miércoles, 27 de julio de 2016

La levedad de un cachete

Muchas mujeres se quejan de lo agresiva que puede ser la mirada del hombre. Leí en el blog de una chica una relación detallada de quién te mira y de cómo te mira, desde el taxista que te deja a las puertas del aeropuerto con tu maleta, hasta los pilotos que clavan sus miradas en tu cuerpo cuando subes las escalerillas del avión. También hay sexólogos que, pese a ser conscientes de lo desagradable que resulta que te mire quien tú no quieres que lo haga, valoran extraordinariamente la mirada que el hombre dirige al cuerpo de la mujer. Estamos hablando de la mirada, no de otro tipo de actitudes claramente violentas o de acoso, sólo de la mirada, que no siempre resulta molesta o insoportable. A los hombres les gusta el cuerpo de las mujeres y, en ocasiones, a las mujeres esa mirada de admiración y las caricias que suscita, si hay acuerdo, les provocan efectos extraordinarios. “Lo específico de la mirada del hombre sobre el cuerpo de la mujer”, según la ensayista Nancy Huston, “es que es involuntaria, innata, que está programada en el «disco duro» genético del macho humano para favorecer la reproducción de la especie, y por lo tanto es difícilmente controlable. Sus repercusiones son incalculables y en buena medida se subestiman”. Por ejemplo, las adolescentes -¡con lo que rajamos de ellas!- acaban de descubrir un procedimiento de fomento de la lectura de una eficacia innegable. Conscientes ellas de la repercusión que sus cuerpos iridiscentes provocan en los varones, han decidido, primero, utilizar unos pantalones tan cortos que dejan sus cachetes al aire y, segundo, tatuarse en torno a esta zona de su cuerpo todo tipo de lemas e inscripciones que, a buen seguro, van a ser más leídas este verano que los sonetos de Garcilaso. Si lográsemos introducir el cachete tatuado dentro de las campañas de incitación a la lectura, podríamos obtener unos resultados sorprendentes. Ya se intentó que la gente leyera poesía, pegando poemas de escritores célebres en los cristales de los autobuses urbanos, y aquella iniciativa acercó a muchos granadinos a los grandes poetas, pero si tatuamos el cuerpo de las adolescentes con poemas completos de Campoamor o de Nicasio Álvarez de Cienfuegos, el éxito puede ser espectacular. Para empezar, y siempre desde la humildad del aficionado, he comenzado a adaptar algún soneto de Garcilaso para que pueda aparecer escrito en las piernas de las chicas. Estoy puliendo el Soneto XXIII de este poeta renacentista para adecuarlo a la levedad de un cachete. Tengo los dos primeros versos: “En tanto que de frases y apotegmas, / adornas tus cachetes, niña mía...”. Si no me abandona la inspiración, burla, burlando, completaré los 14 versos que dicen que es un soneto.

domingo, 24 de julio de 2016

Los daiquiris, armas de consolación masiva

Mojito
LAS cosas no han ido por donde algunos querían. Bertín Osborne tiene mucha más audiencia que Cañamero, los papas reúnen más gente en sus encuentros con la juventud que todas las salas de teatro off del país, las sesiones de poesía o las lecturas anuales del Quijote, juntas. La duquesa de Alba arrastró a su funeral a 70.000 sevillanos. Las clases populares, hoy "gente", prefieren embarcarse en las carretas, esos yates de la emergencia, y acudir al Rocío, masivamente, mientras que se apartan del 1 de Mayo o de las protestas por malos tratos a las mujeres. La revolución a la que aspira cualquier obrero es a tener trabajo, con contratos basura, temporales y sin derechos. Los europeos preferimos poner a los turcos de gendarmes para que no pasen los emigrantes, antes que solucionar los problemas de los países pobres o destrozados por una guerra. El PP obtiene más votos en las últimas elecciones que en las anteriores, pese a que a nadie se le escapa que es uno de los partidos más corruptos de España. Una sensación de abandono y de desánimo acogota a los, hasta hace pocos años, luchadores por las libertades, por los derechos de los trabajadores, por una sanidad pública bien atendida o por una escuela de calidad. No es conveniente condenar a nadie porque las masas hayan decidido, antes de tomar el Palacio de Invierno, tomarse unos daiquiris, fumarse unos porros, contentarse con una sexualidad industrial que, copiando el modelo macho, se apunta a la comodidad de apagar los ardores sin esfuerzo, antes de comprometerse en relaciones demoradas y cuidadosas mucho más satisfactorias. Y digo que no se culpe a nadie, porque es una tendencia de la que sólo se libran los enfermos graves, los impedidos o los ancianos. Y algún anacoreta extravagante. Disfrutar, disfrutar, cuándo y dónde se pueda. Un disfrute que no se procura sostenible, sino arrasador. Pero todavía los hay que siguen luchando. Sus armas: algunas camisetas con lemas o imágenes. La esperanza que suscitó Podemos se ha venido abajo por culpa del brutal, y esperable, rechazo de lo que ellos llamaron "la casta". Y, sobre todo, por la bisoñez de profesores convertidos de la noche a la mañana en políticos sabelotodo, con muchos librillos y muchas fórmulas, algunas contradictorias. No quisieron aceptar que la mayor parte de los votos les venían de la ira de los golpeados por la crisis y por la rapiña y no supieron zafarse de los argumentos tramposos de los que temían ser desplazados de sus empleos y de sus corruptelas y que los acusaron de estar ya construyendo las checas para encerrar, torturar y exterminar a banqueros y ladrones en cuanto ganaran las elecciones. Esperemos, como mi Títa María proclamaba en épocas de desconsuelo, que el Señor nos lo dé por otra parte.

jueves, 14 de julio de 2016

Parada biológica

Cardumen
CUANDO la temperatura en Granada llega a los 40 grados, no se me ocurre nada de qué escribir. Debería entonces entrar en parada biológica, tomarme un mes de descanso e intentarlo de nuevo en setiembre. Sí yo, que voy mucho de escuchar a la gente, hubiera tomado nota de lo que me dijo hace una semana un viejo pescador de El Palo de Málaga, mirando al mar, sentados en un banco del paseo marítimo, a la sombra de un árbol y refrescados por un suave levante, no me vería ahora en esta tesitura. 

El marinero, de cara surcada por profundas arrugas que, incomprensiblemente para mí que tengo barba, estaban perfectamente rasuradas, me contaba cómo se habían cargado la pesca en la bahía de Málaga por no practicar los dos meses de "veda" que sí respetan en Huelva y Cádiz, donde todavía se puede pescar con provecho. Ni las sardinas de los espetos ni las gambas ni los langostinos que consumen los malagueños y los turistas proceden de la bahía, otrora fértil. A mí, quizá, me vuelvan las ideas, si es que alguna vez las tuve, después de una pausa. Pero mientras vuelven o no vuelven, pensé seguir el consejo de un amigo de la nube: "Cuando uno no tiene nada que decir, lo mejor es decirlo con las palabras más pulidas". Estaba redactando, para salir del paso, una columna insustancial y muy pulida sobre las metáforas frutales, a partir de las variedades de tomates conocidas como "huevo de toro" y "corazón de buey", cuando cayó en mis manos la última obra del pensador esloveno Slovoj Zizek, La nueva lucha de clases, que me ayudó a comprender lo que me estaba pasando y a superarlo. 

Simplemente estaba pasando por las cinco fases por las que pasa el enfermo al que comunican que sufre una enfermedad terminal: lo primero, como el enfermo sentenciado, negué el hecho: "esto no me puede estar pasando a mí que normalmente no tengo problemas para escribir mi columna" (1). Después, me atrapó un cabreo enorme y me dije: "¡coño!, ¿por qué me pasa a mí y no al puñetero de Pérez-Reverte?" (2). Inmediatamente, nació en mí la esperanza de poder redactar las 2.400 palabras de mi columna (3). Pero al constatar, siete horas después, que la pantalla del ordenador seguía en blanco, experimenté una cierta depresión y me dije: "¿para qué preocuparme si nunca volveré a escribir?" (4). Acepto lo que me pasa (5). Una cierta tranquilidad me envolvió entonces y comencé a imaginar a qué dedicaría mi tiempo libre. Y una luz brilló al final del túnel: me dedicaría a lo que más me gusta: practicar con todos mis proveedores, desde mi ferretero, Antonio, hasta la acogedora y protectora droguera de La Zubia, un benevolente populismo de escuchar y asentir, que tan buenos resultados me da a la hora de obtener los productos que necesito para mantener mi territorio más o menos aseado y guarnecido. "¡Más se perdió en Cuba!", me dije entonces.


jueves, 7 de julio de 2016

Prohibido inmiscuirse en la historia de los hombres

Dos noticias. Primero, la mala: no puedo ocultar por más tiempo que ni todas las madres son buenas ni todos los gatos cariñosos ni todos los perros fieles ni todos los hombres monógamosAhora viene la buena noticia: quizá sea la más interesante, por menos sabida: que no todos los guardiaciviles son tan severos como lo era el cabo Colomera, el civil que patrullaba por la Carretera de la Sierra cuando yo era niño y que me estropeó algún viaje en bicicleta a Pinos Genil, por no llevar faro,  y la caza de gorriones en las alamedas de Cenes, sin importarle la modalidad de caza que utilizásemos. No se podía cazar el gorrión con linterna al anochecer ni con liga. El gomero, tampoco nos lo consentía aquel severo gendarme. Estaba empeñado en inmiscuirse en la historia de los niños.  Más o menos como Superman que, pese a al mandato expreso de su padre de no entrometerse en la vida de los hombres, no dejaba de desobedecerlo, salvando a todo lo que se le ponía por delante y exterminando a lo que hubiera que exterminar: cambiando el destino de la humanidad. Al modo de un Jehová tonante. Y es que eso de ser Jehová, o de sustituirlo, mola mucho. El propio Echenique, secretario general de organización de Podemos, al que hay que suponer un poco desligado del relato bíblico, amenazaba hace poco con inmiscuirse totalmente en la historia de su partido “extirpando las malas hierbas” (“la cizaña” según Mateo 13:24-52), que ha impedido que en su partido haya crecido la buena semilla, la del poder, en las últimas elecciones. Pero los nuevos guardiaciviles, más que imponer, negocian, dejan un resquicio para que el infractor cambie su destino. Con los guardias lo peor es ponerse chulo y conducir una motaco o un lamborghinicon una chica guapa de copiloto. Pero si te pones humilde y arrepentido y, sobre todo, si echas mano del paisanaje o de elementos axiales del melodrama familiar, es muy posible que te libres de la sanción. Si no llevas casco, lo mejor es alegar que con el calorín te ha dado una fogaráque compromete tu salud. Si vas con una chicadespampanante en un lamborghini, mejor decir que estáis recién casados y que estáis loquitos por llegar a Santander a consumar. Si te has tomado tres cervezas 1925 de Alhambra y vas en el escúter, con tu mujer de paquete, a punto de mataros los dos, lo procedente es informar al guardia que te hace soplar, que os acaba de avisar la canguro que el bebé tiene 40 de fiebre y subiendo. El agente, sobre todo si es joven,  con la denuncia rellena, a falta sólo del grado de alcohol en sangre, te mandará a darte un paseo y te sugerirá que respires profundamente, que no fumes y que vuelvas dentro de una hora para hacerte de nuevo la prueba. Lo sorprendente es que este ánimo compasivo y pactista que se da entre la poblaciónno alcance a la corte de gigantes y cabezudos electos, empeñados en chocar entre ellos de forma suicida.
Resumen: La peor noticia de todas: la gente pacta en el día a día, pero a los electos les cuesta trabajo hacerlo.