EL admirable Fernán Gómez cuenta en la película-conversación La silla de Fernando (2006), obra de Luis Alegre y David Trueba, que una noche le explicaba en un bar a una señorita con la que salía, que él tenía una inclinación fatal por mujeres malas que pudieran destruirlo. La chica, muy inteligente, le contestó: "¡Ay, Fernando, a ti no se te puede destruir, tú ya estás destruido!". Algo semejante se les podría decir a los socialistas que previenen, jeremíacos, del daño que Rajoy, de ganar las elecciones, infligiría a la Enseñanza pública, a la Sanidad, en definitiva, al estado del bienestar; porque a España, como a Fernán Gómez, cuando la coja Rajoy le va a quedar poco por destruir. Claro que si te la ha destrozado tu propio partido, entonces la cosa es más soportable.
En la clandestinidad, los miembros del PCE éramos endogámicos. Recurríamos al carpintero del Partido para que nos instalase unas estanterías, un dentista del Partido nos destrozaba la dentadura, encomendábamos al maestro del Partido que vigilara en el campamento, del Partido a nuestros niños. Algunos camaradas incluso autorizaban al monitor del Partido para que les propinase alguna que otra colleja a los chiquillos si atentaban contra la ética proletaria; el proctólogo del Partido hacía comentarios zafios sobre la fealdad tensa y asustada de tu culo en su consulta, antes de profanarlo con un dedo enfundado en látex. La moto te la tocaba también el mecánico del Partido, los plomos, el teléfono, la fontanería, todo se le encargaba a gente del Partido.
Eran algo más baratos que los artesanos o profesionales del mundo exterior pero menos cuidadosos. Sus arreglos terminaban siendo intervenciones políticas sobre la realidad material de consecuencias negativas, o sea, un desastre. Con el paso del tiempo, la calidad de los servicios que prestan estos chapuzas a sus partidos sigue siendo baja, aunque se hayan subido el caché. Sus jefes les encargaron la semana pasada que le apretaran las clavijas a la libertad de expresión de los profesionales de RTVE. El chapuz que urdieron los consejeros del Ente Público -votaron sí, PP y CIU; se abstuvieron, cómplices, PSOE, ERC y CCOO; votaron no, IU y la UGT- fue tan burdo y escandaloso que no han tenido más remedio que desactivarlo, por ahora. Si los partidos quieren convertir la información en propaganda, van a tener que seguir deconstruyendo, a su conveniencia, la Constitución. Pero eso no se lo podrán encargar a aficionados, misión tan noble está reservada sólo a los expertos: Rajoy, Rubalcaba, Durán y Lleida, Toxo, Joan Ridao...
En la clandestinidad, los miembros del PCE éramos endogámicos. Recurríamos al carpintero del Partido para que nos instalase unas estanterías, un dentista del Partido nos destrozaba la dentadura, encomendábamos al maestro del Partido que vigilara en el campamento, del Partido a nuestros niños. Algunos camaradas incluso autorizaban al monitor del Partido para que les propinase alguna que otra colleja a los chiquillos si atentaban contra la ética proletaria; el proctólogo del Partido hacía comentarios zafios sobre la fealdad tensa y asustada de tu culo en su consulta, antes de profanarlo con un dedo enfundado en látex. La moto te la tocaba también el mecánico del Partido, los plomos, el teléfono, la fontanería, todo se le encargaba a gente del Partido.
Eran algo más baratos que los artesanos o profesionales del mundo exterior pero menos cuidadosos. Sus arreglos terminaban siendo intervenciones políticas sobre la realidad material de consecuencias negativas, o sea, un desastre. Con el paso del tiempo, la calidad de los servicios que prestan estos chapuzas a sus partidos sigue siendo baja, aunque se hayan subido el caché. Sus jefes les encargaron la semana pasada que le apretaran las clavijas a la libertad de expresión de los profesionales de RTVE. El chapuz que urdieron los consejeros del Ente Público -votaron sí, PP y CIU; se abstuvieron, cómplices, PSOE, ERC y CCOO; votaron no, IU y la UGT- fue tan burdo y escandaloso que no han tenido más remedio que desactivarlo, por ahora. Si los partidos quieren convertir la información en propaganda, van a tener que seguir deconstruyendo, a su conveniencia, la Constitución. Pero eso no se lo podrán encargar a aficionados, misión tan noble está reservada sólo a los expertos: Rajoy, Rubalcaba, Durán y Lleida, Toxo, Joan Ridao...