lunes, 31 de octubre de 2016
La levedad de un twit
sábado, 29 de octubre de 2016
jueves, 27 de octubre de 2016
La sabiduría de Galina
Autoría incierta
CONDESCENDENCIA, lo mío se llama condescendencia, aunque en tiempos, antes de que esta palabra fuera usada como arma arrojadiza-, lo llamé populismo. Les cuento: esta semana pensaba escribir de Neurociencia, después de oír de madrugada en la radio que El taller del razonamiento, una institución dedicada a estudiar la obra de Cela, servirá de plataforma para investigar la relación entre el cerebro y la creación artística. La revista de divulgación científica Muy interesanteme informa de que este tipo de estudios se viene haciendo en España en el Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL) de San Sebastián, con la ayuda de las técnicas de registro de la actividad cerebral más avanzadas. Los resultados confirman algo que ya imaginábamos: que cuanto más 'raro' es nuestro lenguaje más recursos requiere para ser procesado en la zona frontal izquierda del cerebro del lector o del oyente. Conocida como la zona de Broca. Un texto 'anormal', plagado de oxímora, pleonasmos y metáforas, consume más energía cerebral del receptor que el discurso de investidura de Rajoy, lleno de tópicos y de lugares comunes. Al poco rato, en un bar, mientras que, Galina, la camarera ucraniana, deposita en mi mesa el medio mollete, el aceite y la taza de café con leche de desayuno, leo esta frase en uno de los sobres del azúcar: "Sólo quien te quiere de verdad comprende el dolor detrás de tu sonrisa, el amor detrás de tu rabia y las razones detrás de tus silencios". No viene firmada. Condescendiente y dicharachero, le pregunto a la camarera si el autor se llama 'Azúcar Blanco'. No lo hago con maldad ni para reírme de ella. Simplemente, para que se acuerde de mí cuando vuelva a ese café y me diga, nada más entrar, lo que más le gusta oír a un jubilado, más, incluso, que colarse en el dispensario: "Caballero, lo de siempre, ¿verdad?". Incluso le explico, sabiondo, lo que he leído, hace un rato, en el Muy Interesante: que esta frase incendiará el lóbulo frontal izquierdo de los clientes que la lean, mucho más que lo que dice por enésima vez Luis Enrique de Messi en la tele; porque contiene tres antítesis o contrastes: dolor/sonrisa; amor/rabia; razones/silencios. Me mira con esa mirada, protectora y compasiva, con la que las mujeres han mirado durante miles de años a los ancianos de la tribu confiados a su cuidado, y me explica con precisión envidiable que en el sobre no pone el nombre del autor porque será frase popular de éxito, creada en su día por un individuo concreto, pero aceptada rápidamente por la comunidad que se encargó de transmitirla oralmente de generación en generación. Sin condescendencia ninguna; pedagógicamente, me ha dicho lo mismo que decía Menéndez Pidal de la autoría de los romances y de su transmisión en las culturas ágrafas. Me hubiera gustado estar conectado a los aparatos de un laboratorio de Neurociencia para ver cómo mi cerebro ardía de admiración ante el milagro de la humilde sabiduría de Galina.jueves, 20 de octubre de 2016
Dylan no se deja
Marc Bolan
ES plausible que la Academia Sueca haya pensado en Dylan para Premio Nobel de Literatura. Al conceder al poeta y cantante estadounidense el galardón, ha actuado, más o menos, como Sir Thomas Malory (1405-1471), el autor de La Muerte de Arturo, muñidor de las antiguas leyendas celtas sobre la vida y hazañas del brumoso Arturo. En la obra de Malory, la antiquísima mitología artúrica se ha convertido al cristianismo. Excalibur, la espada que otorgará el poder al joven caballero ya no es extraída por éste de una roca inculta en mitad del bosque, como sucedía en las viejas sagas, sino de un yunque de acero colocado sobre una piedra tallada, situada en el patio de una iglesia. "Quienquiera que saque esta espada de esta piedra y yunque es legítimo rey nato de toda Inglaterra", se puede leer en su hoja. Sólo Arturo, de entre los muchos caballeros que intentaron hacerse con ella en presencia del arzobispo un día de Año Nuevo lo consigue. La Academia Sueca es la iglesia que ahora inviste y consagra a escritores del mundo entero cuando les concede el Premio Nobel de Literatura. Cada año, uno de ellos, un creador, muchas veces, rebelde, inconformista, vanguardista e innovador tendrá que acudir a Suecia para ser proclamado rey universal de la Literatura. El premiado obtiene fama y dinero y la Academia refuerza su posición como dueña y administradora de todas las escrituras. Lo hizo antes el cristianismo, apropiándose de las deidades griegas y latinas, en los albores de esta religión. Cupido pasó a ser el Niño Jesús y Marte un cruzado medieval. Lenin y Susana Díaz, más modernamente, reforzaron su poder, uno, aceptando algunas prácticas políticas de la burguesía y, la otra, apuntándose al Rocío y al Cristo legionario de la Buena Muerte. Algo parecido, hicimos mi hermano Joaquín y yo, cuando redactamos en 1978 el libro de 8º de EGB de la editorial Bruño. En el tema 11, dedicado al Arte, metimos al líder de la banda "Tyrannosaurus Rex" (más conocida como T. Rex), Mark Bolan al lado de Lorca, Picasso y Alberti. "Bolan, un precursor del gay power", explicábamos en el texto, "pura dinamita, jadea y gime en sus actuaciones públicas, con una mezcla de agresión sexual y violencia, a la manera del protagonista de Clock work orange y desencadena verdadera furia entre chicas inglesas. Bolan, el hombre-objeto o el hombre-mujer". Como, ya en el 78, los estudiantes comenzaban a desentenderse de los clásicos, utilizamos a Bolan, lo mismo que la Academia Sueca a Dylan: como caballos de troya para la poesía. En un momento en que se tambalea el canon literario y el futuro del libro de papel y de las instituciones literarias tradicionales (universidades, editoriales, ateneos, academias de la Buenas Letras y librerías) está en el aire, los suecos han encontrado la respuesta en Dylan. Pero parece que Dylan, como en su canción Blowin in The Wind, les ha dicho, hasta ahora, que la respuesta está en el viento.viernes, 14 de octubre de 2016
Celtas largos, por debajo de la rodilla
Los Celtas
La relación del ser humano con la ropa es muy variada. Yo la odio, sobre todo cuando me toca plancharla; las camisas de lino o de algodón se arrugan nada más ponértelas y, ¡hala!, a plancharlas de nuevo. Me imagino que la relación del guerrero celta con su recia y protectora braga era mucho más positiva. La palabra braga viene del celta, ‘braka’: pantalón del guerrero que le llegaba hasta los tobillos. Esto lo tuve que explicar cuando daba clases prácticas de Gramática histórica del español. El catedrático que impartía la asignatura me mandaba a todos los alumnos que le preguntaban por el origen de una palabra. En aquella temporada, llovieron muchas bragas sobre mi indocta cabeza, porque los estudiantes se interesaban por la etimología de ‘vagina’, ‘pene’ y ‘bragas’. Entonces averigüé que en el español de América las bragas reciben otros nombres. No sé por qué la gente comenzó a utilizar en España el diminutivo ´braguita´ -´hilo dental´, en Latinoamérica- para referirse a la sucinta braga actual; quizá ocurrió cuando la voz ´tanga´, de origen tupí comenzó a competir con el término ´braga´. Las bragas de los 60 eran de cuello alto y más de algodón que de otra tela y los chicos las conocían sobre todo por atisbarlas en los tendederos. Al que vi en buena sintonía con su ropa de abrigo, en la exposición de momias del Parque de las Ciencias, fue al <<hombre de del hielo>>, un cazador de hace 5000 años, al que encontraron congelado en Ötzi, una localidad alpina. El hombre iba muy abrigado. Llevaba mochila y un chaleco precioso de pieles del que se han hecho multitud de copias a lo largo de la historia y no todas chinas o coreanas. Una capa vegetal y un taparrabos de cuero.Un hipster de las montañas, asesinado posiblemente por un cazador de una tribu vecina. Nadie me preguntó, cuando yo era etimólogo de guardia en la Facultad de Letras por la palabras 'taparrabos' o ´calzoncillo´. De lo que deduje que todas las bragas gustan a todos los hombres pero que no todos los calzoncillos gustan a todas las mujeres. Es más, que a las mujeres los calzoncillos les importan un pito, ¡para qué nos vamos a engañar! Y si los hombres reparan en las bragas es porque son la última veladura antes del big bang. Algunos autores, cuando quieren aparecer como sensuales de la muerte, le dan cierta importancia a la lencería de señora. Miren esta greguería de Ramón Gómez de la Serna: “Nunca son más suaves los senos y nunca se vierten más fuera, más que si estuviesen desnudos, que bajo un mantón de crespón”. ¡Exagerado! O esta otra de Paolo Collejo, la versión cenera de Paolo Coelho:”La lencería es el cristal ahumado por el que miro el sol de tu cuerpo, en sus eclipses". ¡Mentira!, la lencería no es cosa de hombres. La cara que ponen los hombres cuando ven a una mujer desnuda, lo dice bien claro. La lencería, y San Valentín, es cosa del Corte Inglés que ha manipulado a la mujer para que la compre... Siempre al servicio del heteropatriarcado.
jueves, 13 de octubre de 2016
Bragas
Los Celtas
La relación
del ser humano con la ropa es muy variada. Yo la odio, sobre todo cuando me
toca plancharla; las camisas de lino o de algodón se arrugan nada más
ponértelas y, ¡hala!, a plancharlas de nuevo. Me imagino que la relación del
guerrero celta con su recia y protectora braga era mucho más positiva. La
palabra braga viene del celta, ‘braka’: pantalón del guerrero. Esto lo tuve que
explicar cuando daba clases prácticas de Gramática histórica del español. El
catedrático que impartía la asignatura me
mandaba a todos los alumnos que le preguntaban por el origen de una palabra. En
aquella temporada, llovieron muchas
bragas sobre mi indocta cabeza, porque los estudiantes se interesaban por la
etimología de ‘vagina’, ‘pene’ y ‘bragas’. Entonces averigüé que en el español
de América las bragas reciben otros nombres. No sé por qué la gente comenzó a
utilizar en España el diminutivo ´braguita´ -´hilo dental´, en Latinoamérica- para
referirse a la sucinta braga actual; quizá ocurrió cuando la voz ´tanga´, de origen tupí comenzó a competir
con el término ´braga´. Las bragas de los 60 eran de cuello alto y más de
algodón que de otra tela y los chicos las conocían sobre todo por atisbarlas en
los tendederos. Al que vi en buena sintonía
con su ropa de abrigo, en la exposición de momias del Parque de las Ciencias,
fue al <<hombre de del hielo>>,
un cazador de hace 5000 años, al que encontraron congelado en Ötzi, una
localidad alpina. El hombre iba muy abrigado. Levaba mochila y un chaleco
precioso de pieles del que se han hecho multitud de copias a lo largo de la
historia y no todas chinas o coreanas. Un hipster
de las montañas, asesinado posiblemente por un cazador de una tribu vecina. Nadie
me preguntó, cuando yo era etimólogo de guardia en la Facultad de Letras por la
palabra ´calzoncillo´. De lo que deduje que todas las bragas gustan a todos los
hombres pero que no todos los calzoncillos gustan a todas las mujeres. Es más, que
a las mujeres los calzoncillos les importan un pito, ¡para qué nos vamos a
engañar! Y si los hombres reparan en las bragas es porque son la última
veladura antes del big bang. Algunos autores, cuando quieren aparecer
como sensuales de la muerte, le dan cierta importancia a la lencería de señora.
Miren esta greguería de Ramón Gómez de la Serna: “Nunca son más suaves los
senos y nunca se vierten más fuera, más que si estuviesen desnudos, que bajo un
mantón de crespón”. ¡Exagerado! O esta otra de Paolo Collejo, la versión cenera
de Paolo Coelho:”La lencería es el cristal ahumado por el que miro el sol de tu
cuerpo, en sus eclipses". ¡Mentira!, la lencería no es cosa de hombres. La
cara que ponen los hombres cuando ven a una mujer desnuda, lo dice bien claro. La lencería, y San Valentín, es cosa
del Corte Inglés que ha manipulado a la mujer para que la compre... Siempre al
servicio del heteropatriarcado.
miércoles, 12 de octubre de 2016
La Hispanidad de un tomate
El campesino, dueño del chambao de la foto, es razonablemente feliz, pese a que tiene 86 años y que acude todos los días a labrar los marjales donde cría los tomates. Cuando maduran los vende a los viajeros que suben a Sierra Nevada por la carretera de El Purche, en Granada. Ha tenido el buen gusto de preferir una expresión antigua “Se vende tomates” a la actual “Se venden tomates” para su tosco anuncio y el sentido común suficiente como para que la bandera de España que preside su actividad, no sea mayor que el tomate más gordo de su cosecha.
El tomate más gordo
No le pide a la patria demasiadas cosas, para que la patria no se ponga exigente con él. La patria le ha pagado el sonotone que alivia su sordera y le ha concedido las becas que han permitido que sus dos hijas terminen sus carreras universitarias. Él hizo el servicio militar en su momento y le viene pagando, a la patria, sus impuestos. 900 metros más abajo, el Ayuntamiento de su pueblo también izó este verano una enseña roja y amarilla, con más varas de tela que metros cuadrados mide el término municipal, a modo de para-desgracias y atrapa-glorias nacionales.
Bandera atrapa-glorias nacionales
No consta en ningún sitio que el pueblo, o Consistorio, hayan prestado a la patria más servicios que el campesino de los tomates. Casi kennediano parece nuestro hombre. ¿No fue el presidente Kennedy el que pidió a sus compatriotas que no estuvieran todo el día pidiéndole cosas al país de uno, que también pensaran en darle algo de vez en cuando?
jueves, 6 de octubre de 2016
Rousseau y los relatos
miércoles, 5 de octubre de 2016
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