El Campeador
La conquista de España hay que empezarla por el Sur, como
manda la Historia. Como Muza, el Cid Abascal lo va a intentar desde Andalucía. “¡Han entrado los moros en
España!”, se lamenta Agustín Serrano de Haro en su libro “Guirnaldas de la
Historia” (1947), subtitulado Historia de
la cultura española contada a las niñas. Y por si las niñas no se han
asustado lo suficiente con la incursión africana, precisa: “España, casi
entera, es sometida al despotismo de una raza extraña, fanática y brutal que ni
comprende ni quiere la luz del Evangelio…Un califa había dicho: «nosotros
debemos comernos a los cristianos y nuestros hijos a sus hijos». ¡Qué espanto! Pero no comparemos a VOX con
estos moros. Hay moros buenos. Y los del Cid Abascal, los que quieren implantar
su primer reino de taifas en Almería, son hasta ecologistas. Respetuosos con el
medio ambiente, van a hacerse con España a caballo, como Curro Jiménez se hizo
con la Serranía de Ronda. Así aparecen en un vídeo electoral: cabalgando
orgullosos las tierras del Sur, como los señoritos latifundista, antes del Land
Rover. Los nobles brutos dejarán el territorio totalmente cubierto de estiércol.
Cuando lleguen a Covadonga, la semilla
del bien germinará en el secarral de la patria gracias a las mierdas nutricias
de los equinos. Los moros son buenos o malos según convenga. Los moros que
ayudaron a Franco en el golpe de Estado (éste, sí) del 36 eran cojonudos. Por
lo menos para el falangista Agustín de Foxá que, en un romance aparecido en el
diario Patria de Granada, el 17/07/1936, después de pasear a los moros en los
aviones que los traían de África por las ciudades de Andalucía, mostrándoles
sus bellezas, los azuza contra el enemigo con estas palabras: “Que al otro lado
del monte / los hombres sin Dios te aguardan, / con tanques de oro judío / y
cien banderas de Asia. / Si mueres, Abedelazis, / sobre los surcos de España, no
el Zoco Chico de Tánger / celebrará tus hazañas, / ni el domador de serpientes
/ cantará sólo tu fama. / Los poetas de Castilla / te dirán en lengua brava: /
"También tienes tu lucero, / español de piel tostada." El mismo Abascal, si encuentra algún tabor de
regulares, de piel tostada, que le ayude a librar a España de “los hombres sin
Dios”, a lo mejor les arregla los papeles para que le hagan de guardia mora.