El poeta Petrarca
CUANDO todavía no se había inventado el lenguaje oral los seres humanos mataban. La invención del lenguaje disparó la natalidad, permitió la transmisión de las técnicas agrícolas y cazadoras, la propagación del fuego, de los asados y el perfeccionamiento en la fabricación de armas de guerra. Los hombres siguieron matando. El descubrimiento de la escritura aparece relacionado con la necesidad de llevar la contabilidad en los almacenes de grano de Mesopotamia. Pronto, la escritura se convirtió en una herramienta de pago y emitió en cerrado hasta el descubrimiento de la imprenta, que bajó el precio de las suscripciones, liberalizó algunos canales y se comenzó a emitir en abierto. Pero los hombres, escritores y lectores, no dejaron de matar. En Alemania, a finales del XIX, el analfabetismo casi no existía. Ni en Rusia, después de la revolución, ni en EEUU, pero a lo largo del siglo XX, se siguió matando, cada vez de manera menos selectiva, más indiscriminada. Con la misma eficacia salvaje con que el Dios de la Biblia borraba del mapa a los enemigos de Israel. En Segovia, un hombre que leía mucho, adoraba a Platón y oía música clásica, asesinó hace dos años a su mujer y a su hijo. El leer, en el imaginario de la gente, es actividad pacífica, contraria a toda violencia, pero esto es sólo un espejismo. Si estadísticamente se mata mucho menos mientras se lee o se escribe es porque no resulta fácil disparar y leer al mismo tiempo. El escribir produce placeres muy parecidos a los de la caza o de la guerra. Y es menos lesivo. Compites con otros cazadores a ver quién lo hace mejor, quien cobra la pieza más distante o esquiva. Un soneto, una novela, un aforismo. Un post. Entre cazadores el prestigio se alcanza cuando uno ha puesto sobre la mesa la pieza más preciada. Ese es también el juego de los poetas. Antes del verso perfecto o del elefante botsuano ni el cazador ni el escritor son nada. Y si luego aparecen con un ripio infame o con una gallineta esmirriada, de nada servirán los éxitos precedentes. Aunque hay escritores que solicitan el premio antes de haber aportado la pieza y que no nos dejan rendirnos ante lo que escriben porque lo primero que nos dicen, desde las solapas de sus libros, es que ellos, aunque no escribieran ni una letra, ya serían excelentes. Enumeran sus virtudes, sus premios, sus publicaciones. Aluden al reconocimiento del público… Como el Amado del poema de San Juan de la Cruz, están seguros de dejar a todo el mundo prendado de su hermosura, con sola su figura. Su mundo es anterior al de la escritura. Son seres preglóticos. Desubicados.sábado, 25 de febrero de 2017
jueves, 23 de febrero de 2017
¿No toca?
Mientras mi
podólogo me atiende con la profesionalidad y destreza habituales, me informa con
detalle de cómo ve una familia de tres hijos el asunto de los deberes y de las
notas. Me cuenta que las actividades que, su mujer y él, les organizan a los
hijos, como el baile o los deportes,
pretenden introducir un poco de orden en el caos de la vida; que son
actividades que tienen que ver con el ritmo y que ambas, gimnasia y baile,
contribuyen a iniciarlos en la organización y el orden. El profesor le ha
puesto a su hijo de 8 años un 3,5 en un examen sobre el cuerpo humano. El chico
está muy contrariado con la mala nota. Es inteligente y reflexivo. La pregunta
que le hizo el maestro, según el chico, tenía al menos diez respuestas posibles,
pese a ser de esas de “verdadero o falso”. A algunos alumnos las preguntas mal
formuladas les resultan turbadoras y los bloquean para contestar a las
restantes del examen. En épocas de colapso total de la convivencia, preguntar
es inútil, aunque la pregunta sea muy clara: Muriéndose de sed, un prisionero en un campo de exterminio nazi
miraba cómo su torturador derramaba lentamente en el suelo un vaso de agua
fresca. «¿Por qué haces eso?» El verdugo replicó: «Aquí no existen los
porqués». Respuesta que, en opinión del profesor George Steiner, expresa con
una concisión y lucidez diabólicas el divorcio entre la humanidad y el
lenguaje, entre la razón y la sintaxis, entre el diálogo y la esperanza. Hablar
y escribir llegó a ser, en entonces, una expresión del absurdo y del desastre.
No quedó, stricto sensu, nada que decir.
Mi relación
con las preguntas es traumática. Redacté un libro de texto para alumnos de 8º
EGB y no me corté un pelo. Miles de preguntas salieron de mi pluma, un poco atolondradamente.
El castigo no tardó en llegar. Bruño, editora del libro, me solicitó un Solucionario
para los maestros que daban la asignatura. Entonces comprobé que muchas de las
preguntas que había formulado a chicos de 14 años, ni yo mismo, el autor, podía contestarlas
fácilmente y que algunas no había manera de responderlas, por lo confusas o
enrevesadas. No pude decirle a los
editores lo que suelen contestar hoy en día los ocupantes de cargos públicos,
que viven de los que les paga el contribuyente, cuando se les pregunta por su
trabajo. Por mi parte, no tuve más remedio que plegarme a las justas exigencias
de la editorial y contestar a todas las preguntas. Eran los años 80, todavía no
se habían inventado ni las posverdades –que es como se llaman ahora las
mentiras de toda la vida- ni el plasma detrás del que se refugiaba Rajoy en las
ruedas de prensa ni el ordinario e irresponsable “no toca” de tanto político. ¿Estamos a un paso de que, cuando le
preguntemos a esta gente por el porqué de las cosas, nos contesten también:
“Aquí no existen los porqués”? Inquietante pregunta.
domingo, 19 de febrero de 2017
Jesús Candel y Susana Díaz no son fascistas.
viernes, 17 de febrero de 2017
Al Centro Nevada, volando voy
sábado, 11 de febrero de 2017
¿Quién le compra los vestidos sexistas a las niñas?
Los expertos tachan de “violencia simbólica” los disfraces sexistas de niña. Fotos de niñas con disfraces sexistas: de superwoman para comerse el mundo y de novia para comerse -según Trento-, sin simbolismos de ningún género, a un hombre completo -a Cristo- en la primera comunión.
jueves, 9 de febrero de 2017
La primera dama y el matón
Ángela Davis, feminista negra
Las mujeres liberadoras fueron negras con los negros, esclavas con los esclavos, sufragistas con los sin voto, revolucionarias con los proletarios, en fin, que lucharon siempre a favor de los oprimidos, por considerase ellas, también, oprimidas. Doblemente oprimidas, como mujeres y como trabajadoras, sobre todo, tras su incorporación al trabajo industrial. Aherrojadas como mujeres y como proletarias. Como siempre, para simplificar, aparece en escena el dragón del dualismo. El principio del bien, lo femenino, y el principio del mal, lo masculino. En lucha irrenunciable hasta la derrota definitiva de lo masculino. En la guerra no caben los matices. Todos los machos, malos, todas las hembras -incluidas Melania Trump y Ana Patricia Botín-, las buenas. Pero cuando se viven largos periodos de paz (aunque sólo sea aparente, porque todos los días un asesino nos recuerda que hay todavía orangutanes que matan para obtener y conservar hembras y que las matan por creerlas suyas, sobre todo, si piensan que se les están subiendo a las barbas), podría trabajarse en acercar posturas, en desterrar ideas ancestrales de posesión y dominio, en esforzarse para que, pese a la desigualdad radical en la que vivimos por culpa de los gobernantes, de los banqueros, de los intermediarios, de los amiguitos del alma, de los especuladores, del clientelismo partidario, y de otros males, se fuera instaurando entre hombres y mujeres una auténtica igualdad ante las leyes, en el trabajo, en la crianza de los hijos. Incluso para que la sociedad se oriente (¡qué utopía!) hacia una humanidad de cuidadores, en las que todos nos hiciéramos responsables de todos. Y no sólo los hospicios, las urgencias y las residencias de ancianos. Desde luego no va a ser Trump el que ayude; su enfermizo complejo de inferioridad, que arrastra desde la infancia, convierte ahora mismo al mundo en el patio del colegio donde el matón golpea constantemente al débil, para afirmarse sobre el dolor y la humillación de los otros. He visto pancartas en las manifestaciones de las mujeres contra este peligroso espécimen aupado al poder por el voto de 62 millones de norteamericanos, en las que se compadecen de Melania, su mujer y en las que se duelen de lo que debe de estar sufriendo. Esto es un resto de la ideología de la lucha de clases que impregnó al feminismo después de la Revolución Rusa de 1917: el proletariado acabaría con la burguesía y las mujeres con el patriarcado. Melania no tiene nada que ver con la mujer española, parada, que saca adelante a su familia con los 400 euros de los subsidios sociales. Harto estoy de los lamentos que leo sobre lo mal que trata Trump a su esposa y me enojan las muestras de solidaridad que recibe de muchas mujeres: ¡hasta dos feos le ha hecho Trump en público! Estoy convencido de que esta mujer tiene alguna responsabilidad por haber elegido a este hombre como compañero. Les aseguro que lo que le pueda pasar, me resulta absolutamente indiferente.
martes, 7 de febrero de 2017
Spiriman, en su laberinto
Del merchandising de fray Leopoldo, por si...
Uno de los adoradores de Spiriman acaba de colgar otro de sus vídeos. Acojonante la denuncia de lo que está pasando en Urgencias. Estamos vendidos: la Sanidad Pública en vías de desaparecer, puesto que no se puede atender a los que necesitan cuidados urgentes. En La Rambla, don Manuel, el médico del pueblo, me salvó la vida, que yo recuerde, en tres ocasiones. 1." Estando yo ahogándome", como diría Spiriman, a causa de mi alergia al polen del olivo, se personó de inmediato en mi casa -él no se movía del pueblo-, me inyectó un urbasón y ¡a respirar! 2. "Viniendo yo" - como diría Spiriman al que le gustan mucho los gerundios mayestáticos- de Galicia, me dio una "infersión" terrible. Conseguí llegar a la Rambla vivo. Don Manuel, se personó en mi casa, de inmediato, me diagnosticó unas paratíficas, y en 15 días salí, malparado, eso sí, de la enfermedad. 3. "Estando yo" -como diría Spirimán, al que le gusta más un "yo" que al que esto escribe- convocando a los camaradas, de casa en casa, montado en mi lambretta, 125, blanca, de segunda mano, que le había comprado al "Barriguita", para que se apresuraran a tomar el autobús que nos llevaría al primer mitín legal del PCE , eurocomunista, en Córdoba, con Carrillo, Ernesto Caballero,Basilisa Ranchal, Anguita y otros camaradas de oradores, me picó una avispa en el labio y se me puso la cara más hinchada y dura de lo que la suelo tener. Fui a casa de don Manuel Peñín, el médico, me puso un urbasón, y pude gritar con mis camaradas, en el autobús que nos llevaba a la plaza de toros de Córdoba: "¡Viva el Comunismo libertario!" y cantar "Somos los hijos de Lenin, /y a vuestro régimen feroz / el comunismo ha de abatir / con el martillo y con la hoz". Magnífica la labor de Spiriman, el Peñín de las Urgencias granadinas. Sólo un inconveniente. Le sucede como a algunos buenos escritores que quieren que los adoren, nada más llegar a donde están sus lectores entregados, aunque todavía no hayan escrito el libro definitivo que los "consagre". Se consideran más importantes que sus propias obras. Quieren provocar pasmo y adoración con sola su figura, como el Amado del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz. Dejarnos a todos prendados de la hermosura de su "yo", antes de haber puesto en fuga, definitivamente al maligno.jueves, 2 de febrero de 2017
La primera comunión de Trump
Muros cercanos
En tiempos de la Autarquía – esa etapa de onanismo y
enclaustramiento nacional que vivió España después de la Guerra Civil-, los
progresistas solían decir que la burricie, el matonismo, la chulería, el
fanatismo y la collejería se quitaban viajando. Dándose una vuelta por el
mundo. Hoy estamos todos muy viajados y persiste entre nosotros alguno de
aquellos vicios. Los estadounidenses, los guineanos y otras gentes de muchos
países padecen igual ensimismamiento. Para romper esta burbuja dentro de la que
vivimos no hace falta viajar mucho, basta con mirar a nuestro alrededor y
comparar con lo que vemos por la tele. No hay muchas diferencias entre la ceremonia
de la toma de posesión de Trump y la ceremonia
de cualquier primera comunión de una aldea española. Los Padres fundadores,
Franklin, la quinta enmienda, El ala oeste de la Casa Blanca, la peli Matar a
un ruiseñor, los derechos del detenido, nos hablan de una sociedad ordenada,
normalizada, respetuosa con los derechos individuales. Organizada, nada
caótica. Como cualquier ceremonia de primera comunión. Si nos fijamos, sobre
todo, en los personajes que acompañan a los niños en el presbiterio -el
sacerdote, los monaguillos, los catequistas- o en los que cantan en el coro el
Pange lingua, advertiremos el esfuerzo que han realizado todos ellos para que el
acto más importante de la liturgia católica resulte decoroso. Porque nos asusta
el caos. Y sobre los instintos básicos, sobre la lucha por la vida, sobre la
necesidad de alimentarse y de procrear, contra viento y marea, que lleva al ser
humano a hacerse con cada pedazo de alimento o con cada hembra o con cada varón,
a dentelladas, para que la especie no muera, las religiones, las instituciones,
esparcen telarañas de orden, de normas, de “pase usted primero”. De
mandamientos y leyes. Pero entre el público, se encuentran personas, a las que
el hambre y la necesidad expulsaron de su tierra. O el niño chulo, que luego terminará siendo un matón, necesitado, de
aceptación y de valoración; que han venido a la ceremonia del traspaso de
poderes o de la Eucaristía, a buscar recompensas, reconocimiento, atención. A
que se sepa que su lucha no ha sido inútil. Ellos utilizan el teatro que les suministra
una iglesia rebosante de normas y liturgias o el proscenio del juramento presidencial
para decirle al mundo de los otros fieles o de los asistentes a la toma de
posesión, quiénes son ellos. Unos, humildes, pacíficos y orgullosos, luciendo trajes lujosos de buen paño, vestidos
escotados, transparentes, ajustados, mientras se acercan a comulgar con sus
hijos. Después, vuelven a sus asientos con caras festivas, como si se
desentendiesen del misterio abismal en el que acaban de sumergirse. Otros, como
Trump -nieto, hijo y marido de inmigrantes-, ese niño desvalido, ególatra y
excesivo, peligroso por el poder que ha obtenido en las urnas; necesitado del
acatamiento universal, señalando con su dedo al mundo y diciéndole: “América primero”.
O sea. “yo, el primero, entre todos los hombres”.
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