miércoles, 27 de enero de 2016

Palabras espray

De quién el perro, de quién la flauta
Antisistema, fascista, machista, sexista, obsesionado, lobotomizado,  perroflauta, rastas… ¡Uf! ¡Cuántas palabras empleadas como esos espráis paralizantes que se llevan en el bolso para inmovilizar al agresor o al adversario! Te ponen contra la pared, te nublan la razón y ya no te queda nada más que defenderte. Y si no te defiendes,  porque consideras que no hay nada de lo que defenderse, y no te das por aludido, tu oponente, de inmediato, te acusa de estar tirando balones fuera o de que te estás yendo por los cerros de Úbeda. En cierto modo, el bipartidismo y sus tácticas dialécticas, te obligan a discutir con una mano atada a la espalda. De ninguna manera quieres caer en el infame “y tú más”, que ha enrarecido hasta el sofoco la vida pública en España y saldas el asunto como puedes, normalmente echando mano de la ironía.  No todas las palabras espray tiene la misma fecha de caducidad. Se mantiene fascista, pese a haber desaparecido uno de sus contrarios de más prestigio, el término comunista. Lobotomizado es una forma actual de llamarte tonto pero echando mano de la neurociencia. Perroflauta conjuga dos palabras que fuera de la composición no son ofensivas y ha vuelto a utilizarse bastante tras la toma de posesión parlamentaria de las rastas. Sexista es un término que se usa con poca reflexión y no siempre de manera adecuada con lo que la palabra pierde sus aristas de denuncia. A Pablo Iglesias se lo han llamado por referirse al abrigo de piel una periodista en lugar de contestar, ¡el muy ladino!, a una pregunta incómoda que le había hecho esta profesional. Y sin embargo, he leído comentarios sobre la forma de vestir de Iglesias muy incisivos y a nadie se le ha ocurrido tildar de sexistas a sus autores. El comentario de Pablo Iglesias más que sexista es populista: su camisa blanca de mercadillo frente al costoso abrigo de piel de la reportera. Ricos, malos / descamisados, buenos. Tics rancios del viejo izquierdismo, anteriores a Zara. La palabra antisistema,  usada en su día como  espray paralizante por los partidos conservadores, centrales o periféricos, se bate ahora en retirada. Ya la fastidió bastante la CUP, que se decía antisistema, cuando se desposó con Convèrgencia - tremendamente sistemática a la hora de cobrar  su 3% de comisión-, en la investidura del presidente Carles Puigdemont. Pero los que la han vaciado definitivamente de contenido han sido los innumerables imputados del PP valenciano: ¡todos tan sistemáticos y ordenaditos a la hora de cobrar comisiones por contratas públicas! Esta palabra morirá pronto de muerte natural. El PP ha encontrado la forma de neutralizar a los auténticos  antisistema  nombrándolos tesoreros del partido o colocándolos como cargos públicos en la Comunidad Valenciana.

jueves, 21 de enero de 2016

¡Cómo os compadezco!

Dionisos
ADÁN y Eva, primeros padres del género humano, vosotros que os perdisteis por una simple manzana, ¿qué no hubierais dado por un batatín, unas frutas en almíbar o unos huesos de chocolate? Pero no había en el Paraíso Terrenal novicias ecuatorianas o bolivianas que elaboraran, como lo hacen hoy en ciertos conventos granadinos, esas gourmandises monjiles. ¡Cómo os compadezco!
Dioses del Olimpo, que no parabais de comer carne asada en barbacoas inextinguibles y de beber copas de empalagosa ambrosía, no sabéis hasta qué punto os compadezco por una dieta tan limitada; porque os perdisteis los deliciosos espetos de sardinas, de lubinas y de pargos ensartados, tan comunes en nuestros chiringuitos mediterráneos.
Enloquecidas ménades griegas, sacerdotisas de Baco, que recorríais ebrias los campos a la caza de animales para despedazarlos y coméroslos crudos, ¡cómo os compadezco! Vosotras, que devorasteis a Orfeo porque no os hacía caso, tras su frustrado rescate de Eurídice, no pudisteis saborear los excelentes flamenquines cordobeses, fritos con aceite de oliva y acompañados del luminoso amontillao.
Discípulos de Pitágoras, que siguiendo las indicaciones de vuestro aritmético maestro, no probasteis nunca las habas por considerarlas alimento sagrado que no debía terminar, tras la digestión, en la cloaca, ¡cómo os compadezco!; porque os atiborrasteis de pasas de Corinto pero nunca os fue dado consumir unas habillas con jamón como las que ponen los restaurantes populares granadinos, en temporada.
Áridos anacoretas siriacos que sólo os alimentabais de saltamontes y langostas para después elaborar vuestros enloquecidas elucubraciones teológicas, os compadezco, sobre todo cuando mojo un trozo grande de bollo en un buen tazón de leche. Estoy convencido de que en algún momento, tras ahondar en el misterio de la Trinidad hasta casi entenderlo, hubierais dado media página de exégesis por un buen trozo de bizcocho elaborado en nuestros hornos de Alfacar, con yogur griego, aceite virgen, harina candeal y raspadura de limón y naranja.
Lamia, Laida y Flora, hermosas meretrices de la Antigüedad, cuya fama nos llegó de la pluma de cierto obispo de Mondoñedo, y que recibisteis de vuestros clientes montones de golosinas y chucherías a cambio de vuestros favores, pero que jamás probasteis un Tartufo o una copa Moretto de los Italianos. ¡Cómo os compadezco!
Elegantes amas de casa del Novecientos, asentadas en pisos confortables de la Gran Vía -gracias a los dinerales que ganaron vuestros esposos con el negocio de la remolacha azucarera- y que adquiristeis fama de excelentes cocineras y confiteras por vuestros buñuelos de viento y vuestras cremas pasteleras, jamás conseguisteis cremas de calabaza o salmorejos tan suaves, tan aterciopelados como las que se obtienen ahora gracias a la laboriosa Thermomix, ¡no sabéis hasta qué punto os compadezco y me felicito por vivir en este siglo, en este sitio!

jueves, 14 de enero de 2016

Niños como pancartas


Bebé pancarta
Ayer, una diputada de Podemos se llevó a su hijo de 6 meses al Congreso.  No está bien que los políticos besen a los niños en campaña ni que los utilicen como pancartas en Parlamento. A los niños hay que alimentarlos, asearlos, decirles, con frecuencia, que no -que en eso consiste la educación- y que sí, cuando convenga; quererlos, no alejarlos de uno y procurar hacerles la vida fácil. Los niños lo aguantan casi todo, poseen una capacidad grande de adaptación a las situaciones adversas: resiliencia, le llaman. Superan, no sin heridas, la separación de sus padres, la pérdida de alguno de ellos, la desconsideración, el acoso, la escasez. Se adaptan y tiran para adelante. Pero tampoco conviene tensar la cuerda. Ponerlos en situaciones peligrosas o inconvenientes, sin necesidad. Se divierten y estresan si los padres los llevan a programas de televisión, casi pederásticos, en los que se les obligan a cantar y a bailar como Beyoncé. Se adaptan a vestirse por primera vez de novias, las niñas, para las primeras comuniones, mientras que madres y padres, que se entrampan para comprarles los trajes y pagar el convite, utilizan las iglesias y los restaurantes como pasarelas de su progreso social.  Pero los niños pueden llegar a afectarse cuando adviertan que se les quiere también como estandartes de lo que en el imaginario colectivo se entiende como familia. Todo el mundo cede para fingir armonía y se muestra melosocon los pequeños en público. Cariño, amor, cielo, son palabras con las que se carameliza a los niños en esos momentos. En el colegio, los padres lucharán hasta la extenuación para que sus hijos no aprendan nada, justificando sus incompetencias y su pereza. Serán capaces de desautorizar a los profesores delante de los niños, desactivando las pocas ganas de trabajar o de superarse que tengan los chicos, con tal de sentirse ciudadanos de primera, contribuyentes responsables, cantándole las cuarenta a los funcionarios. Lo peor es cuando estas actitudes, que no son más que manifestaciones enfermizas de nuestro tiempo, ya que ejemplifican la renuncia a enseñarles a las generaciones de los jóvenes las habilidades mínimas para que se muevan cómodamente  en sociedad, se dan como necesarias para defender un bien superior. Cuando los niños son utilizados como pancartas, en el Parlamento donde deberían bastar las palabras. Permitiendo que la cara de un niño de seis meses sea conocida por todo el mundo, poniendo en peligro al crío. Un niño no es un folio que se exhibe desde el estrado con una máxima o una consigna. Seguro que nadie le ha pedido permiso. Nos quejamos de los que consideran a las mujeres cosas, objetos de su propiedad. No les demos a los niños de pecho el mismo trato.

miércoles, 6 de enero de 2016

Compañero de viaje

Lilith de John Collier
En lo de defender a las mujeres, al ser yo hombre, me gusta mantenerme en un segundo plano, activado pero sin estridencias. Más que nada por no incurrir en el modo “campeón de damas” tan patriarcal y desconsiderado a la larga. Creo que los hombres, en este punto, tendríamos que convertirnos en unos prudentes compañeros de viaje. El compañero de viaje puedes ser muy eficaz y cumplir a la perfección las directrices de las guías, sin necesidad de ser el protagonista de la excursión. Las sufragistas norteamericanas del siglo XIX consideraron que su situación era semejante a la de los negros y  que, como ellos, pertenecían a “una raza oprimida”. E hicieron de compañeras de viaje de los movimientos de liberación de los esclavos.  A mí me interesa, egoístamente, que las mujeres sean libres. Porque sé que el poder es insaciable y que primero oprime a los más débiles y luego va a por todo lo que le estorba para desactivarlo y amordazarlo. Coincido con el poeta  Louis Aragón cuando afirmaba que  la mujer es el porvenir del hombre, en el sentido de que sólo agregando sus extraordinarias potencialidades a las de los hombres, la humanidad tendrá algún porvenir. Por eso, cuando un arzobispo, como acaba de hacer el de Toledo, culpabiliza a las propias mujeres de los malos tratos que reciben porque –en su interesada opinión- no asumen el papel que los hombres quieren otorgarles en la vida, como compañero de viaje de la liberación de las mujeres, me sublevo y le planto cara con lo que tengo: la palabra.  Aquí lo que se discute es una cuestión de derechos de autor. ¿Quién o quiénes son los autores de la vida? En  la Biblia se cuenta cómo Moisés en el Sinaí, cuando se inventa la franquicia del sacerdocio (o sea,  la mediación venal entre los hombres y un dios oculto que sólo habla con él), aleja a las mujeres de sus tejemanejes. Y no porque las considere más listas  o porque tema que se den cuenta antes que los hombres de la engañifa, sino para negarles su condición de auténticas diosas, verdaderas creadoras y mantenedoras de la vida. Mientras que los sacerdotes invocan al creador, que nunca se presenta y al que siempre sustituyen a la hora de cobrar, cientos de miles de mujeres dan a luz en el mundo todos los días. Crean auténticos seres humanos con sangre y riesgos. Las religiones no controlan a las mujeres sólo por temor a su poder de atracción sexual sobre los hombres, sino porque saben que ellas son lo más parecido sobre la tierra a los dioses que inventan. Por eso las zahieren y las humillan y proporcionan coartadas a los que las golpean y  las matan. Y, a mi no me gusta, porque sé que después, de tener fuerza, vendrán a por mí, a por todos, si no nos mostramos sumisos. A la historia me remito.

viernes, 1 de enero de 2016

Mantis religiosa

Mientras le hace gozo

Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol
hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cm de
          mis ojos
Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del
         Chanchamayo
y ella seguía allí, inclinada, las manos contritas,
confiando excesivamente en su imitación de ramita o palo seco.
Quise atraparla, demostrarle que un ojo siempre nos descubre,
pero se desintegró entre mis dedos como una fina y quebradiza
          cáscara.

Una enciclopedia casual me explica ahora que yo había destruido
a un macho
             vacío.
La enciclopedia refiere sin asombro que la historia fue así:
el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamando
hembra
y la hembra ya estaba aparecida a su lado,
acaso demasiado presta
            y dispuesta.
Duradero es el coito de las mantis.
En el beso
ella desliza una larga lengua tubular hasta el estómago de él
y por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido,
que va licuándole los órganos
y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo,
y mientras le hace gozo la lengua lo absorbe, repasando
la extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el macho
se continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula
                                               a la muerte
Y ya viéndolo cáscara, ella vuela, su lengua otra vez lengüita.

Las enciclopedias no conjeturan. Esta tampoco supone qué última
          palabra queda fijada para siempre en la boca abierta y muerta
  del macho.
Nosotros no debemos negar la posibilidad de una palabra


           de agradecimiento.
(Poema de José Watanabe)