miércoles, 28 de septiembre de 2016

Stop a la lectura

Me pregunta una bibliotecaria si el libro de Primo Levi “Si esto es un hombre” es una lectura adecuada para alumnos de Educación Secundaria. Sin lugar a dudas; es una obra que deberían leer los escolares, sus padres y sus abuelos, si es que aún no lo han leído. A los chicos no les va a pasar nada por leer un libro maravillosamente escrito que trata de la condición humana y de lo que pasa cuando nos enzarzamos en guerras para controlar las tierras y sus riquezas naturales, el petróleo, las naciones, las personas. Pasa que, esa capa delgadísima que llamamos “Civilización”, se despega como una tirita del todo a cien y debajo aparece lo más malo del ser humano, lo más ponzoñoso: el miedo y la furia. No les va a pasar nada a los estudiantes con su lectura, porque lo que cuenta Levi en su libro sobre la disolución de cualquier vestigio de dignidad en un campo de concentración nazi, sigue pasando hoy, con el mismo descaro y con la misma maldad. Refugiados que se venden a países que viven de eso, de hacinar y confinar personas en espacios acotados,  como Turquía o Libia, para que no lleguen a nuestra aseada Europa. Mafias que trafican con el dolor y la desesperación humana. No creo que los estudiantes vean en el libro algo que no hayan visto en las redes o en la TV.  Los libros ni ocultan ni desvelan el horror.  Pero la pregunta de la bibliotecaria no carece de interés, porque supone que los custodios de los libros les conceden una importancia de la que actualmente carecen. Todo no está ya en los libros. Los canales por los que les llega información a los jóvenes son múltiples e incontrolables. La pregunta tenía sentido en los tiempos en que los libros eran clasificados por los guardianes de la ortodoxia en buenos y malos. En provechosos o nocivos para ciertos sectores de la población. Cuando existía el Índice de libros prohibidos. Incluso Buda, sometido a un severo control parental, confinado por su padre en palacio, para que no conociera el dolor y la muerte, un buen día, ve pasar un entierro y comprende de manera súbita y brutal que el dolor y la muerte existen. En mi etapa de bibliotecario en un internado, con 13 años, me leí, primero, todos los libros que había en una alacena, protegidos por tela metálica y guardados bajo llave. La lectura me ha ayudado a sobrellevar situaciones extremas. Es un bien precioso. Hay jóvenes que leen sin que nadie se lo imponga. Que les gusta leer. Más de los que nos imaginamos y muchísimos más de los que leían antes. Para los que no leen, lo mejor es prohibirles que lean. Entonces sí que leerán el tremendo libro de Levi sobre el campo de concentración de Auschwitz y lo que les echen o, mejor, lo que les prohíban. Nada de facilidades. Stop a la lectura.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Los colegios andaluces, la masía de los votos de la Junta

Promesas dominicanas
SE parecen bastante el prospecto de propaganda de la Junta de Andalucía con motivo de la vuelta al cole y el folleto que los dominicos andaluces repartían por los pueblos, en los años 50, para reclutar seminaristas para su Colegio de Almagro. En ambos, hay fotos de niños entusiasmados con la vuelta al cole. En la propaganda dominicana, un niño dormido, "sueña con el porvenir". Y el porvenir aparece vestido de blanco, sobre la cama. Y no es la imagen de Gento, el extremo izquierdo merengue de entonces, sino el retrato de un niño vestido con una sotana blanca, muy parecida a la de los papas. En el panfleto de la Junta, también hay en la portada unos niños-objeto, muy felices, con el pulgar levantado, en señal de victoria. Seguro que estos niños también sueñan con labrarse un porvenir en su tierra, no en Berlín o en Londres, donde es posible que terminen cuando se gradúen. En ninguno de los dos textos queda claro quién pone el dinero. En el de la Junta, parece que sale directamente del bolsillo de Susana Díaz y no del contribuyente. Al menos, en la propaganda del seminario se dice que las familias deberán "contribuir a los gastos de manutención y estudio de los aspirantes según condiciones", es decir, según sus posibilidades. Lo de las becas, o como se llamaran antiguamente, lo inventó la Iglesia que recogía a los muchachos listos -aunque fuesen pobres- y los formaba a sus expensas. Los aspirantes ricos a las órdenes sagradas pagaban los estudios de los que no podían pagárselos, lo demás lo ponía de su propio peculio la Iglesia, principal beneficiaria de esta masia de santidad. En plan más laico, fue el humanista Erasmo de Róterdan el que planteó en La temprana educación de los niños (1528) que "la generosidad de los ricos viene obligada a socorrer a los ingenios bien dotados cuando sus precarias posibilidades económicas no alcanzan a que obtenga su total desarrollo la nativa capacidad intelectual". Sí advierto ciertas diferencias en el cumplimiento de las promesas que se hacen en ambos folletos. En el internado de Alma gro, pude comprobar durante cuatro años que casi todo lo que la propaganda prometía, se cumplían. Salvo el comer, que como no se prometía, pues se cumplía a medias. Los recortes han rebajado mucho las prestaciones de la Escuela Pública. Esto lo calla el prospecto publicitario de la Junta que sólo habla de logros. Nada dice que se han cancelado las Becas de Juventud que permitían a los estudiantes viajar al extranjero a estudiar en verano; de que no se sustituye a los profesores enfermos; de que se tarda en cubrir las bajas maternales; de que al profesor con baja médica, a partir del tercer día, le quitan dinero del sueldo pero no lo sustituyen; de que han aumentado las horas lectivas de 18 a 20 y que se trabaja más y gana menos. Calla el prospecto que se han perdido casi 7.000 profesores desde 2012 y que se intenta paliar el fracaso escolar castigando al profesor a rellenar infinidad de papeles cuando suspende a un alumno... En fin, el opusculito nos lo podían haber ahorrado.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

La CUP juega a los cromos

Antes del descubrimiento de la escritura, los reyes solían comparecer ante su pueblo para explicar sus decisiones. Dictaban leyes de viva voz, juzgaban a sus súbditos según esas leyes no escritas, decidían sobre la vida y la muerte de los hombres y mandaban degollar a los que se saltaban sus mandatos. Pero todo tenía que pasar en su presencia. No había piedras de Rosetta. Ni códigos de Hammurabi en los parlanchines tiempos de la oralidad, sólo la voz del rey y su recuerdo en la memoria de las gentes. Un “lo ha dicho el Rey “, solía bastar para dirimir conflictos y para que sus subordinados ejercieran la autoridad en su nombre, pero, al final, el rey tenía que aparecer, no en efigie, no en cuadro o pintura, en persona para constatar que se cumplían sus órdenes. Las tablas de la ley y los decretos vinieron después. Cuando se hubo inventado la escritura. Fue entonces cuando un listillo, atlético y con autoridad entre su gente, se subió a lo más alto de un cerro, un día de niebla, llevó con él un saco de dormir, un pellejo con agua, algo de pan y un trozo de cecina de cordero y se pasó unas noches desaparecido, después de amenazar con castigos tremendos a los que se atrevieran a seguirlo para meter sus narices en las brumas del misterio. A los pocos días, bajó de la montaña con unas piedras escritas y asegurando que aquellas cuatro letras toscamente esculpidas en el granito eran las leyes inmutables caligrafiadas en su presencia por el mismo Dios. Ahí comenzó la gran estafa, la tremenda sustitución de los dioses y de los reyes por escribas avispados, con dotes de escaladores, que aseguraban ser los propietarios del copyright de lo invisible. La escritura, y también las imágenes de las cuevas prehistóricas,  hicieron innecesaria la presencia de los dioses y de los reyes para ejercer su autoridad, sustituidos por pendolistas y dibujantes. Desde entonces, ni los dioses ni los reyes tienen por qué personarse cuando los invocan o los reclaman, para adorarlos a para abrasarlos. Parece que militantes de la CUP se tuvieron que contentar con quemar fotos de Felipe VI en la manifestación de la última Diada. Después amenazaron con seguir quemando imágenes del rey si “Madrid” se empecina en perseguir penalmente a los pirómanos. Incluso, según cantaron algunos en la manifestación, si Felipe VI  va por Barcelona, podría jugarse la cabeza. Es una manera infantil de echar balones fuera. El enemigo es Puigdemont, representante de la burguesía más rocosa y aprovechada de este reino. Lo tienen al lado, pactan con él, quizá le den fuego para que encienda un cigarrillo, si es que fuma. Pero quemar, quemar, sólo queman los cromos de “Madrid”. ¡Me cachis!

jueves, 8 de septiembre de 2016

Santa Tais, meretriz

Tais
Los santos más fáciles de beatificar son los contemporáneos, como Josemaría Escrivá de Balaguer, la Madre Teresa (aunque dudase de la existencia de Dios) o el mismísimo Juan Pablo II. Después, los mártires son también de fácil y rápida santificación. Siempre ha sido más fácil beatificar a un santo de la casa que uno de fuera. Quiero decir que sacerdotes, religiosos y monjas encuentran menos dificultades, en su camino hacia los altares,  que los seglares. Y, de éstos últimos, los varones virtuosos y castos acceden con más facilidad a los altares que las mujeres de iguales méritos. Más, los blancos que los negros, más, las blancas que las negras o de otros colores. En los cielos también priman los intereses y las banderías. Y desde luego, viene siendo preceptivo para ser santo haberse muerto. También se beatifica  a enemigos declarados del cristianismo, como San Pablo, aunque para ello se tengan que caer de un caballo, preferentemente en Oriente Medio. Hay, entre los santos, igualmente, pecadores insignes como San Agustín de Hipona o Santa Tais, meretriz. He podido comprobar con enorme satisfacción que la omnisciente Wikipedia, al relatar la vida de Tais, se olvida, después de citar muchas fuentes, de anotar la principal de ellas: “La leyenda dorada” del dominico Santiago de la Vorágine (siglo XIII). Eso de mojarle la oreja a la Wiki –la llamo así desde que le he perdido el respeto a causa de este olvido- da tanto gusto como que a Rajoy se le haya atragantado el nombramiento de Soria. En el tomo II de esta obra, editada por Alianza en 1984, es donde se narra la vida de esta mujer de virtud incierta, que me tenía revolucionados  a todos los mozos de la Alejandría del siglo IV con sus prácticas sexuales. Un abad, Pafnucio, que se ve que no tendría otra cosa mejor que hacer, la visitó, disfrazado de cliente, para ver de conducirla al redil. Pero la chica no encontraba dentro de la mancebía sala adecuada para mantener relaciones con el Pafnucio, porque a todas ellas –según Tais- llegaba la mirada de Dios. Por aquí le entró el abad. Le recriminó su conducta y le dijo que cómo, si creía en la omnipresencia divina, era posible que estuviera corrompiendo con sus habilidades a los jóvenes de Alejandría. Ella se arrepintió y vivió desde entonces encerrada en su habitación, sumergida en sus propias heces, haciendo penitencia hasta su muerte. La Universidad tiene, como la Iglesia, la cantera de santos dentro de casa, pero a veces eleva a los altares de los honores académicos a personas, como Miguel Ríos, que no pudieron o no quisieron hacer una carrera. Estos casos de captación de seres de valía, extramuros de la institución, me inspira esta bonita pregunta: ¿Quién sale más beneficiado, el diamante en bruto o la institución que lo acoge, pule y lo vende como suyo? Espero sus respuestas. Esto sí, tras la ola de calor que nos paraliza.

sábado, 3 de septiembre de 2016

El poder bien vale una mierda

A las puertas
EN 1939, el mundo estaba perfectamente compartimentado. O, al menos, así lo veía León Felipe, poeta exiliado en México. En su poema Cancioneta coloca, irónicamente, a cada uno en su sitio: "El burgués tiene la mesa, / la iglesia tiene la misa, /el proletario la masa /y el fascismo la camisa. / ¡Qué divertido es el mundo! / ¡Ay qué risa, ay qué risa! / Dando vueltas, dando vueltas / tan de prisa, / con la mesa, / con la misa, con la masa / y la camisa". Hoy, en Granada, las cosas no son tan claras. Salvo que entonces llegaba el tren a la ciudad y ahora no, hay cosas que parecen seguir igual que en 1936. Poco han cambiado los comportamientos sociales. Las mismas fiestas, la misma religión, los mismos hábitos de asociación y agrupamiento. La Virgen de las Angustias, las procesiones, las cofradías, el día de la Toma, el del Corpus; la juncia y el romero… ¡Y han pasado 80 años! Pero la mesa ya no sólo la disfruta el burgués; la misa la invaden, en ciertos días, los costaleros y los hermanos mayores; las masas ya no son de proletarios, sino de rocieros o de romeros; y las camisas, como signo de adhesión a un partido, casi ha desparecido, sustituidas por las camisetas de fibras especiales para la práctica deportiva y por las chaquetas de almirantes de los músicos. El modelo que ha triunfado no es el del obrero o el del revolucionario come curas. Porque las masas, inteligentemente, han optado por, en lugar de comerse a los curas, arrebatarles sus imágenes, ritos y funciones. La culpa de estos desvaríos de este columnista, tan alucinados, la tiene el rondó de elecciones sucesivas e interminables en el que estamos sumidos. Para huir de semejante disparate, me he dedicado este verano a leer revistas antiguas. Y en elLecturas de mayo de 1936, me he topado con una novelita rosa de la escritora granadina, nacida a finales del siglo XIX, Concepción Castellá de Zavala. Carlista, partidaria del golpe de Estado de Franco, conservadora y defensora de los valores campesinos, emanados de la Vega y que tanta importancia tenían en la Granada del principios del siglo XX; esta escritora publica ese año enLecturas el relato "La campana de la Vela". Me he quedado de piedra al leerlo: las clases emergentes de los últimos cuarenta años se han enfundado, no sólo los gigantes y cabezudos del Corpus, sino que han empapado y absorbido los modos de vida y los hábitos de representación social del éxito y del progreso, de los señoritos agrarios granadinos de los años 30 que tan bien refleja en su historia Concepción Castellá. Y el poder político y religioso, para no perder votantes y fieles, camina alicaído y triste tras los caballos y las carretas que, antes de iniciar el camino del Rocío, se despiden de la Patrona: y a la zaga, el arzobispo, políticos de todas las formaciones y el alcalde, ensuciando sus impolutos zapatos con las deposiciones de los nobles brutos. El poder bien vale una mierda.