En las viejas sagas artúricas, Excalibur, la espada que da el poder al que la posee, es extraída de una piedra inculta en mitad del bosque. Sir Malory, el escritor inglés del siglo XV que consolida y canoniza las leyendas artúricas de Camelot y de los Caballeros de la Tabla Redonda, cristianiza totalmente la historia de Arturo, y el episodio de la extracción de Excalibur lo sitúa en el patio de una iglesia: la piedra inculta, ha sido esculpida, ha perdido las telúricas imperfecciones de cuando habitaba en los brumosos bosque precristianos y ha pasado a ser un cubo de Ikea, perfectamente tallado. Para entonces, el cristianismo se había engullido la mitología griega, convirtiendo a Eros en Jesús Niño y a Marte en un cruzado medieval. Del brumoso territorio de la infancia, les han llegado a 50 escritores 50 palabras, límpidas, como Excalibur, para que las domestiquen, las ahormen, las sometan, las esclavicen, las hagan florecer, las inseminen, las preñen, las explosionen, las esparzan, las diseminen…
Eso es 'Imagina cuántas palabras', un libro que nos habla del mundo de la infancia, de la educación de los niños, de su sometimiento, de sus epifanías como personas adultas, y de las máscaras y disfraces que el tiempo y la vida en común les obligarán a llevar. Y también de la esperanza de que la luminosa ingenuidad de lo nuevo no desaparezca totalmente cuando el niño crezca. De la misma manera que las palabras que entregaron a los 50 domadores del lenguaje, han renacido en este libro, sorteado el peligro de la obviedad, como textos refulgentes, émulos de Excalibur, la espada de Arturo.
Eso es 'Imagina cuántas palabras', un libro que nos habla del mundo de la infancia, de la educación de los niños, de su sometimiento, de sus epifanías como personas adultas, y de las máscaras y disfraces que el tiempo y la vida en común les obligarán a llevar. Y también de la esperanza de que la luminosa ingenuidad de lo nuevo no desaparezca totalmente cuando el niño crezca. De la misma manera que las palabras que entregaron a los 50 domadores del lenguaje, han renacido en este libro, sorteado el peligro de la obviedad, como textos refulgentes, émulos de Excalibur, la espada de Arturo.