jueves, 29 de diciembre de 2011

Soraya, mantis religiosa

Esencia de mujer
LA revista Vanitatis.com considera que Soraya Sáenz de Santamaría es una de las españolas peor vestidas de 2011. El vestido que la señora llevó a la entrega de los Premios Mujer Hoy, el día 12 de este mes, ni era de estreno ni feo, sólo le quedaba estrecho; lo habría adquirido antes de dar a luz y aparecía, en las fotos de Vanitatis, superado en alguna de sus costuras por la ubérrima carga postnatal de la actual vicepresidente. Todo muy estudiado: vestido usado = contención del gasto en la escasez; síntomas desbordantes de maternidad = madre entregada que da de mamar a su hijo. Hijo = precioso objeto del deseo de los culebrones de televisión -en los que siempre hay varios hijos esturreados, en busca de padre, madre y demás familia- y también del imaginario colectivo de una sociedad falta de nacimientos y sobrada de teatro ginecológico. Normalidad aparente para algo que no es usual: que una recién parida pueda acudir a fiestas o estar presente la noche electoral para no dejarse arrebatar los réditos de la victoria. Esta mujer debe de tener en casa a alguien que se ocupe de su hijo. Me gusta Soraya Sáenz de Santamaría. Quizá no responda al modelo de mujer liberada con que soñó en los setenta la jeremíaca feminista Lidia Falcón. Tampoco sé si la nueva vicepresidente del Gobierno ha leído a Simone de Bouvoir -no está en el temario de las oposiciones a Abogados del Estado- pero coincide con la escritora francesa en que las mujeres deben clausurar la época de la queja y, también, la del rechazo de todo lo que proceda del varón. A Rajoy le ha aceptado la única vicepresidencia de su gabinete, y de quejarse nada: no tiene tiempo para tirarse al suelo y desde allí zancadillear y manejar a los machos, ella dedica todos sus esfuerzos a prepararse para ser la primera presidente del Gobierno de España. Sí se recuesta cuando posa con un vestido negro, como de lencería fina de señora, para el magazine de algún diario. Porque ella, virgen de toda ideología y preñada de toda ambición, no desaprovecha ninguna de sus gracias. Rajoy no lo sabe, pero Soraya ya ha comenzado, como la hembra de la santateresa en la cópula, a extraerle la sustancia del poder con su lengüita. Un buen día -también ocurre en el poema La mantis religiosa del escritor peruano José Watanabe -, el presidente será sólo cáscara vacía. Las enciclopedias no dicen qué palabra final deja escapar el macho de la mantis antes de dejarse arrebatar por la hembra, mientras que le hace gozo, la última gota de vida. No hay que descartar que Mariano Rajoy deje escapar una de agradecimiento.

domingo, 25 de diciembre de 2011

jueves, 22 de diciembre de 2011

El bueno de Caín

LEYENDO Caín, la novela de José Saramago, dan ganas de enmendarle la plana al escritor, como él se la enmienda al Dios de la Biblia, cuando convierte a Caín, personaje de conocido historial delictivo, en héroe. En el episodio Abraham, Saramago demuestra poca ambición y se contenta con que sea Caín, y no el ángel del Señor, que llega tarde y despistado al escenario del crimen, el que salve al hijo del Patriarca Isaac del degüello y de las llamas. Más corrosivo le hubiera quedado al novelista que Caín apareciese en la obra denunciando la operación de propaganda que la casta sacerdotal trataba de montar con esta historia, concebida para desactivar las protestas de un pueblo harto de pagar diezmos y de entregarles ofrendas a fondo perdido para los sacrificios. "¿Protestó Abraham, el primer sacerdote, cuando Yahvé le exigió la inmolación de su propio hijo?", argumentarían los sacerdotes. Bastaría con que Caín los acusase de guardarse en la manga la carta del indulto de Isaac para borrarlos dialécticamente de la Historia Sagrada. Caín no tendría ni que mencionar lo poco que les importó a los que idearon esta leyenda que la imagen de Dios quedara en ella contaminada de un escrúpulo de crueldad gratuita. Con Abraham y Moisés, el formato del mediador que come del silencio de Dios, queda casi listo. 

A falta, sólo, de la performance del Calvario en la que el mismo Dios -bromista macabro en el caso Isaac-, incomprensiblemente, se muestra incapaz de salvar a su hijo de la muerte. Desde ese momento, los mediadores vienen administrando en su provecho el sentimiento de culpa de una humanidad pecadora que crucifica, no se sabe muy bien por qué y para qué, al Hijo de Dios sin que éste haga nada para evitarlo. Desde luego, la leyenda de Abraham es mucho más imaginativa y -a la historia me remito- mucho más productiva, que los pobres artilugios que los inanes políticos de la enclenque democracia española inventan para convencer a la gente de lo necesarios que son y de cómo van a solucionar todos los problemas que ellos mismos generan. No veo a los dos grandes partidos proponiendo una nueva ley electoral que supondría su inmolación en el altar de una democracia más representativa y justa ni observando y asimilando muchas de las sensatísimas propuestas de regeneración social del 15M. Agónicos como están, lo único que se les ocurre a estos monaguillos del poder, es enarbolar, alternativamente, la palabra mágica: "cambio". Si repasan la Biblia seguro que encuentran un término menos desacreditado y repulsivo. Porque últimamente los cambios vienen siendo a peor.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

La escoba total


Chicas coreanas del norte, pese al fallecimiento de su líder carismático, avanzan confiadas hacia el futuroy escriben la historia de su país, sin salirse del renglón amarillo, mientras cantan: "Agrupémonos todas en la escoba total que el género humano se tiene que limpiar".

jueves, 15 de diciembre de 2011

Bailando con verbos

A clase, o a la calle, no se debe de ir desnudo, lo impiden la higiene y el recuerdo de los cuerpos ultrajados de Auschwitz, tampoco se debe de ir con la cara cubierta con un velo que pueda ser utilizado para delinquir impunemente. Desde los tiempos de Carlos III y de su ministro Esquilache, en España ha estado mal visto acudir a los espacios públicos embozado y con sombrero de ala ancha. Todo lo demás, si hablamos del vestido, es opinable, hasta los tutús que lucen los danzantes que animan las procesiones del Patrón en algunos pueblos castellanos. Saray, alumna de ESO, con sus 14 años, ni siquiera imagina el dolor de ser invisible. Porque todavía queda lejos para ella el día en que nadie la vea, en que nadie la mire, en el que eso de andar por la calle sin que ninguna mirada se cruce con la suya se convierta en un purgatorio. Ella acude a clase, y su madre lo ve bien, con unos shorts blancos muy estrechos y con un tanga verde fosforito debajo. El profesor la saca a la pizarra para que analice la frase del día. Saray corretea por entre las partes de la oración con agilidad y cadencia. El profesor le llama la atención: "Saray, le he pedido que me analice la frase, no que me la baile". Saray valsea con el núcleo del sintagma nominal y se abandona en los brazos del complemento directo, ya en la loseta del sintagma verbal. Termina y se sienta. Todavía no ha acabado de analizar Joshua su frase, cuando Saray grita: "Profe, los niños de atrás me están tirando besos". El profesor los apercibe. Después llama a la madre de Saray y le ruega que la niña venga vestida a clase sin estridencias y que sea más lineal en sus desplazamientos en el encerado. La madre, que tiene poco más de 30 años, le espeta: "Maestro, esto es un centro público y mi niña tiene derecho a venir a clase vestida como a mí me salga del c…". 
Natalia es una alumna musulmana, bondadosa y tranquila. Ha escrito en la pizarra su frase del día: "Las mujeres musulmanas deben ponerse en la mezquita detrás de los hombres para que al inclinarse en la oración, no distraigan a los varones en sus rezos". Viene vestida con sencillez extrema, un pantalón vaquero una camisa blanca y el velo. El tutor de la chica llama a su madre y le pide que la niña venga a clase como las demás alumnas, sin velo. La madre le espeta al tutor: "Esto es un centro público y mi niña viene a clase como a mí me da la gana". El tutor piensa que las madres -y, detrás de ellas, los padres, los hermanos, los abuelos- como suele suceder, utilizan a los hijos para cobrarse sus "deudas históricas". Parece inevitable.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Alas de mariposa


Cuando Mantegna pinta los ángeles de la Cámara de los Esposos del Palacio Ducal de Mantua con las alas de mariposa de Psique, la amada de Eros del mito clásico,  en lugar de retratarlos con las de gavilán o de paloma con las que los adornaba la iconografía medieval, se puede decir que el Renacimiento ha triunfado definitivamente. Signos fueron también de su victoria sobre los siglos oscuros, la renuncia de Montaigne a los referentes bíblicos: en sus Ensayos  se refiere a Cristo sólo 9 veces,  mientras que cita a Sócrates  en 100 ocasiones. No menos significativo es el cuadro del Maestro de Segovia, Abrosius Benson (siglo XVI), en el que la Magdalena descuida, en parte, el tarro de bálsamo con el que tendría que aliviar el cansancio de los pies de Jesús y se pone a leer un libro.  Ahora también hemos de permanecer pendientes de los signos de la instalación de la nueva, y sedienta, clase política en los centros de poder. Hasta que no vea que los guiones de Amar en Tiempos revueltos y de Aguila Roja se escriben en los despachos  del PP, como se han venido gestando hasta ahora en los del PSOE,  no estaré seguro del cambio. Cuando el bondadoso abuelo de El Asturiano adultere el vino, y  Marcelino, su  hijo, y mejor padre, se enrede con una vicetiple del teatro Calderón y Manolita, la madre de todas las criaturas, esa santa laica del melodrama socialdemócrata,  se escape con un banderillero de Ordoñez, abandonando a sus seis hijos, incluida la pequeña operada del oído en Barcelona por una eminencia médica, empezaré a admitir que algo ha cambiado. Porque quizá los telediarios sigan dando muestras de una cierta neutralidad política, pero estoy seguro que los guiones de las series de éxito de TVE se seguirán escribiendo en la Moncloa, y los supervisará Rajoy, como antes lo hizo Zapatero: que de Goebbels aquí ha cambiado mucho la propaganda política. Prepárense para que, hasta el  ambicioso y manipulador Cardenal Mendoza de Águila Roja se vuelva bueno y se parezca cada vez más al Cardenal  Rouco Valera. Esta será la señal definitiva del alborear de la nueva época. La televisión municipal granadina,  en algún momento, también dejará de ofrecer machaconamente la foto fija de Sebastián Pérez o del alcalde en sus informativos y se inclinará por el melodrama político para hacer propaganda. Orar en tiempos excelsos, si se me acepta este título para la futura serie de  TG7, sería el vehículo de los fervores y valores de los populares. El episodio de la adolescente expulsada de la procesión de la Patrona podría inspirar los primeros capítulos de esta telenovela.

jueves, 1 de diciembre de 2011

El internado

LOS dominicos de Almagro, en cuyo colegio estuve prisionero cuatro años, me enseñaron gregoriano, a estudiar, a vestirme debajo de la colcha de la cama para no despertar la lascivia de mis compañeros, a traducir latín, a aguantarme el hambre y a prescindir de la vida interior, que nunca he recuperado del todo. Porque empecé por mantener la mente en blanco durante la misa, el rosario y la media hora de meditación diarias y terminé por conservarla en standby de forma permanente. No tener vida interior es estupendo durante la adolescencia, en los campos de concentración y en la hora crepuscular de la jubilación, porque jamás te aburres. A los dominicos debo, también, la lectura del Quijote y de las vidas de santos de La Leyenda dorada, de Santiago de la Vorágine. Con un criterio de selección extraño, nada más llegar al colegio, me hicieron sacristán. Yo no había dado señal alguna de piedad. De hecho en los cuatro años que estuve preso en el internado, no sentí la presencia de Dios nada más que en cuatro ocasiones. Siempre en Viernes Santo y siempre a las siete de la tarde. Todavía no tengo muy claro si la visita del Señor, iluminando fugazmente el páramo de mi raquítica vida interior, los cuatro Viernes Santos que pasé en el internado, se debió al ayuno obligatorio que padecíamos ese día los colegiales o a las palabras que el director espiritual, el padre Ramón Fernández de Almagro, O.P., repetía un Viernes Santo tras otro en la meditación vespertina. 

Sea por el hambre o sea por el sentido cabalístico que yo le daba a la frase del fraile, "sacerdote igual a espíritu, espíritu igual a ángel luchador", el caso es que ese día y a esa hora, me tomaba como un desfallecimiento que me duraba hasta que, a las nueve de la noche, terminado el ayuno, nos embuchábamos cada colegial una perola de sopas castellanas que alejaban a Dios y al hambre con una eficacia notable. 
Como no aprendía a ayudar a misa, me destituyeron y me hicieron bibliotecario.Comencé leyendo los libros prohibidos, que estaban guardados, bajo llave, en una alacena protegida con tela metálica y terminé recreándome en la delgadez extrema de la figura de don Quijote de los grabados de Gustavo Doré. Allí aprendí algo que Rouco Valera no sabe todavía: que si obligas a un niño a estudiar la asignatura de religión, termina odiándola. Creo que pretende el cardenal que se restablezca una asignatura obligatoria alternativa a la clase de religión. Los laicos han puesto el grito en el cielo. Equivocadamente: la imposición suele alumbrar florecientes y misioneras generaciones de ateos.