jueves, 28 de marzo de 2013

Muertos, hoyos, bollos

Giordano Bruno en el Campo dei Fiori
LOS intelectuales deben de pensar que sus reflexiones son muy necesarias para una humanidad caótica y alucinada que vive a salto de mata y de espaldas a la razón, guiada por los instintos y, sólo, ligeramente embridada por la cultura y la vida en común. El hosco y obvio significado del refrán "El muerto, al hoyo, y el vivo, al bollo", en manos de los profesores del Centro Virtual Cervantes, se domestica, como los guisos tradicionales llenos de tropezones y sobresaltos a los que la thermomix, un robot de cocina, convierte en papilla para ancianos o bebés desdentados. Lo primero que se advierte en la transcripción del refrán del Centro es lo bien que están puestas las comas. Sobre el guirigay del pueblo y sus refranes, la academia ha tendido su primer corsé: el ortográfico. Pero aquí no acaba la cosa, y, por si alguien no ha entendido el refrán, el Centro nos lo explica así: "Cuando alguien muere, los allegados al fallecido, por mucho pesar que sientan, han de atender sus asuntos y necesidades, entre ellas una tan básica como su manutención. Se aplica también este refrán para recriminar a quien se olvida demasiado pronto del muerto". Ahora lo entiendo mejor. Y me vienen a la memoria escenas de la plaza romana del Campo dei Fiori donde el fraile Giordano Bruno, en efigie, preside todas las actividades de la plaza. La visita a Giordano, quemado por la inquisición en 1600 por defender las doctrinas de Copérnico, es obligada para la izquierda. Una mujer, luchadora incansable por la libertad y la democracia en su patria, sentada delante de Bruno y de un plato de espaguetis le indica al camarero que los ha pedido sin tomate, el hombre grita a la cocina mientras retira el plato, "la donna non piace il pomodoro". Giordano, impasible, asiste al banquete de los que han ido allí a dolerse por su martirio. En Granada, los dueños de restaurantes y tabernas de la calle Navas temieron por sus negocios, cuando el Ayuntamiento decidió trasladar a la Calle Ganivet la tribuna de Semana Santa. Pero, uno de estos profesionales me confesaba ayer que no han perdido clientela y que, mientras que la efigie de un hombre destrozado pasa por Ganivet en lo alto de un mueble, bailado por jóvenes atletas, que así desfogan, la gente sigue comiendo boquerones fritos y berenjenas rebozadas en la calle Navas. El muerto, al hoyo, y el vivo, al bollo. ¡Qué rica sabe la comida aderezada con salsas fúnebres!

martes, 26 de marzo de 2013

Ursus y las Comendadoras de Santiago

Se necesitan más leones


Alguien, supuestamente anarquista, ha escrito en las tapias de Las Comendadoras de Santiago un deseo imposible: “Cristianos a los leones”. Por lo menos en España donde la población se declara, mayoritariamente, cristiana. ¿Habrá pensado el redactor de la pintada cuántos leones harían falta para acabar con todos los cristianos españoles? E incluso, si su deseo se reduce a que los leones se empleen sólo con los cristianos granadinos, ¿cuántos leones se necesitarían para este menester? Seamos condescendientes y pensemos que sólo pretendía el pintor callejero que los leones acabasen con los vecinos de la calle Santiago, ¿cuántos circos tendrían que prescindir de su número selvático más impactante y dedicar los leones que salen en él a comerse a los vecinos de esa calle del Realejo? Pero si el inflamado visionario ha pensado que los leones se coman sólo a las monjas Comendadoras de Santiago que atienden el Convento, que se lo vaya quitando de la cabeza, porque tendrá que vérselas conmigo, Ursus redivivo, interponiéndome, como el gigantón de Ben Hur, entre las monjas y novicias y las fieras famélicas. Aunque sea capaz de reunir a un elenco de leones suficiente. No tendré en cuenta que las Comendadoras hayan subido la docena de magdalenas, un euro, no sé si con motivo de la Semana Santa o al calor del nombramiento del nuevo Papa. Me olvidaré de que el kilo de roscos fritos lo han puesto a 15 euros. Y de que las humildes flores de sartén cuesten más que un ramo de gladiolos. Pese a todo a estas monjas, mientras a mí me quede aliento, no me las come un león desubicado, porque mientras que sigan haciendo las empanadillas de batata o de cabello de ángel y los borrachillos, confeccionados con una receta de una religiosa de la Alpujarra que la recibió en herencia de su tía María, ellas son tan sagradas como las fallas valencianas indultada por la presión de la comunidad hinduista local que no veía bien que ardieran sus deidades.

jueves, 21 de marzo de 2013

Los zapatos negros del Pescador


Yo comencé a estudiar para papa a los 11 años en el Colegio- Seminario de Almagro,  en cuyo Corral de Comedias  asistí por entonces, sin provecho alguno, turbado quizá por otros afanes,  a la representación  del  Gran Teatro del mundo de Calderón. Si hubiera prestado  atención al dramaturgo me hubiera planteado mi vida, desde el principio, como teatro y representación y hoy sería, si no papa, al menos, cura obrero con familia numerosa. De aquella época, conservo algunas fotos, la bolsa de la ropa que tiene bordado a mano por mi madre mi número de colegial, el 243, un cuarteto a la Virgen que apareció en el número de mayo de 1958 de la revista colegial Alba, del que solo recuerdo algunas palabras del cuarto verso –“…mil floridos mayos”, creo que terminaba el poema- y el gusto por el gregoriano y  las sopas de ajo. Mi uniforme  de colegial, aspirante a la Orden de Predicadores, era una réplica exacta, según constato ahora por las fotos, del de los papas. Quizá la tela no fuese de tanta calidad, pero estaba bien cortado, aunque a mí me quedó algo corto, por el estirón de la adolescencia.  Ni se me pasó entonces por la cabeza publicar estas menudencias.  Hoy las coge un adolescente guapo y bien alimentado, como el cantante canadiense de pop Justin Bieber, y le dan para varios capítulos de su Autobiografía. Las cuento ahora porque la insistencia de mucha gente en relacionar el color negro de los zapatos del papa Francisco con la humildad y la pobreza franciscanas me las han recordado. No dejo de oír, desde que el nombramiento de este argentino sorprendió a todo el mundo, que el color negro de los zapatos y la plata, en lugar del oro tradicional, del anillo del Pescador suponen un “giro copernicano” en el rumbo de la iglesia. Nadie ha olvidado los zapatos de color rojo que solía llevar en las grandes ceremonias  el elitista Benedicto XVI.  Yo también aparezco con zapatos negros en una foto que tengo con mi padre en las puertas del  convento de los dominicos de Almagro. No sé por qué, coincidiendo tanto con el actual papa, yo no he hecho carrera eclesiástica. La abandoné  porque creía que el sacerdocio era incompatible con la dulce proximidad de la mujer. Estaba equivocado: Benedicto XVI se ha retirado a Castel Gandolfo con cuatro monjas y el papa Francisco besó, urbi et orbi,  a Cristina Kistner. Si yo hubiera aprendido de Calderón que la vida es puro teatro,  ahora podría ser Paulo y pico. 

sábado, 16 de marzo de 2013

El Papa Francisco en la hoguera

El Papa Francisco en la ventana del "habemus"
Los medios de acallar al disidente, por ahora, en muchos países no son lo que fueron. Aunque la reacción de todo el mundo es callar al que discrepa o al que ridiculiza, no siempre se consigue. Esto depende del poder del ridiculizado o del criticado y del contexto político en el que se produce la crítica. Desde que este papa apareció en la ventana del "habemus" en el Vaticano, todo ha sido santificarlo en vida o denigrarlo y quemar su reputación. Los medios más poderosos de opinión que le son favorables se ponen tensos y "salen al paso" de las infamias, con un ardor guerrero que hace pensar que, de poder, no sólo saldrían al paso. Los foros ateos, la izquierda combativa e iconoclasta y laicos sin fronteras, por su parte, han confeccionado en pocas horas una lista con los horrores atribuibles a este hombre. A veces pienso que ellos creen en la posibilidad de que el oxímoron "Papa Bueno" puede disolverse, hasta el punto de que no sea incompatible ser papa con ser bueno. Seguramente que si este Papa nos hubiera salido papa de la liberación muchos de ellos se habrían convertido al catolicismo. Porque estoy viendo, y los episodios macrabros de la momia imposible de Chávez me lo demuestran, que la laicidad agnóstica y/o atea, necesita un papa que los guíe. ¿No es una alegría ver cómo por ahora - virgencica, vigercinca, que me quede como estoy- los que sufren viendo como se sacan presuntos trapos sucios de Francisco no puedan callar la disidencia con hogueras? ¡Si el pobretico de Giordano Bruno levantara la cabeza! Y la constatación de que nunca podremos agradecer suficientemente al Espíritu Santo el que este papa sea malo, porque los que estamos sin un líder que llevarnos a la primera fila, que es donde ondean las banderas y las antorchas ilustradas, no hemos librado de acogernos a su pontificado.

jueves, 14 de marzo de 2013

Los oficios más antiguos



Se dice que la prostitución es el oficio más antiguo del mundo. En el Código de Hammurabi, de hace 3700 años, ya se regulaba el derecho a la herencia de las prostitutas. Tan antiguo como la prostitución debe de ser el espionaje. Según la Biblia, el profeta Eliseo trabajó para el servicio de inteligencia hebreo. Utilizando la tecnología de entonces, la infiltración a lo divino, consigue enterarse, con la ayuda de Yahvé, que estaba muy de parte de Israel, de lo que se hablaba en la alcoba del rey de Siria e inmediatamente se lo soplaba al estado mayor del ejército judío que así conseguía adelantarse y desbaratar los planes del sempiterno enemigo siriaco. Parece que mientras que las meretrices vienen cobrando desde siempre, lo único que obtenía Eliseo por su trabajo era la satisfacción del deber cumplido, en beneficio del pueblo elegido. Pero prostitutas y espías han administrado de siempre el secreto de los hombres. Aunque es fama que las mujeres de ese oficio han sido más cuidadosas en la administración de los secretos de los clientes que los espías, al fin y al cabo, es su comer. Pocos clientes tendría la profesional del sexo que fuera por ahí contando los secretos de sus abonados. La prostitución, que fue menester sagrado en algunos pueblos, ha ejercido una cierta atracción sobre la intelectualidad española. Las novelas más importantes de la posguerra suelen albergar un prostíbulo. Y ahora, en la espesa versión de Amar en tiempos revueltos, que emite Antena3, uno de los hilos narrativos está ambientado en una casa de citas. Los poetas modernistas españoles tomaron como modelo, para describir un harén oriental, más los conocidos prostíbulos parisinos de principios del siglo XX que el serrallo del turco Bayaceto. La prostitución y el espionaje no se han visto afectados por la crisis. La feminista Nancy Huston, en su último ensayo Reflejos en el ojo de un hombre (2013),  afirma que la revolución del estatus de la mujer ha venido acompañada “del aumento del consumo masculino de carne pasiva, sumisa y colaboradora […] La versión de la belleza femenina que suelen consumir los hombres es la de la puta”.  Y la necesidad que sienten los políticos catalanes de espiarse los unos a los otros ha dado trabajo a los espías de la agencia Método 3. El espionaje se lo han pagado todos ellos con dinero público porque los detectives, a diferencia de Eliseo, el espía de Dios, sí cobran por su trabajo.

jueves, 7 de marzo de 2013

La España sumergida

La pelliza de mi Tía María
Creo que una parte importante de españoles ha pasado a la clandestinidad. Hoy he paseado por La Zubia y no me he encontrado a nadie que se le parezca a Falete o al ministro del Interior. Lo corriente es que la gente se dé panzazos en el agua –como los que practicó Falete el lunes pasado en el programa Splash- en la piscina municipal, en algún aljibe o en la playa, pero no en televisión. No quiero creer que todo lo bueno está sumergido y todo lo malo flotando en los medios de comunicación.  Porque entonces tendría que admitir que los que escribimos en los periódicos también flotamos en esa superficie cenagosa en que se ha convertido la vida pública y eso no es bueno para mi autoestima. Diré en mi descargo que no me gustan los grandes coches, porque no quiero que ninguno de los objetos que poseo sea más importante que yo. No me gustan los abrigos con cuello de terciopelo porque no quiero llevar encima cosas que pierdan eficacia en el altar de la presunción. Los cuellos de los abrigos o de las pellizas están para abrigar. Mi tía María aprovechó un buen abrigo largo de su esposo y, tras recortarle los faldones, le cosió en el cuello una piel de conejo que compró en el “Disloque”, casa de placer sostenible de mi pueblo que previamente había sido curtiduría de pieles. Tengo fotos en la Sierra con esta pelliza donde aparezco confortablemente contento, no sé si por lo que abrigaba la prenda o por la calefacción natural que una sangre joven aporta al cuerpo. No me gusta tener dinero en Suiza, porque carezco de tiempo y conocimientos para administrarlo.  Y sobre todo, no quiero ser ministro porque, como sucedió el lunes pasado, si hay que darle una mala noticia a la gente, te coge el presidente del Gobierno y te manda que digas una pamplinada reactiva como la que se le ocurrió decir el otro día al ministro del Interior sobre la baja productividad del matrimonios gay, como si en un mundo con cerca de 7 mil millones de habitantes, no hubiera que estar agradecido a los que no producen niños y están dispuestos a criar los ajenos. Luego supimos que el paro aumenta y nos asfixia y comprendimos por qué el ministro, como Falete, se vio obligado a darse un panzazo en los medios: era para disimular.  Cada vez, aunque no me gusten las generalizaciones, por falsas, estoy más convencido de que la España viable se oculta en las catacumbas y que sólo en ella habita la esperanza.

lunes, 4 de marzo de 2013

El tsunami de la vida

El ministro Fernández Díaz rechaza el matrimonio gay porque “no garantiza la pervivencia de la especie”. La supervivencia de la especie está garantizada por unas fuerzas que se nos escapan, felizmente. La religión Católica pese a promover estereotipos familiares poco productivos, como la Santísima Trinidad y el matrimonio en el que viene al mundo Jesús, con reproducción asistida, ha contribuido también, humildemente, a la superveniencia de la especie, con el celibato sacerdotal y la prohibición de las relaciones matrimoniales fuera del matrimonio canónico. Pese a los piadosos ministros del PP, ahora debe de haber sobre la tierra cerca de 7 mil millones de criaturas. No hay que preocuparse. Y en cuanto llegue la primavera, mi huerto, descuidado y ralo, reventará de plantas buena y malas, de vida. No sé si crecerán las cebollas, las acelgas y las lechugas que acabo de plantar esta mañana de mi mano. Quizá mi programa demográfico, a nivel hortalizas, le importe un pito a la incontinente Naturaleza. Ella va por libre y cada primavera o cada gesto de amor o de deseo corre el peligro de generar un tsunami de supervivencia. Eso no hay quien lo pare, ni siquiera este Gobierno generador cruel de parados. Ni quien lo tape con declaraciones "provocativas".