viernes, 30 de junio de 2017

La palestra de Platón

El efebo de las pompas del Salón ( en Granada)
El ejemplar del diálogo Cármides de Platón que tengo en casa me lo regaló el profesor Jacinto Prieto. De su puño y letra, debajo del título, ha escrito: De la sabiduría, y un poco más bajo, entre paréntesis, la palabra Formidable. La edición es de 1934. Ni el más leve comentario sobre el juego erótico que el gran ironista que era Platón nos ofrece en el preámbulo de este diálogo. La escena parece sacada de alguna película cómica del cine mudo. Digna de ser comentada, al menos, por su gracejo. En la edición de la editorial Aguilar, de 1966, el traductor y anotador, Francisco de P. Samaranch, sí deja constancia del ambiente en el que tiene lugar la discusión que mantienen Sócrates, Critias, y Cármides sobre la sabiduría moral. "El diálogo", nos dice el traductor, "comienza con un preámbulo de un delicioso realismo anecdótico que nos lleva a la escena de la conversación y nos va presentando a los personajes que van a intervenir en ella". Samaranch no va más allá. Durante mucho tiempo se pudo hablar de los diálogos de Platón sin referirse por extenso a la homosexualidad o a la bisexualidad que de forma evidente se manifiestan en ellos. El antagonista de Sócrates, Cármides, es un efebo que sólo tiene 14 años. Guapísimo, además de muy inteligente, entra en la palestra -el gimnasio sólo para hombres-, donde enamora a los chicos de su edad y a los hombres maduros. Sócrates comenta que, al pasar, todos los contemplan como se contempla una estatua. Su presencia dio motivo a una escena extraordinariamente graciosa -de cine mudo, dije más arriba-, pues cada uno de los que estaban sentados en un banco se apresuró a empujar a su vecino con todas sus fuerzas, para hacer sitio al recién llegado, de tal manera que los dos últimos, es decir, los que ocupaban las extremidades del banco, uno tuvo que saltar de su sitio y el otro, menos listo, cayó de costado. Sócrates también sucumbe a los encantos del adolescente: "Entonces", refiere el filósofo, "por la entreabierta túnica de Cármides, atisbé una nueva belleza que inflamó mis sentidos". Ortega y Gasset sí repara en las peculiaridades de las relaciones amorosas en la Grecia antigua y afirma que Platón, inversamente a nosotros, no entendía muy bien lo que pudiera ser un amor de hombre a mujer. Ya sé que en este punto, los lectores se estarán preguntando a qué viene este jarro de erudición fría que les está cayendo encima. Tiene que ver, desde luego, con el Día del Orgullo Gay. Mi humilde contribución a que se vea como normal, lo que ya en Grecia, era tenido como natural. Pero también he querido ponerme culto de la muerte para hacer frente a las críticas que he recibido por incluir en una columna anterior La venganza de don Mendo de Muñoz Seca dentro la alta literatura y para aparecer como entendido en materias tan abstrusas como la sociología, la antropología y la filosofía. Más que nada por darme pisto

jueves, 22 de junio de 2017

Hijos del Google Earth

En tiempos de paz prolongada, la mochila sustituye al viejo macuto del peregrino o del soldado. Dentro del macuto se podía encontrar una lendrera, estropajo, jabón casero, confeccionado con sosa cáustica y aceite de oliva refrito, un rosario, una muda, y recado de escribir. Dentro de las mochilas de los jóvenes viajeros de hoy se encontrarán toallitas higiénicas y un gel suave que cubrirán, en un 67%, las funciones del bidé; tubos con pomadas antialérgicas, preservativos, cepillo de dientes, bragas o calzoncillos de papel de talla universal, vaselina, píldoras del día después que las mamás -incluidas las más conservadoras- han metido en las mochilas de sus niñas; dentífrico, una barra de una sustancia que alivia rápida y eficazmente las picaduras de los insectos y varios paquetitos de galletas de textura e ingredientes muy variados.
Los jóvenes de la mochila siempre parecen saber a dónde van. Sólo se perderán, si visitan una zona pixelada del Google Earth. Cuando toman el barco, van directos a un rincón de cubierta que parece estar reservado para ellos. Despliegan el saco de dormir y se echan, desatentos a la partida y a la puesta de sol. Convencidos de que -jóvenes como son- disponen de tiempo para volver otra vez a ese mismo lugar y observar los matices que ahora menosprecian.
Los despertará el hambre. Sin abrir los ojos, encontrarán el bar del barco y pedirán al camarero una cerveza en inglés -el esperanto de los jóvenes- y beberán de la lata-bomba hasta la última gota, para lo que parece que la naturaleza sabia les ha dotado de una vértebra cervical más, que les permite inclinar la cabeza hacia atrás, en un ángulo casi de contorsionista, y hacerse con el contenido íntegro del envase. Después hablan, cantan y manosean el móvil. Los días que dura la travesía, los consumen en ducharse todas las mañanas en los lavabos comunitarios, beber constantemente cerveza y coca-cola, fumar, echarse desodorante y leer novelas.
Hacen transbordo de tren en las estaciones más remotas con la precisión de un cardumen de peces. Esperan la puesta del sol, entretenidos en conversaciones, en oír la música de sus celulares y en cantos. Hay grupos de jóvenes uniformados que suelen acompañarse de guitarras y ayudarse de cuadernos en los que han copiado o pegado fotocopias con las letras de las canciones que entonan.
Con las primeras oscuridades, se quedan dormidos. Se contorsionan peligrosamente en sus asientos hasta encontrar la postura más cómoda. Invaden los asientos cercanos con sus pies y no se preocupan demasiado si el viajero de enfrente da reposo a los suyos en el asiento que ellos ocupan.
Las personas mayores, al verlos dormidos, los miran con envidia. Porque ellos no han sido educados para invadir el espacio ajeno y no logran dormirse, temerosos de dejar caer, involuntariamente, la cabeza sobre el hombro del vecino y de que se malinterprete su gesto.

jueves, 15 de junio de 2017

Irene Montero, Superstar


Rosalía y su relación
La moción de censura ha tenido momentos de mucho interés. Irene Montero me sorprendió con un brillantísimo discurso, como portavoz de Podemos, minusvalorado por los medios y por sus compañeros de profesión. Les torció el brazo a todos. ¡Una mujer! Y les ha resultado difícil de asimilar, no sólo a los hombres, también a muchas mujeres. Emocionado, escribí sobre la marcha en mi blog: "Hoy, Irene Montero ha hecho más por la igualdad de las mujeres con su intervención, muy superior a la de Rajoy e Iglesias, que todas las lloronas, aprovechadas y subvencionadas de observatorios e institutos de la mujer juntas. Me ha recordado a la Dolores Ibárruri de las Cortes republicanas". Di así rienda suelta a la sorpresa y al entusiasmo, tras comprobar que aún queda empuje y lucidez y ganas y modos y actitudes más allá de la ciénaga. En Radio España Independiente, una emisora que se oía mucho durante la dictadura, y que nunca supimos muy bien desde dónde emitía, tuve ocasión de escuchar a la Pasionaria. También pude verla en algún noticiario de la época de la República, hablándole a las masas. Era otro estilo, más teatral, solemne, como de predicador. Me refería a la fuerza y la pasión que Montero le puso a su intervención. En eso se parece a Dolores. La diputada fue demoledora con la enumeración exhaustiva que hizo de los casos de corrupción en los que está implicado el PP, de lleno, o a título lucrativo. Allí, sentados, tuvo a los diputados del Partido Popular, que tuvieron que oírla, muy a su pesar. Alguno con el rictus contraído, o embutido en una sonrisa de desprecio, que poco a poco se iba helando en su cara hasta convertirse en la mueca ridícula de un actor mediocre. Pero no fue eso lo único que me interesó, también hubo abundantes citas de escritores célebres. Sobre todo de Quevedo. Las disfruté enormemente. Pronto nadie habrá leído ni a Quevedo ni a Góngora ni siquiera La Venganza de don Mendo. Parece que las sucesivas leyes de Educación han desterrado, casi por completo, la literatura de las aulas, en beneficio de las clases de lengua. En futuros parlamentos, los referentes literarios serán los guiones de series televisivas de éxito, como Twin Peaks o canciones de moda, como Happy, de Pharrell Williams. En lo que a mí concierne, estoy dispuesto a disfrutar de otra moción de censura más, siempre que sirva para sacar a Rajoy de la Moncloa y para oír a Irene Montero recitar a Rosalía de Castro. En ella, si se ponen de acuerdo PSOE y Podemos, ya no se hablará de Venezuela. Les aviso, prepárense para tener Frente Popular hasta en la sopa.

Puede leerlo también en el diario GRANADA HOY, si pincha el enlace siguiente:

http://www.granadahoy.com/opinion/articulos/Irene-Montero-Superstar_0_1145285798.html

jueves, 8 de junio de 2017

Con los puños almidonados y gemelos de oro

Los gemelos de oro, regalo del pregonero
Cuando Teresa Rodríguez afirma que la Semana Santa es del pueblo, me produce una doble inquietud. Primero, ¿qué significa hoy “pueblo”? y, segundo, ¿qué quiere decir esta política con que la Semana Santa pertenece al “pueblo”?  ¿No hubiera sido mejor, en lugar de “pueblo”, hablar de “gente”, como viene haciendo su partido? En Andalucía, además, “gente”, “mi gente”, conecta con el Rocío, con la Macarena, con las casetas, con la feria de Sevilla, con las calesas, con los trajes de gitana, con una fiesta cara, de manzanilla, langostinos y jamón pata negra, que era la que se podían pagar los señoritos. Conecta con los señoritos. Al final, PODEMOS y la socialdemocracia, donde gobiernan, se han topado con que los modelos de la “gente”, no son ni Pablo Iglesias, Sr.& Jr.,  ni Dolores Ibárruri ni el comunismo libertario ni Cañamero ni los sindicatos ni los partidos llamados de izquierdas; que el modelo de “la gente”, tras una larga y venturosa época de paz, de explotación y de bonanza económica que hunde sus raíces en la burbuja inmobiliaria, son los señoritos agrarios de la España de principios del siglo pasado. Tan odiados, tan jartibles, tan terratenientes. Y sus ritos y sus procesiones laicas y religiosas, en las que escenificaban su poderío social y económico. Y la “gente” no ha elegido hacer otra revolución  que la del disfrute, haciéndose con lo que antes pertenecía a un grupo reducido de personas, tomando, no el cielo, sino las procesiones, las cofradías, las romerías, por asalto. Un asalto, consentido por las “fuerzas vivas” y dichosamente pacífico que ha dejado la propiedad, la riqueza, en manos de los mismos, pero que ha obtenido a cambio “la parafernalia” –como se dice ahora- de los signos de la riqueza. Siempre ha habido, en la Semana Santa, imágenes que el pueblo consideraba suyas. El Cristo de Los Gitanos, Nuestro Padre Jesús de los Pobres, o como se las llame en cada lugar. Cuidadas, lujosamente vestidas, adornadas por “el pueblo trabajador”, acompañadas masivamente en sus evoluciones y desplazamientos. Compitiendo con las imágenes de “los ricos”. Conozco uno de estos cristos populares que debajo de la túnica llevan una camisa impoluta, blanquísima, de las que venden en el Corte inglés, con los puños perfectamente almidonados y abrochados con unos gemelos de oro. Todo un señor. Todo un señorito. Por muchas medallas que Kichi, el alcalde de Cádiz,  ponga a la Virgen del Rosario, ni él ni su formación conseguirán que los siga el “pueblo”, que prefiere ir detrás de la ciega procesión de gozo y de algazara, de ritos y de leyendas, suministrados por los “comerciales” habituales. Nunca llegará a ser el brujo de esa tribu. Los problemas de la gente que los votó, no se resuelven clavándoles agujas de vudú al muñeco del paro o al de la corrupción o medallas a las imágenes.  Que la Virgen nunca los va a sacar del atolladero. Ella prefiere a los pastorcitos.

jueves, 1 de junio de 2017

Andalucía ha dejado de ser católica. Es neopagana


Kichi y su madre, de procesión
Les temo a las masas "empoderadas" más que a una vara verde. Sobre todo si saben de dónde les viene el poder y si están decididas a usarlo. Las masas procesionales (cofrades, en argot), las masas rebeldes, han declarado que se niegan a aceptar las directrices municipales de higiene y aseo de los espacios públicos y amenazan con "plantearse acciones más contundentes", si se les restringe su propósito de pasearse por la ciudad, cuando les venga en gana, con su juego de tronos, iluminados por cirios prendidos que manchan de cera la calzada. ¿Utilizarán los cirios como armas de destrucción masiva de la convivencia? ¿Nos debemos de proteger los ciudadanos menos exhibicionistas? ¿Debemos cerrar nuestras ventanas y esperar a que pase el temporal? ¿Este tipo de temporales pasa espontáneamente sin necesidad de que nadie les ponga freno o va a más? ¿Nos asomamos a las ventanas y les gritamos a la cara, cuando invadan caprichosamente las calles, que se contengan, que se limiten? El "ente" al que le han arrebatado símbolos y liturgias, no pía. No manda. Disimula. Sabe que las masas ya no son suyas. Pero se conforma con el Concordato, con una casilla en la declaración de la Renta y con cobrarles por el alquiler de locales, servicios y complementos. Y si hay que decirles una misa, pues se les dice, que la visibilización, bien vale unas misas. A estas expresiones de piedad popular, en tiempos, se las tenía más o menos controladas. Cuando la iglesia disponía de hogueras y torquemadas. De vez en cuando se quemaba a una bruja, para que se viera quién mandaba y se adoptaba una actitud condescendiente con el pueblo llano que llenaba iglesias y cepos. La religión era entonces el opio del pueblo. Ahora las masas son el opio del clero. Y se las convoca, como sucedió cuando vino Benedicto XVI a Madrid y se invitó a 15 cofradías para arroparlo. O se les permite celebrar ceremonias como las de la primera comunión, vaciadas de su sentido original, y que son, cada vez más, "liturgias" de escenificación del progreso social de las familias. Las masas ciriales saben muy bien que dan votos y que sus evoluciones atraen a turistas y dan dinero. Son conscientes, y así lo proclaman, de "la importancia de las hermandades y cofradías en el tejido económico y social de la ciudad". Torres Hurtado concedía medallas a la Virgen y, en Cádiz, el alcalde de Podemos, acaba de hacer lo mismo. Andalucía ha dejado de ser católica. Sin otros pontífices que no sean los elegidos por las cofradías y con el clero como comparsa. La prueba: lo que era una religión para la escasez y el sufrimiento, se ha convertido en un ramillete de prácticas sociales encaminadas al disfrute de las masas. El cambio: copernicano.