se está judicializando. La Justicia, con su lentitud proverbial, se ve como la última tabla de salvación de aquellos, sobre todo políticos, que han sido cogidos en un renuncio y que tendrían que dimitir, avergonzados. Ellos utilizan la justicia como burladero para seguir un tiempo más en el cargo, bien para destruir pruebas o para seguir disfrutando del poder. Pero no sólo la vida se judicializa, también la muerte que, según dicen, va a denunciar a los cuatro ministros que en Semana Santa pregonaron que eran sus novios, sin declarársele ni pedir su mano ni, valientemente, consumar la boda;  tan descorteses como el torero Dominguín, más interesado en escapar de la cama en la que había yacido con Ava Gardner, para ir a pregonar su hazaña ante sus amigotes, que en quedarse con la diva a consumar la faena. Muchos jueces, ante el colapso de los otros poderes del Estado, no ven mal esta judicialización y han dado en aplicar las leyes fantasiosamente. Lo último: considerar terrorismo las protestas de los CDR (Comités de Defensa de la República). Me asusta la idea de que un juez imaginativo considerara terroristas la Semana Santa: Se invaden las calles. Atruenan la ciudad con cohetes y marchas, queman cera que provoca resbalones y caídas, despiertan niños, aterrorizan ancianos, no dejan terminar sus másteres a los estudiantes....Piedad borroka, fabularía el magistrado que la juzgaría misionera y fanática. Lo único que nos faltaba es que nos quitaran la Semana Santa en Andalucía, con la de dineros que atrae y la cantidad de puestos de trabajo que crea. Y que se nos vayan  Bankia , la Caixa y alguna churrería del centro. Y lo que es peor, ¿dónde colocamos a los licenciados parados, con sus másteres y carreras de verdad, y que ahora se apañan, los que no se nos van al extranjero, sirviendo copas a los turistas? Vamos a pensárnoslo mejor lo del terrorismo, para que cofrades y los CDR no terminen en campos de internamiento. A los dos  colectivos les mueve un buen fin. Unos queman cera para obtener la salvación eterna, los otros neumáticos para la salvación terrenal de los que se han quedado sin camas en los hospitales y sin maestros y escuelas de cemento y ladrillos, porque el dinero, en lugar de usarse para atender a los ciudadanos, se dilapidó en comisiones, rescates de autovías ruinosas y bancos buitre. ¡Que no se judicialice el aire que respiramos!

jueves, 5 de abril de 2018

Gemelos en Podemos


El día 31 de marzo, Irene Montero informó de que Iglesias y ella van a ser padres. El comunicado en Facebook va dirigido a una humanidad que, pese a contar ya con más de 7.500 millones de personas, esperaba anhelante la buena nueva. “Quiero compartir con vosotros vosotras”, comienza solemne la diputada, “que Pablo y yo hemos emprendido un camino que en los próximos mesesrevolverá nuestras emociones… Estoy embarazada de de casi 13 semanas, y dentro de mí crecen dos criaturas...”. No es que llegue a la solemnidad del “Habemus Papam, proclamado desde la ventana del Vaticano, tras la elección de un nuevo pontífice, por el cardenal protodiácono, pero se le acerca. Sin apearse de la excelencia,  Montero, donde las mujeres se contentan con  decir que el parir les cambiará las vidas, ella deja caer “poco a poco aprendo que la maternidad es un proceso tan hermoso como intrincado”. De los embarazos y de los partos se ha dicho de todo menos que fueran un proceso intrincado. Ya pasó cuando se jubiló Benedicto XVI. Se dijo entonces que se retiraba a Castel Gandolfo a meditar. Nada de retirarse a envejecer en una residencia de ancianos en la que defender un territorio devastado por la edad y la enfermedad y a sentarse por las mañanas en su carrito, pegado a las paredes del enorme salón de usos múltiples, a comparar la degradación del propio cuerpo con la de los otros residentes. Ni hablar. El papa emérito se retiró a meditar, atendido por tres monjitas que, seguramente, se turnarán a lo largo del día en vigilar sus achaques y en administrarle medicación e higiene. Pero Montero conoce bien el paño y, aunque se declare republicana, sabe muy bien que también hay que expresarse en lo que podríamos llamar el registro de la normalidad que tan bien usan los Borbones. Ella es feminista y usa la “@” para referirse ahombres y mujeres. Pero no es una feminista capa-hombres. Todo lo contrario, su feminismo es transversal einclusivo. Tanto que termina su comunicado en formato Sálvame: “Pablo es el mejor compañero para todos y cada uno de los días que vienen”.  Me muero de ganas de ver la ecografía de sus gemelos. Leyendo La montaña mágica de Thomas Mann aprendí que, ya desde 1925, llevar alguna plaquita de rayos X de la amada en la cartera para enseñársela a los amigos da mucho gusto. Y una ecografía, más.