lunes, 25 de septiembre de 2017

Oración para recuperar Cataluña



San Antonio y Santa Rita
Para el 30 de setiembre, Santa Rita, patrona de los imposibles. Y para el día 2 de octubre, San Antonio, el Google sacro para encontrar objetos perdidos.Transcribo la oración de este piadoso motor de búsqueda por si... " San Antonio, perfecto imitador de Jesús , que recibiste de Dios el poder especial de restaurar las cosas perdidas, concédeme que pueda encontrar ( el nombre del objeto perdido ) , que se me ha perdido . Por lo menos restaurarme la paz y la tranquilidad de mente; pérdida que me ha afectado mucho más que la pérdida material. Además de este favor te pido otro: que siempre quede yo en posesión de este bien que es Dios . Permíteme perder cualquier cosa menos a Dios , mi bien supremo. No me dejes sufrir nunca la pérdida de mi mayor tesoro, la vida eterna con Dios". Rezada la oración le dais a la tecla "AMEN".

viernes, 22 de septiembre de 2017

La Guardia Civil trabaja para el "Sí"

J'acusse
Nunca, como ahora, este columnista percibe su impotencia, sobre todo si recuerda cómo el artículo de Émile Zola, J'accuse (1898), influyó en el proceso del capitán del ejército francés Alfred Dreyfus, acusado de alta traición. Nada de lo que diga este articulista servirá para parar el desastre catalán. No sé, ni siquiera, por qué escribo. Bueno, sí lo sé, porque he oído que este tipo de actividad retrasa la aparición del Alzheimer. Y entonces escribo por las mismas razones por las que me hago todos los días 10 kilómetros en bici o me tomo una hamburguesa (asquerosa) de brócoli, la berza que todo lo cura. Porque puedes avisar, con Bertolt Brecht, que "La guerra que vendrá / no es la primera. / Hubo otras guerras. / Al final de la última / hubo vencedores y vencidos. /Entre los vencidos, /el pueblo llano pasaba hambre. / Entre los vencedores / el pueblo llano la pasaba también". Que nadie se inquietará, al leerte. Y pasarán de la anotación con que acompañas el poema. En la que sugieres que, en la tesitura en que nos encontramos, antes de que alguien eche mano a la pistola, convendría recordar estos versos. Lo haces a la desesperada, convencido como estás, de que en España, lo que vienen siendo las derechas, creen que el Estado es suyo y toman de él las partes que quieren, cuando quieren, sin remordimientos. Y que, lo que vienen siendo las izquierdas, piensa que, contribuir al fortalecimiento del Estado opresor, es ampliar el hondón de la injusticia. Y se emplean en deconstruirlo, pieza a pieza, ahora con las técnicas suicidas de patio de colegio de la CUP o de Rufián. Lo que más me molesta de todo este asunto son los componentes mágicos y azarosos del proceso. Rufián decía no saber qué iba a pasar con el ejercito, si gana el referéndum; Puigdemont afirma que las pensiones de los catalanes, las pagará el Estado español. Anna Gabriel quiere, no sólo la independencia, también una república y que, además, sea feminista. Pero no ha calculado cuánto cuesta independizarse, cuánto fabricar una república y, si es barato o caro que sea feminista. Y Rajoy le hace la campaña al "sí" a la desconexión mandando a la Guardia Civil. Y todo esto en el mismo escenario donde, en 1992, las naciones del mundo, tras las olimpiadas, empezaron a considera que España no era una rareza. Termino. Como en la película "Mejor imposible" (1997), me entran ganas de vociferar algo parecido a lo que grita la novia del personaje trastornado que protagoniza Jack Nicholson: "Quiero un novio normal, que no esté loco", dice ella. Mi grito sería éste: "Quiero un referéndum pactado y con garantías, ¡normal!, y no este simulacro farragoso y trastabillado que nos está volviendo locos".

lunes, 18 de septiembre de 2017

La cagada de una mosca


La senda del orgasmo sideral
En marzo de 1997, en USA, se suicidó toda una comunidad de Davidianos porque el gurú les había enseñado una foto del cometa Hale-Bopp con una mancha en la cola. Se suicidaron coincidiendo con el paso del cometa cerca de la Tierra, porque se convencieron de que la mancha de su cola era una nave extraterrestre que los iba a llevar a "otros mundos" antes de que la Tierra saltara por los aires. La mancha resultó ser la cagada de una mosca en el negativo. Esto se supo después del suicidio colectivo. Las promesas de las religiones, de las utopías de salvación, de los nacionalismos místicos, terminan siendo cagadas de mosca. La infelicidad y la muerte las ha venido haciendo creíbles a lo largo de la Historia. Necesitamos ser eternos, necesitamos la justicia, la paz, la igualdad, tener cubiertas nuestras necesidades... Como necesitamos gurús y mesías, nos olvidamos una y otra vez de los desastres que en su nombre se han perpetrado.

jueves, 14 de septiembre de 2017

El Estado, mal que te pese, eres tú

Eliszka
Si quisiera echarme novia, nunca iría a Canal Sur. Hay formas más recatadas de socializar. Y no iría, sobre todo, para no hacerle el avío a la Junta que utiliza la televisión autonómica para hacerse propaganda y para dar a conocer una sedicente cultura local -los responsables del bodrio hablan de folclore- en la que los protagonistas (niños chistosos y cargantes, niñas vestidas -para disfrute de pedófilos emboscados- de actrices de revista cutre de los 40 o de sicalípticas bailarinas de bachata y jubilados en busca del amor de su vida) rellenan la parrilla de una televisión pública deficitaria, por un bocadillo y un refresco. Se le atribuye al rey Luis XIV la frase: "El Estado soy yo", ahora en España, con las autonomías a la greña, nos dicen todos los días que el Estado somos nosotros: "¡Sírvanse!". España es una gasolinera de noche, donde todo lo pone el cliente/contribuyente. Primero pagar, luego se encienden los números de precio y cantidad de litros; has de mancharte las manos de combustible, hacértelo todo. En las más consideradas, hay unos guantes y papel de celulosa para los que prefieren cogérsela con kleenex. Los impuestos sí se cobran; los organismos buitre tributarios son inclementes y, plausiblemente eficaces, cuando aciertan a hincarte el diente. Los servicios mínimos funcionan gracias a unos pocos expendedores. Y, sobre todo, a las familias (microestados, dentro del Macroestado español, paralizado y herrumbroso, empeñado, él y sus secuaces autonómicos, en emprender acciones catastróficas de despiste que desvíen la atención de su ineficacia y de sus corruptelas). Las familias, y la parte más sensata de la población, la que no se escaquea sistemáticamente de sus obligaciones, mantienen una cierta disciplina social que es la que pone cada mañana a funcionar a un país renqueante. No, para buscarme pareja -si es que todavía me atrevo a embarcarme en un proyecto de vida tan azaroso-, no iré a hacer el ridículo al programa de Juan y Medio, explicándole a mi novia, para cuando lo sea, cómo me gusta que me hagan el encebollado de higadillos de pollo. No quiero saber nada de Canal Sur. Si Susana Díaz quiere sedar a la población, que se estire y pague a los extras que le hacen los programas de su cadena con algo más que un bocadillo y un refresco. En lo que a mí respecta, me iré a Churriana de la Vega (Granada), a una discoteca transversal, la Lady Pepa, un parque temático del amor, que reúne los fines de semana a más de mil personas de distintas edades, credos, razas y condición social; donde, según me dicen, liga el niño, liga la niña, liga la viuda, el adolescente, la joven, el joven, la cuarentona separada y el sesentón solitario, en un ambiente distendido y selecto, sin riñas ni altercados, y sin darle un cuarto a ese pregonero de banalidades que es Juan y Medio. El Estado son ellos, que paguen.

jueves, 7 de septiembre de 2017

La insumisión de la militancia

Ondas
La militancia está alicaída. Incluso rebelde. A punto de declararse insumisa y de pedir la supresión del servicio obligatorio de militar a las órdenes de condestables, sargentos primeros -¡de los de "Sí, Señor!-, secretarios locales de los partidos, secretarios provinciales o nacionales o papas de Roma. En mi familia se daba mucho la insumisión de los fieles militantes cristianos. Y llegados a un punto de hartazgo, muchos de ellos se declaraban independientes de las autoridades religiosas locales o romanas y sólo admitían órdenes directas de la autoridad suprema, que, prudente y ocupada en otros rincones del Cosmos, no apareció nunca por mi casa para dar órdenes o tomarle la lección a nadie. En las corporaciones, sean una mutua de seguros o cualquier iglesia, te lo ponen muy fácil a la hora de entrar. Te atiborran de promesas y de bonus para que compres la entrada de acceso a un paraíso en sus diferentes formatos o un seguro a todo riesgo que cubrirá cualquier contingencia. Pero cuando estás dentro de un partido o acogido a un seguro, ya las cosas no son tan de color de rosa como te las plantearon al principio. El sistema más organizado de militancia y de los que mejor se conoce el funcionamiento, porque lleva 2000 años enrolando gente, el cristianismo, inventado por San Pablo, ofrecía a los militantes, a los cristianos que estén en gracia de dios, unos servicios extraordinarios que van de meter goles a disfrutar de un asiento en primera línea de la playa celestial. San Pablo, un genio de las comunicaciones y del marketing, lo llamó CMC (Cuerpo místico de Cristo). Luego cuando la cosa no funcionaba y se te moría reventado el mulo en el bancal o ganaba el equipo contrario, te daban unas explicaciones muy complicadas de por qué Dios permite el mal en el mundo. Los partidos también han prometido el oro y el moro a sus militantes. La igualdad, la libertad, la fraternidad, la desaparición de las clases sociales, el estado del bienestar, sanidad para todos; escuela, vivienda y justicia cabal. Pero como las ondas que provoca una piedra arrojada en un estanque que, primero, son altas y poderosas y, conforme se alejan del centro, se hacen débiles e imperceptibles, los bienes de que han disfrutado los dirigentes de los partidos y sus familiares y amigos, conforme se alejaban del centro del poder, iban debilitándose o desapareciendo. Y la militancia se está hartando y denunciando públicamente el incumplimiento de las grandes promesas. Despolitizándose y echándose en brazos de los instintos básicos, amar y descabezar langostinos de Sanlúcar antes de engullirlos.