Saldos letales |
Hastiado de oír una y otra vez las amenazas del portavoz de la Casa Blanca, le pides a la búsqueda automática de tu sintonizador de radio que encuentre una emisora que te distraiga y que te permita conciliar el sueño sin sobresaltos. Y la primera que rompe a hablar es una emisora tarotista. Una mujer, en ese momento, le pregunta a la que lee las cartas si la imprecisa predicción que le está haciendo es para ella o para su sobrina. Pero la tarotista no se compromete -como los americanos cuando deciden deshacerse del arsenal sobrante-, la adivina tira por aproximación: "Sí, bueno, lo de que os va a salir un novio en los próximos meses, es para ti y también para tu sobrina, que el amor es para siempre y para todos". Piensas, entonces, que la tarotista nunca se equivoca: siembra una esperanza en el desolado territorio de la desesperación y el dolor humanos que igual le puede servir a la tía que a la sobrina que a todas las mujeres que viven en la acera de los números pares de la calle o en la de los impares.
En la confusión del insomnio, ves cierto parecido con la actitud de los americanos. Desde lo de Normandía, donde perecieron tantos, prefieren arreglar los problemas desde el aire, sembrando el territorio de misiles letales llenos de buenos deseos de libertad y de democracia que igual matan a la tía que a la sobrina que a los niños de las casas pares o que a los inocentes ancianos de las impares. Todo menos comprometerse con la infantería. No se trata de salvar o aliviar el dolor de nadie en particular. Lo que se pretende es deshacerse de los saldos, sin riesgos. Sólo es un negocio.