lunes, 30 de agosto de 2010

Siete vidas, de gato, no bastan


La acción de una señora inglesa, sorprendida por una cámara de seguridad mientras que tiraba un gato a un contenedor, ha desatado una ola global de indignación. Menos mal que en mi casa no había instalada, por los 50, una cámara de tv: hubiera grabado a mi abuela tirando el gato al corral en numerosas ocasiones, no por capricho o maldad, sólo si se comía el plato de boquerones, antes o después de emborrizar. Los gatos en tiempos de privación han de echar mano de sus siete vidas, si quieren sobrevivir.

domingo, 29 de agosto de 2010

Más, menos, igual

 A la estupidez cateta de algunos políticos que disfrutan metiéndose con la gente del pueblo de al lado, burlándose de su manera de hablar o achacándole algún defecto congénito, casi siempre responde un natural de ese pueblo defendiéndose de las ofensas con tópicos parecidos. Si un político madrileño se mete con los andaluces, inmediatamente tendrá en frente a un andaluz que afirmará que “el pueblo andaluz además de laborioso y formal es el pueblo más antiguo de la Península”.  El asunto deriva en una batalla de lugares comunes. Me atrevo a añadir alguno más a la lista; por ejemplo: el ser humano es complejo. O bien, el tópico contrario: el ser humano, que es muy elemental, trabaja y se mueve principalmente alrededor de conceptos como "más”, “menos”, “igual". El pueblo más antiguo supone que hay pueblos menos antiguos y que hay pueblos igual de antiguos. También suele haber alguien que aleja meando  más que los demás y, por lo visto, alejar meando  más que los otros, a parte de ser cosa de hombres, es bueno. También supone que el concepto "pueblo" ha existido siempre. Que los turdetanos eran un pueblo, que ellos lo sabían y que actuaban como tal pueblo turdetano. Más o menos como las piedras milenarias. ¿Hay piedras que tengan menos de mil años? ¿Lo saben ellas? ¿Les importa? ¿Ha habido en la Historia de la Humanidad algún individuo que no haya pertenecido a algún pueblo milenario? ¿Hay pueblos milenarios? ¿Hay pueblos? ¿Te rebajan algo en el Mercadona por pertenecer al pueblo más antiguo? ¿Estará de acuerdo mi psicólogo en que yo reciba regalos de una gran superficie sin haber hecho nada para obtenerlos, simplemente por pertenecer a un pueblo determinado? ¿No me dará esto una visión distorsionada de la realidad y me hará más difícil, de lo que ya me resulta, circular por la vida social? Más que tú, menos que yo, igual que yo. Simpleza, complejidad.

miércoles, 25 de agosto de 2010

La gallina del abuelo de oro

Ayer, después de escribir el post "El bloguero no tiene quien le escriba la vida", me puse a buscar como loco un cronista que se encargara de contar la mía. Todos los que contacté me han pedido referencias: hechos hazañosos, apariciones en "Sálvame, si tienes riles", veces que le he dado la mano al Rey, novias que se hayan suicidado por mi causa... Nada de eso consta en mi magra biografía. Recordé lo que me dijo mi nieta cuando empecé a escribir la parte de mis memorias en la que contaba mi relación con ella: "Abuelo, ¿tú no eres famoso, verdad? No te he visto nunca en La Noria". Suspendí inmediatamente la redacción de esa parte de mi vida, pese a haberle encontrado un título que hubiese vendido muy bien. Como para relacionarme con la niña, cosa que no fue fácil al principio, tuve que recurrir a una gallina que nos presentara y nos sirviera de tema de conversación, había pensado titular mis confesiones, "La gallina del abuelo de oro". A mi nieta no le gustaba nada este título, porque prefería, y con razón, el de "Carlota", que es como ella había bautizado al animal. ..
Bueno, dejemos a Carlota y volvamos a lo nuestro. Tres posibles cronistas de mi vida han contestado que no, que no hay materia. Un cuarto, posiblemente en paro, me ha aconsejado que hable con el padre agustino que le ha llevado el proceso de beatificación a fray Leopoldo de Alpandeire, a ver si se puede inventar algo, milagro incluido, que me lleve a los altares de la fama y que luego seguiremos hablando. En eso hemos quedado.

martes, 24 de agosto de 2010

El bloguero no tiene quien le escriba la vida

Y la verdad es que hay vidas de blogueros que no carecen de interés. Acabo de leer un post  en el que el autor  informa de varios portentos: que ha oído hablar de mampostería, que ha tenido una niñera analfabeta, pero henchida de sabiduría popular y algún ex-alumno que ha llegado a catedrático universitario de Arqueología; también notifica que se considera un ciudadano medianamente instruido y de que es poco dado a comulgar con ruedas de molino. No le vendría mal a este bloguero disponer también de un cronista que fuese anotando estos prodigios. En la Edad Media, los nobles analfabetos dejaban en el testamento el encargo a sus herederos de que contrataran un cronista que les escribiera la vida. Los cronistas, a sueldo, solían exagerar, para agradar a sus señores, y más que historiadores, eran hagiógrafos. Es  raro encontrar a uno escrupuloso  y veraz. La invención de la imprenta y la progresiva desaparición del analfabetismo y de la nobleza,  permitió, a todo el que quiso, ser cronista de su propia vida, porque si no lo hacía él, lo más probable es que no encontrara a nadie que se la escribiera. Y nació la novela en la que los escritores cuentan sus propias vidas aunque parezca que cuentan las de otros.  El Internet, con los blog,  anima a los usuarios de las redes sociales a contar sus vidas.  En los post, el deseo de decir bien de uno mismo -por lo del instinto de conservación- tendría que aparecer tamizado por el pudor ( de nobis ipsis silemus [de nosotros mismos, mejor no hablar], recomendaba Kant), y si no hay más remedio que hacerlo, habría que atemperar los excesos laudatorios,  recurriendo a la captatio benevolentiae, es decir, a ganarse la benevolencia de los posibles lectores poniéndose uno mismo a parir, para merecer su perdón  por el atrevimiento que supone hablar bien de uno mismo o simplemente por la arrogancia de hablar de sí, bien mal, como si lo que se cuenta pudiera tener algún interés para los otros. Estoy convencido que el autor de la entrada que vengo comentando,  tiene  todo lo que dice tener, pero le falta un cronista que, sin exagerar, deje constancia de su rica biografía. Al tener que hacerlo él, sin persona interpuesta, la ha oscurecido, si es que no la ha podado de datos imprescindibles, y es una lástima porque se adivina detrás de sus humildes palabras una excelencia balbuciente y ejemplar que sólo espera a quién sepa contarla, sin complejos ni limitaciones.

sábado, 21 de agosto de 2010

Internet, la cuarta herida narcisista

Enredada. 
La Hiladora, foto de Eugene Smith(1954)

A los enredados , a los que disfrutan de las redes sociales -y quedan fuera de este privilegio más mujeres que hombres y muchísimos más pobres que ricos-, Internet les puede hacer creer que son omniscientes como el mismísimo Dios.  Esta prerrogativa,  junto con la de arreglárselas bien solo, que también se le atribuye a Dios, y el privilegio de poder comer todos los días, o el de no necesitar comida para ir tirando,  es de las más envidiadas por aquí abajo, casi tanto como la inmortalidad que se le supone al Altísimo,  característica ésta última que desde luego ofrece a largo plazo, si nos paramos a pensar, más inconvenientes que ventajas.  Porque Internet es, entre otras muchas cosas, una base inabarcable de datos y la vida humana es tan corta que ni aun conectándonos a la red nada más desconectarnos del cordón umbilical,  tendríamos tiempo para abarcar una mínima parte de su sofocante riqueza. Tocar la omnisciencia y topar con nuestros límites, esta es la última herida  narcisista que ha dañado al animal humano, no menos dolorosa que la que le infligió la Ciencia cuando descubrió que las especies antecesoras de gibones, gorilas, orangutanes y chimpancés estuvieron conectadas familiarmente con la especie de la que procede el homo sapiens. En algunas escuelas de Estados Unidos todavía no se han repuesto y siguen recurriendo a la alfarería para explicar el misterio de la vida humana.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Aznar cruza el Estrecho

El padre de Pánfilo disfrazado de morito rifeño
Si Aznar quería respirar aire de colonia, mejor que en Melilla, debería de haber desembarcado en Chauen, por ejemplo. Allí las casas, las calles, son como las de la Almuñécar de los años 20 o las de algunos pueblos del Peloponeso donde los cables de la luz todavía están pegados a las paredes con grapas y los interruptores son como molinillos de pimienta. En Melilla hay demasiado cosmopolitismo y ya quedan pocas pastelerías con moscas devorando la miel de los pasteles morunos. Pocas cosas recuerdan en la ciudad al Protectorado. No todo el mundo se acostumbra a vivir sin moritos, sin negritos, sin chinitos y sin dos cojones.  Y cada cierto tiempo hay que cruzar el Estrecho y tomar alguna plaza. Que la paz es muy poco pedagógica y en ella no hay manera de meter a los jóvenes en cintura. No hay como una buena guerra para poner a la población suave. Sin soberbias ni derechos humanos.Y si es con los moros mejor, que ahí si tenemos hoja de ruta. Como decía el padre de Pánfilo, cada cinco años un palito al moro que si no, se crece.

domingo, 15 de agosto de 2010

En la COPE se estudia el tiranicidio

Acueducto de pesadilla
A principios de mes, Pánfilo estuvo unos días en Segovia invitado por una buena amiga desde cuya casa se ve un trozo del Acueducto. El último día de estancia, antes de acostarse, le preguntó a su amiga lo mismo de todos los años: “Enriqueta, ¿y nunca se le ha caído encima a un segoviano una de esas piedras ? “. Ella contestó con la misma palabra de otros años: “Jamás”. Pero Pánfilo se fue a la cama dándole vueltas a la inestabilidad del monumento y a los daños irreparables que sufrirían la Historia del Arte, el comercio segoviano y algún turista desafortunado si el monumento se derrumbara de repente. No durmió bien. Tuvo pesadillas, ya no era el monumento el  que saltaba hecho añicos, sino la propia España. Porque en ciertos lugares de Castilla -nuestro Pánfilo lo tiene comprobado-,  el slogan “España se rompe”, surge debajo de cualquier piedra y más de las milenarias. En un momento de lucidez se preguntó si habría alguna piedra que tuviese menos de mil años. Sobre las tres de la mañana puso la COPE, que se oye muy bien en esa ciudad, donde sólo se sintonizan siete emisoras, entre ellas Radio María, y escuchó cómo un periodista hablaba del derecho de los pueblos a acabar con los tiranos. El hombre fundamentó el tiranicidio en textos clásicos y de Concilios. Pánfilo estaba entretenido con aquella clase de compasiva Historia Sagrada, nada que ver con las confesiones de una anciana en la SER que había estado enamorada en su juventud del tenor Mario Lanza, pero  sobre las 3:45 el locutor afirmó que el tirano con el que había que acabar era Zapatero y se desveló. Pensó en llamar a los GEOS, y lo hubiera hecho de no ser porque el vengativo historiador de la noche, sobre las cuatro menos cinco, dio a entender  que quizá no habría que eliminarlo físicamente, y en ese momento  Pánfilo comenzó a coger el sueño de nuevo, más tranquilo;  medio dormido creyó  oír que se contentaba con "botarlo". La conmutación de la pena de muerte lo sumió en un dulce sopor que se convirtió en sueño profundo gracias al  primer misterio gozoso del  Santo Rosario que una monjas de voz acariciadora comenzaron a desgranar inmediatamente después de las noticias de las cuatro en Radio María.

sábado, 14 de agosto de 2010

"Risus paschalis" en el Congreso de los diputados

En el programa “A vivir que son dos días” de la cadena  SER,  políticos de varios partidos se duelen esta mañana de sábado, 14 de agosto de 2010, de  que los ciudadanos “comiencen a sentir una cierta desafección por la política”. Es decir, están preocupados, como todo el mundo, por su comer, porque los ciudadanos terminen considerándolos inútiles y decidan enviarlos al paro. Se esfuerzan en explicar las causas y apuntan, sin mucha fe, algunas  soluciones.  Pero en las reuniones ordinarias del Congreso de los diputados no parecen tan preocupados. Incluso, se podría decir que son muy felices. Se ríen mucho, cuando no se les cae la baba  directamente, cuando habla su líder carismático. Esta risa es tan difícil de explicar, si no más, que   “el risus paschalis”  tardomedieval. Según la teóloga italiana María Cristina Jacobelli, el risus paschalis consistía “en que en la mañana de Pascua, durante la misa de Resurrección, el predicador provocaba la risa de los fieles. Pero esta risa se obtenía con cualquier medio, sobre todo con gestos y con palabras en los que predominaba el componente obsceno”.  Había predicadores que empujaban a los oyentes a reír desenfrenadamente, mientras anunciaban la Resurrección de Cristo, con palabras obscenas o imitando a uno que se masturba o simulando el coito, “cosa que”, se lee en el documento  del siglo XVI que contiene esta información,  “los cónyuges suelen ocultar en sus dormitorios y que conviene hacer sin testigos”. Las razones que Jacobelli  da para explicar el fenómeno son muy interesantes. Y, aunque no se  esté de acuerdo con ellas, habrá que admitir que  los fieles tenían una razón de peso para estar contentos el domingo de Pascua y para aceptar de buen grado las chanzas e incitaciones de algunos clérigos desde el púlpito,  porque Cristo había resucitado y los había rescatado de la muerte eterna, pero los diputados que se carcajean en el Congreso,  mientras aumenta el paro, la economía crece miserablemente y la corrupción ensucia la vida pública, ¿de qué se ríen? Desde luego, los ciudadanos  no entienden esa risa obscena, es más, comienza a resultarles  insultante porque se malician que los políticos se están riendo de los que los votan.

sábado, 7 de agosto de 2010

Mulleres falando

Mulleres falando, escultura de J.R. Gascón
En Ferrol, cerca de las dos “Mulleres falando” de la imagen (que más que mujeres charlando parecen dos interrogaciones descansando, hartas de preguntar),  hay un locutorio multirracial y multicultural regentado por una nigeriana de treinta y tantos años, en el que entran los niños, hijos de emigrantes de varias nacionalidades, cantando “soy español, soy español…”, a 100 metros de un café donde sirven los mejores churros de la ciudad. Por las tardes las mesas del café están llenas de señoras mayores de clase media, muy bien peinadas, y vestidas con la elegancia beige y gris de las viudas de los marinos del Cuerpo general.  Hablan sin parar con voz apagada, como si estuvieran agotando, junto con sus porciones de churros, los últimos fragmentos de una conversación que durara demasiado. En el locutorio, la encargada, con el pelo recogido en decenas de trencitas, da consejos a otras mujeres, discute en un castellano lleno de matices y de eficacia con una amiga, muy hermosa, que ha sentado a su niña, tocada con un lazo rojo más grande que ella,  delante de un ordenador apagado. En este “faladoiro” multirracial, las cosas no pasan, explotan. Con la misma fuerza que las hierbas salvajes en los campos baldíos después de un invierno de muchas lluvias. Mirando a las amigas negras que riñen a voces sobre temas tan primordiales para  la vida en común como la verdad, la mentira y la confianza, es imposible no sentir la pujanza de las vidas nuevas y la insignificancia del ocaso dorado de las señoras del café cercano.

viernes, 6 de agosto de 2010

La CIA sugirió a Michelle Obama helado de chocolate

Granada, según el novelista Gregorio Morales, fue objeto de observación de la CIA desde los años 50.Llegada la Transición, la tarea principal de la Agencia fue, como en otros lugares de España, la de neutralizar como fuese a los intelectuales del PCE, que proponían la ruptura frente al continuismo. El método utilizado fue cubrirlos de prebendas para comprar indirectamente su silencio y su aquiescencia. Las pruebas del espionaje van apareciendo poco a poco: en 1996, un profesor granadino de Historia, por casualidad, encontró en la Biblioteca del Congreso de los Estados unidos unas “Letrillas por la muerte de Franco”, del poeta local José Ladrón de Guevara depositadas allí por un profesor granadino, colaborador de la CIA. Un antropólogo de La Zubia, pueblo cercano a Granada, en 2006 tuvo acceso al texto que sigue, escrito en los años 80 por un militante comunista de base, dado en custodia también a la Biblioteca norteamericana por la Agencia y que ha sido fundamental para que la primera dama eligiese el chocolate de la heladería Italiana de la Gran Vía granadina, postergando el helado de pasas de La Rosa, heladería de la Carrera de la Virgen. No damos el nombre del autor, porque está a punto de viajar a Nueva York y no queremos crearle problemas con su visado.
 L’amore non invecchia
La historia reciente de nuestra ciudad ha vivido algunos momentos felices en que tirios y troyanos se han puesto de acuerdo. Pero tal identidad de criterios y pareceres no es lo normal en una Granada dividida, de siempre, por una profunda zanja de incomprensión y cainismo. Ni en la noche ceja el enfrentamiento, y la villa asiste a la exacta partición de sus ciudadanos, los vagamundos de la oscuridad, en el bando de los que se congregan en tomo a la barra estrellada del Bar Avellano ‑construida así, si hemos de prestar oídos a los maliciosos, para que los parroquianos ahorrativos puedan invitar en sus días fastos a segmentos de estrella sin necesidad de correr con los gastos exorbitantes de una barra corrida, sin fracturas‑ o el de los que prefieren la cadenciosa e ilustrada hospitalidad de la Tertulia de Tato. La Granada del Genil y la del Darro. El partido o facción de los que beben su vaso vespertino de sangría en la Mimbre, y el de los que estarían dispuestos a matar a su padre si quisiera obligarlos a tomar su cerveza y su plato de ensaladilla de pimientos asados en parte o aguaducho que no fuese la terraza de Casa Juanillo, en el Camino del Monte, frente a la Alhambra.
Pero las cosas no fueron siempre así. E incluso antes de la oposición unánime, e inútil, de la ciudadanía a que los socialistas, y sus ocasionales aliados conservadores, empedraran la Vega, se había producido el raro suceso de la congregación total de los granadinos alrededor de una idea.
Y sin embargo, ni el más optimista hubiese imaginado que se podría llegar a ese acuerdo. Porque eran dos concepciones irreconciliables del mundo y de la vida las que se enfrentaban, las dos Granadas que se niegan el pan y la sal. Una de ellas adicta a Los Italianos, heladería situada en la Gran Vía de Colón; la otra, la que endulza sus sinsabores en la devota y proletaria expendeduría de La Rosa, a la sombra de la basílica de la Virgen de las Angustias. Cada uno de estos establecimientos vive su momento de esplendor en épocas diferentes, al amparo de símbolos distintos.
El último domingo de septiembre se abarrotan los despachos de la Carrera de la Virgen de gentes venidas de los pueblos de la vega, que viajan en coches de línea que los dejan en el Humilladero o en la plaza de Bibataubín, cerca de las heladerías de La Rosa y de la Patrona. Por poco dinero reciben cucuruchos gigantes, coronados de soberbias bolas, en las que no sería difícil sumergirse e incluso bucear por sus enervantes simas para salir después ahítos de avellanas o de jugosas pasas de Málaga.
La calidad de sus helados es muy aceptable, pero su secreto reside, no obstante, en la cantidad, y su público se recluta, sobre todo, entre la populosa legión de granadinos que hubieron de hartarse de choto al ajillo y de patatas a lo pobre antes de aceptar que los años del hambre habían acabado por fin. Arte mecánica, que no liberal, es la que guía la fecunda mano de estos artesanos de lo gélido. Un cuadro kitsch de la Virgen de las Angustias preside las honestas operaciones de compraventa que se realizan en esta casa.
Por el contrario, la inspiración que guía a los níveos artífices de la Gran Vía es "cosa mentale” altísimo regalo del intelecto a los sentidos. Su oficio, que pica en arte, aunque laico, parece ser cosa de otros mundos, como si la idea platónica de lo que debe ser un helado hubiese tomado cuerpo jubiloso al calor de las nieves de la Sierra.
El local amplio, limpísimo, adornado de refulgentes lámparas de cristal, recibe de forma regular, no sólo a las élites culturales y económicas que asientan sus reales en torno a las oficinas bancarias de ese cabo de la Gran Vía, sino también, a la regalada juventud de hoy, alimentada desde su infancia generosamente con potitos, yogur y fuagrás.
En época de festivales (de música o, más recientemente, de teatro), hay que esperar un tiempo, tal es la afluencia de público, para ser atendido por pulcras señoritas.
No te engañes, lector fruente, no esperes ‑ni desees‑ hartazgo ni temas empacho: el banquete será leve, pero exquisito. Como en el amor, la fidelidad que seguramente otorgarás a Los Italianos, vendrá del deseo que nunca se satisface del todo.
La misma persona sensible y pródiga que ha dado nombre a los frutos de la casa (stracciatella, gianduia, specialissirno, Nonna Italia) ha adornado la pared de la Heladería Italiana con un precioso cuadro en el que dos viejecitos sentados alrededor de una mesa camilla se miran con ternura inefable. Los lectores de Dante o de Petrarca, o simplemente las jovencitas que algún día se dejaron seducir por las tiernas palabras de algún marinero florentino, al leer el lema del cuadro, L’amore non invecchia (el amor no envejece) tendrán de nuevo la certeza que el idioma italiano es la lengua del amor.
Pero, incluso, hubo un tiempo feliz, sobre lejano, en que la hueste de La Rosa subía, abandonando sus naturales abrigos, y las mesnadas de los Italianos bajaban sin preocuparse lo más mínimo al descuidar su suave sede, y ambos ejércitos se acordaban y daban la mano a mitad de camino, en una heladería situada en la Plaza del Carmen, la de Monerris Planelles. Las dos armadas coincidían en un punto: el helado de turrón de almendra de los artesanos de Valencia, producido en tierra de nadie frente a la Casa Consistorial, era el mejor helado de turrón de Granada. Pero Monerris Planelles cerró sus puertas y las dos Granadas quedaron, una vez más, isleñas, irreconciliables.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Consuélate con un poco de filosofía "spam", si no eres Michelle Obama

Han puesto un reportaje en la TV sobre los lujos que hay en el hotel de Marbella donde se aloja Michelle Obama. Una de las clientas habituales del establecimiento decía encontrase en él como en su propia casa. En estos lugares privilegiados puede pasar que a lo largo del día haya algún momento en que los trabajadores del hotel no te estén poniendo las manos encima, pero en el reportaje no se vio. Porque cuando eres rico no tienes derecho a ausentarte ni un minuto del mercado ni del teatro donde se exhibe la riqueza que se puede comprar con el dinero. Luis XIV, el Rey Sol, pasó muy pocos minutos de su dilatada vida, solo. Hasta sus necesidades las tenía que hacer delante de sus cortesanos.  Porque cuando se es rico o poderoso, parece que no es posible pasar ni un momento sin que te den masajes o sin que chorros de agua propulsados  mancillen tus lugares más encriptados.  Es imposible que no te acerquen un plato de caviar o un bacín de cuello alto. Langostas rampantes de amenazadoras patas ortopédicas  te acechan, cuando nadas en dinero o perfumistas inclementes te fumiguen con alguna colonia de largo alcance con la que marcar tu territorio en competencia con la que exhala la persona que tienes cerca. Y si de pronto te quedas solo y, obligado a llenar tu tiempo durante unos segundos con materiales sacados de tu propia vida interior, te invade el horror al vacío, no hay nada que temer, de algún sitio saldrá un Ganímedes, administrador del amor venal, dispuesto a escanciar en el ánfora de tu deseo los cuerpos más perfectos. Si el infierno son los otros, o los demás como se lee en la pintada coruñesa de la foto, cuando eres rico, es muy difícil no precipitarse todos los días por sus escalones.
"Soi español"
Cuando uno no es rico, o incluso si se es pobre, tendrá que buscarse su propio infierno, ir a por los otros, asomarse a donde va la gente, frecuentar el infierno de las romerías, de las primeras comuniones, oler los humos primordiales de  las sardiñadas o de las barbacoas, demorarse en el cortejo amoroso. Procesionar en todas las aglomeraciones. Y los pobres de solemnidad, como el de la foto, recurrirán al DNI –“Soi español”, reivindica el mendigo-, para que se sepa que hay infiernos de donde es difícil ser expulsado. Pero si eres Michelle Obama, no hay averno que no te absorba.