jueves, 30 de junio de 2016

Por un puñado de euros

LOS años te llenan de manías, alergias y miedos. Cada vez soporta uno peor perder unas elecciones o la violencia en todas sus manifestaciones. Y se vuelve uno alérgico a ciertas actitudes, a los ajos, a las cebollas o a la lactosa. A perder elecciones, estoy más o menos acostumbrado y, hasta el 26, no lo llevaba mal del todo. Incluso una vez que gané unas elecciones, las primeras Generales que se celebraron en España, en 1977, pasé una noche de perros, mientras que iban llegando los resultados de toda España a la sede del PCE de Montilla, donde habíamos sacado, nada más y nada menos que el 42 % de los votos. Más que el PSUC, en Barcelona. Al final el Partido sólo obtuvo un 10% en toda España. No sé lo que nos hubiera pasado a los comunistas si hubiéramos obtenido un 30% o un 40% de los votos en todo el país. No creo que las fuerzas vivas de la muerte, hubieran consentido que Santiago Carrillo fuera presidente del Reino de España. Los resultados de los últimos comicios me han contrariado mucho y mientras que las mafias, tras el generoso indulto que los votantes les han concedido en las urnas, se disponen a sacar de sus zulos, a engrasar y a actualizar las armas de apropiación masiva que les sirvieron para el saqueo de las arcas públicas, yo, harto de perder elecciones, he decidido sincronizar mi ética con la de los vencedores del 26-J. He arrojado los Ensayos del pulcro y luminoso Montaigne a la papelera y he entronizado en mi mesilla de noche El Criterio, la obra más valorada del escritor conservador catalán Jaime Balmes (1810-1848). Ya iba yo notando, también, si necesidad de catástrofes electorales, que se iban acentuando en mí, conforme se me acumulan los años, los rasgos conservadores que mamé de chico. Asociados a una cierta preocupación por lo social que me brotó al mismo tiempo que el acné de mi adolescencia. Hoy se llamaría populismo. Ya tengo pobre, como lo tenía mi Tita María, y le doy, cuando lo veo, el equivalente a la peseta que ella le daba al suyo, al que advertía previamente que no se la gastara en vino; porque la caridad es, todo lo que dice San Pablo de ella, y, además, controladora y meticona. Ayer me encontré a mi pobre a las puertas del supermercado, con su carrito de la compra; me pidió para leche y fruta. Le di unos cuantos euros. Me molestó que no entrara inmediatamente en el supermercado a comprar y que cogiera su carrito, se metiera el billete en el bolsillo, y se marchara. Estuve a punto, conforme se alejaba, de gritarle que no se lo gastara en vino. Me contuve. Pero sentí deseos de darle unos cuantos consejos para que defendiera su territorio vital, en las mejores condiciones posibles, incluso se me pasó por la cabeza advertirle de que podía ser alérgico a la lactosa y de rogarle que huyera de las corrientes de aire para no resfriarse. ¡Qué bien dormí esa noche y sólo por un puñado de euros!

miércoles, 29 de junio de 2016

En el día de un solo santo

Hoy no es el día de mi santo. Hoy es el día de dos santos, San Pedro y San Pablo. Pertenezco a una familia numerosa; cuando nací, el quinto de 9 hermanos, ya no quedaban nombres para mí. Mi padre buscó en el Año Cristiano el santo del día de mi nacimiento y resultó ser San Pablo de la Cruz, santo italiano del XVIII, fundador de los Pasionistas y excelente jinete al que, con la ayuda del Señor, jamás tiró ningún caballo en el camino de Damasco, entre otras razones porque nunca salió de Italia. Estábamos mi santo y yo tan contentos, cuando, sin previo aviso, la curia refrescó el calendario, y nos mandaron a otro mes y a otro día. Con lo que todos los piadosos seguidores de mi santo, cuando cliqueaban el 28 de abril, para rezarle o pedirle favores, recibían este mensaje: "este santo ya no se encuentra en este link, siga buscando". San Pablo de la Cruz dio un portazo y se marchó del Cielo y yo me di de baja en el catolicismo, sin apostasías ni escándalos, con la misma sencillez con que dejé de pagar las cuotas de CCOO: que siempre se me ha dado muy mal el teatro. Si aún así, queréis hacerme un regalo, proponed a vuestros amigos que sigan mi blog. Ahora bien, prevenidles de dónde se meten. Y aseguradles que nunca borro a nadie, una vez aceptado; y que sopoto las críticas lo mejor que puedo. Y no se os olvide de informarles de que cada cierto tiempo practico la autocrítica. Gracias.

martes, 28 de junio de 2016

¡Adiós, Montaigne, adiós!

Mientras que las mafias, tras el generoso indulto que los votantes les han concedido en las urnas, se disponen a sacar de sus zulos y a engrasar y actualizar las armas de apropiación masiva que les sirvieron para el saqueo de las arcas públicas, yo, harto de perder elecciones, he decidido sincronizar mi ética con la suya. He arrojado a Montaigne a la basura y he puesto en mi mesilla de noche "El criterio" de Balmes.

jueves, 23 de junio de 2016

¡Elija la patata nueva!

Martí, ser culto para ser libre
EL respeto por los saberes populares, extralibrescos, de la oralidad, los que se han transmitido secularmente de boca en boca, lo aporta el Romanticismo. Incluso el aprecio por las lenguas "aborígenes", minusvaloradas por las llamadas "lenguas de cultura", es también cosa de finales del siglo XIX. Una de las aportaciones fundamentales de la lingüística es haber puesto de manifiesto, por mucho que le duela al colonialismo, al racismo y a otras taras de la condición humana, que no existen "lenguas primitivas". No hay lenguas mejores y lenguas peores. Tan buenas -es decir, tan útiles para los que las hablan- son las lenguas autóctonas australianas como el latín, el griego, el castellano o el catalán. En estas cosas suelo pensar cuando voy en mi bici a buscar patatas nuevas por la vega de Cájar. En eso y en la mirada de superioridad y en el populismo benevolente de "hombre de cultura" que uno le dedica al campesino, al agricultor, que produce algo tan placentero y tan tranquilizante como una patata que sea buena para freír y para cocer. Seguramente que hay gente que se extasía leyendo algún verso de Homero, pero no es menos cierto que otros muchos agradecen al que inventó la tortilla de patatas su hallazgo. Y uno que, ni ha escrito la Iliada ni es capaz de cosechar las portentosas patatas de mi pueblo, se atreve a mirar con aires de superioridad a los creadores de estos portentos. La cultura oficial, la alta cultura, la gestione la Iglesia o la Escuela, no se ha llevado nunca bien con la cultura popular de transmisión oral. Lo primero era controlarla e integrarla y si había que quemar a alguna bruja o alguna sanadora, se la quemaba. No se toleraban competidores. Los que vivían de escribir, interpretar y vender libros, inventaron eso de que todo está en los libros. Y los movimientos revolucionarios se lo creyeron convencido de que para ser libres había que ser cultos, previamente. Razón llevaban, la cultura no da la libertad ni siquiera la bondad ni la compasión -a la historia me remito- pero si coloca al que no dispone de sus claves en situación de inferioridad. Lutero, que era muy listo, ya se había dado cuenta de que las ensoñaciones y promesas de vida eterna de la Biblia no peligraban ni iban a ser discutidas si se traducían del latín a las lenguas vulgares. Y le entregó a la gente las claves para descifrar el libro sagrado. Porque el hombre necesita comer, y si la patata es buena, mejor, pero tampoco podría subsistir sin promesas de salvación, religiosas o electorales, que nunca se cumplen. Pero le basta con saber que otros muchos como él, no es que sean tontos, es que se hacen los tontos y fingen creérselas. Y esa estupidez compartida y asumida alivia el desconsuelo que nos produce la vida.

jueves, 16 de junio de 2016

La náusea

Las almas atraviesan la Laguna Estigia
AL filósofo francés Sartre, tomar decisiones, elegir, le producía un sentimiento profundo de repugnancia por la existencia al que llamó 'La náusea'. Algo parecido, sin llegar a ser igual, a lo que yo siento cuando, ahora que ha llegado la calor, tengo que sustituir los agostados ciclámenes del invierno e, incluso, los robustos geranios de la primavera, por plantas que aguanten los calores de agosto sin necesidad de muchos cuidados. Y ahí estoy, debatiéndome entre las vincas y las verdolagas. Mis asesores, una florista de La Zubia y Miguel, el dueño de un vivero cercano, parecen estar de acuerdo en que hay que proceder ya a la sustitución, pero un vendedor de flores del Camino Bajo de Huétor me sugiere que los geranios aguantarán bien hasta septiembre. Y entonces, la incertidumbre me corroe y vivo el problema de forma acuciante en mi interior que es donde se viven estas cosas. No llego a la náusea sartreanea, porque casi no tengo vida interior y esas cosas me afectan menos, pero sí estoy incómodo. ¡Lo que tuvo que sufrir Jesucristo a la hora de elegir a sus discípulos, aceptar a unos, rechazar a otros! Se lo dejó bien claro -él que era un hombre de carácter- a los apóstoles y no aceptó formar un jurado o un tribunal, asumió él sólo toda la responsabilidad de nombrar a estos cargos de libre designación: "No me elegisteis vosotros a mí; sino que yo os elegí a vosotros" (Juan15:16). Mi padre también era muy taxativo en lo que se refiere a las elecciones. Él no solía hablar de política. Como tantos otros, salió de la guerra tan escaldado que no dejaba que se hablara de política en la mesa. Pero de las elecciones recelaba y lo que tenía muy claro era que al padre no se le elige en un plebiscito ni se le confirma o se le rechaza en un referéndum. "Me da igual lo que penséis de mí", decía cuando alguno de sus nueve hijos le discutía una decisión, "no pienso presentarme a elecciones para el puesto de padre de esta familia". Seguramente, quería protegernos de la náusea de la elección. Según nos explicaba en PREU, don José Barrio, nuestro excelente profesor de Filosofía, Platón contaba que eran las Parcas las que elegían por nosotros. Muertos, nuestra alma atravesaba la Laguna Estigia, en busca de la reencarnación, y llegaban a una planicie en la que tres deidades, las Parcas, se ocupaban de tejer el destino de cada uno de nosotros y de decidir en qué cuerpo se reencarnaría nuestra alma. Seguramente para ahorrarnos la náusea de tener que elegir entre ser Rajoy, Sánchez, Rivera o Iglesias. Y es que la mitología griega fue más compasiva que la teología cristiana y limitó muchísimo la capacidad de elegir de las personas para no angustiarnos.

jueves, 2 de junio de 2016

Guerras de religión

Qué época más afortunada la nuestra, en la que cualquier lerdo, como el que escribe esta columna,  puede encontrar a la mayoría de los personajes públicos todavía más lerdos que él. Eso es una bendición para la autoestima. Y además parece como si, al denunciar sus vicios, uno estuviera libre de ellos. Miedo y agradecimiento es lo que uno siente ante la estupidez ajena. Miedo, porque no hay mucha diferencia entre el genoma de uno y el del arzobispo Cañizares, el del alcalde de Granada, el de Chaves y Griñán o el de los aspirantes a poner el huevo en Venezuela y cacarear en las Cibeles. Por tanto, si no fuera porque la diosa Fortuna nos ha librado, azarosasmente, de incurrir en alguno de los vicios que aquejan a esas personas (sobre todo el de la ambición desmedida de poder y de dinero), estaríamos ahora como ellos atenazados por nuestros delitos y gritando que los cometimos en estado cataléptico, sin enterarnos de nada, pese a disfrutar de todo lo que se puede tener gracias al dinero y al poder. Chaves y Griñán lo están sufriendo ahora; cuando la capa del emperador te cubre, toda la mierda se trueca en oro, cuando el poder te abandona y te quedas desnudo, todo el oro se trueca en mierda. Si no del oro (que las llaves de la ciudad que los populares le han entregado son de hojalata herrumbrosa), si disfruta ya el nuevo alcalde Paco Cuenca de los oropeles del poder. Con valentía inusitada, Cuenca se ha atrevido a desoír las directrices del Papa sobre la conveniencia de separar política y religión. Y ha procesionado en el  Corpus en representación, según él, “de todos los granadinos”, incluso de los que no deseamos ser representados en ese acto.  Prudente, como se le ve, seguramente que no va más allá y se abstiene de excomulgar al papa Francisco por su defensa de la laicidad. Tampoco anda muy en sintonía con el Papa el dicharachero arzobispo de Valencia Cañizares, al pedir a los católicos que desobedezcan aquellas leyes que consideren injustas, basadas en "la ideología más insidiosa y destructora de la humanidad de toda la historia, que es la ideología de género". Este hombre, aparte de heterodoxo y regalista,  es muy poco serio y trabajador: a los fieles hay que decirles exactamente qué ley, qué capítulo, qué epígrafe de las leyes que atañen al género, hay que desobedecer. ¡Si Santo Tomás de Aquino levantara la cabeza, a él que le gustaban tanto las taxonomías y la precisión! Porque comienzas desobedeciendo no sé qué ley de género y terminas trayéndote al Papa a Valencia con la única pretensión de enriquecerte tú, tus amiguitos del alma y tu partido. Y eso no está bien ni aquí ni en Venezuela.