Taller de animación a la lectura en el Sinaí
Muy pocos escritores, según propia confesión, pueden vivir de su trabajo, de escribir, porque no venden. Y menos que nadie, los poetas. Y muchos de los que sí podrían vivir de sus libros, como Cervantes o Moisés, no pueden llegarse a la SGAE. Los escritores de éxito vivos, o sus herederos, que ganan bastante dinero con la venta de sus libros, se quejan de que se les piratea en Internet y que pronto no podrán ni pasar unos días en Punta Cana. Es natural que los escritores de éxito quieran cobrar por lo que hacen, como todo el mundo. Tampoco parece muy exagerado que los herederos puedan disfrutar de los derechos de autor hasta 70 años después del fallecimiento de sus parientes. No es demasiado tiempo. El modelo de todos los libros y de todos los escritores es la Biblia. Y aunque los que la compusieron ya no están entre nosotros, los herederos le sacan muchísimo partido al Libro Sagrado. Que se sepa, y pese a lo longevos que eran patriarcas, profetas y reyes del Antiguo Testamento, Moisés, autor del Pentateuco, no vive ni Samuel, autor de Jueces, Josué y del libro que lleva su nombre, ni Jeremías, autor de Reyes, ni David al que se le atribuye la escritura de los Salmos, ni Salomón que escribió el Cantar de los Cantares y los Proverbios; sin embargo, sus herederos e intérpretes, 2.600 años después, siguen cobrando los derechos. Los cobra el catolicismo, los cobran los protestantes, los cobran los testigos de Jehová. Todos ellos editan Biblias a porrillo. Muchas las regalan como propaganda para que se les apunte gente y los sostenga con sus donaciones y mandas. Sin olvidar al pueblo de Israel que ha esgrimido siempre la Biblia como escritura de propiedad de terrenos en el Próximo Oriente, con bastante éxito. Pues bien, la SGAE, no coge ni un euro de los beneficios obtenidos por todos esos aprovechados.