jueves, 31 de mayo de 2012

Suicidios inducidos

HAY profesores, filólogos forenses, que relacionan el suicidio de algún escritor granadino con la nefasta influencia que pudo ejercer sobre él, por acción o por omisión, cierta tertulia sentimental o cenáculo local de teóricos y poetas marxistas. Se habría tratado de un suicidio inducido. El peligro, afirman, ha rondado, asimismo, a cualquier poeta que se haya acercado demasiado a ese grupo tóxico de intelectuales. Yo admiro mucho a los que dicen saber por qué alguien se quita la vida y los admiraría todavía más si fueran capaces de decirme por qué la inmensa mayoría nos empeñamos en conservarla contra toda esperanza de felicidad o bienestar. Aunque la respuesta que una anciana moribunda dio a su confesor, que trataba de consolarla explicándole lo bien que iba a estar en el cielo, puede orientarnos algo sobre el particular: "Padre", le decía la mujer al cura, "todo eso que usted me dice está muy bien, pero como en la casa de una, en ninguna parte". 

El ser inglesa, estar casada con Leonard Woolf, un hombre, según la propia Virginia, "increíblemente bueno", disfrutar de una habitación propia para escribir y estar sola cuando le apetecía, pertenecer a un grupo selecto de intelectuales liberales, conocido como el grupo de Bloomsbury, cuyos miembros se reunían en su casa asiduamente a principios del siglo pasado, gozar del reconocimiento de los escritores varones y viajar libremente, no fueron razones suficientes para disuadir a la escritora Virginia Woolf, sumida en una profunda depresión, de que se quitara la vida, en 1941. Pero Julia Varela, feminista del lamento, apropiándose para su cegata visión de la lucha de los sexos de la formidable estatura de mujer libre de la Woolf (dentro de lo libre que podía llegar a ser una persona en la Inglaterra de la época victoriana), afirma en su libro Mujeres con voz propia (2012) que Virginia se suicidó, aparte de por otras causas menos importantes, "por las negativas condiciones educativas y sociales de la época que no hacían fácil a la mujer buscar vías de autorrealización personal". 

Quizá tuvieran las vías de realización personal más cerradas que la burguesa Virginia, las jornaleras de La Rambla (Córdoba) que por la época (1924) en que el matrimonio Woolf, y otros miembros del grupo de Bloomsbury, vinieron a visitar a Brenan a La Alpujarra, tenían que dejar a sus niños en "la miga", con una muñequilla de adormidera en la boca para que no se despertarán hasta que ellas volvieran de la faena. Y que sepamos, en ese pueblo, el índice de suicidios entre mujeres permaneció estable durante años.

jueves, 24 de mayo de 2012

Cerrado por pirólisis


NO quiero que nadie, al leer este artículo, comience a tratar mal a su gato. Yo mismo, como tuve una escuela poco respetuosa con los animales, para evitar darle malos ratos, he renunciado a las mascotas. Porque mi abuela, cuando el gato se comía las panojas de boquerones que tenía preparadas para freírselas a sus nietos, directamente lo tiraba al corral. Estoy seguro de que lo hacía para que el animal aprendiese que si entraba en conflicto, en lo que se refiere a la comida, con las necesidades de los niños de la familia, corría el peligro de tener que consumir una de sus siete vidas en un vuelo peligroso, incluso para un gato. Según parece, las religiones que prohíben comer carne de cerdo, nacieron en países extremadamente secos donde el agua, como los boquerones de mi infancia, se reservaba para los seres humanos y no se desperdiciaba con estos animales que, al no sudar, necesitan estar todo el día revolcándose en ella para que no les suba la temperatura. Gatos y cerdos deben mucho a Juan Pablo II que en enero de 1990, sin necesidad de someter la cuestión a consistorio alguno, proclamó que los animales poseían un soplo vital recibido de Dios. Inmediatamente, el sesudo diario milanés Il Corriere della Sera tituló en primera página: "El Papa abre el cielo a los animales", lo que no dijo, por miedo a los veganos, es que no todos los animales son buenos y que la decisión papal también les abría a algunos las puertas del infierno. Que es donde van a ir los tres perros de mis vecinos que no dejan de ladrar por la noche.

El caso es que, al haberse inclinado Dios por el fuego para castigar eternamente a animales y seres humanos de mala conducta, desatendiendo otros sistemas de incomodar menos contaminantes, los anticuados hornos del infierno comienzan a estar sucios tras miles de años de funcionamiento a tope. Los responsables de su limpieza han estudiado presupuestos de varias empresas y, tras desechar el sistema más moderno y barato, por medio de agua, por las dificultades de su acarreo, se han decantado por la pirólisis. Un resucitado de Santa Fe, salvado de la condena eterna gracias a Fray Leopoldo, ha declarado que en las puertas del averno hay pegado un cartel en el que se puede leer: "Cerrado por pirólisis, del 25 al 27 de mayo. Se advierte a los que piensen morirse en esos días que se aguanten hasta que termine el proceso, si no quieren acabar en el cielo". Porque no se podrá esperar ni en el limbo ni en el purgatorio a que el infierno esté como los chorros del oro. Estas salas de espera hace tiempo que fueron desmanteladas.

jueves, 17 de mayo de 2012

Cotilleo

EN el desaparecido cine Regio, solían poner películas de amores. A los niños nos gustaban estas historias. Mientras que bajabas como las balas, por el Tambor, montado en la patineta que te habías fabricado con una tabla y unos rodamientos de camión, invitabas al amigo que trataba de adelantarte en las curvas de la carretera de Murcia, a acompañarte a la sesión de cine matinal: "Quiqui", le gritabas al chavea de al lado, "vámonos al Regio, que es de amores y muere ella". Tú no sabías entonces que las historias de amor que acaban mal, como la de Tristán e Isolda, han tenido siempre más éxito entre nosotros, los europeos, que las que terminan felizmente. El amor "oscuro", y secreto, de Federico García Lorca con Juan Ramírez de Lucas, periodista de ABC, fallecido en 2010, que acaba de desvelar el novelista Manuel Francisco Reina, tuvo también el desgraciado final que todos conocemos. Y por lo tanto sigue ejerciendo sobre nosotros la fascinación de lo funesto. 

Desde los medios se nos invita a leer esta biografía novelada de Lorca con llamamientos semejante a los que nos hacíamos los niños del Tambor: "¡Quiqui, compra Los amores oscuros, que la historia es de amor y muere, asesinado, él!". ¡Cómo alimentan a los vivos los huesos descarnados de los muertos!; y si los huesos son de santo, como los del beato laico, Lorca, saben tan dulce como el paloduz. No veo mucha diferencia entre el aprovechamiento que se hace en televisión de los amores de muertas célebres como Lola Flores o Encarna Sánchez y el apetito con que la "gente del libro" se lanza sobre los amores de Óscar Wilde o García Lorca. Pero, leyendo los reportajes que los periódicos han dedicado al "último amante secreto de Lorca", me doy cuenta de que el affaire del maduro Lorca (38 años) con un jovencísimo Ramírez de Lucas (19 años) es tratado como brillante resultado de una investigación imprescindible; para mí, cotilleo de gama alta. A la necrofilia de Telecinco, por el contrario, se la considera cotilleo funeral de gama ínfima, sin más pretensiones que sorber hasta la última partícula del tuétano del recuerdo de las fallecidas. Pero, claro, los amores de Lorca están relacionados con textos sagrados, los Sonetos del amor oscuro, y con la Guerra Civil. Sobre un material tan noble se puede escribir un ensayo o una novela, a lo Truman Capote, porque son "hechos absolutamente contrastados y verificados", según el autor. Cuando Lorca susurra en uno de los Sonetos a su amor dormido sobre su pecho: "¡Mira que nos acechan todavía!", no podía imaginar que el acecho duraría tanto.

jueves, 10 de mayo de 2012

No siempre llegan cartas

LA decepción que habrán experimentado la semana pasada los políticos granadinos que esperaban una llamada de Griñán o un email o una carta ofreciéndoles una consejería me la imagino muy parecida a la que describe Pauline Gouvres-Dives, alter ego literario de Marcel Proust, en la narración Las melancólicas vacaciones de Mme. Breyves: "El momento más esperado del día", le cuenta Pauline a su confesor, "es aquel en el que -una enamorada- recibe las cartas que esperaba y también aquellas que no esperaba. Incluso si las cartas que desearía recibir, no las puede recibir, si el que podría escribirlas no sabe que a ella le gustaría recibirlas, ni aun quién es ella, esas cartas las espera pese a todo". 

La semana pasada, los peregrinitos del poder, los que difícilmente pueden sobrevivir sin él (incluso materialmente, porque no tienen oficio ni beneficio o porque están en el paro) se cansaron de abrir el buzón del correo de su casa o de su ordenador y vigilaron inútilmente cualquier señal de vida, la más leve vibración de su móvil por si llegaba el mensaje que esperaban. Maldijeron a los que abruman los buzones de emails con presentaciones fotográficas de Venecia, acompañadas de músicas y textos que llegan al corazón, pero que no contienen ni una palabra de afecto o de calor del remitente. La angustia de la espera les hizo contraer un odio sin fisuras contra los -ahora impertinentes- powerpoints y contra los chistes sobre Rajoy o Aguirre que antes celebraban. Cancelaron sus cuentas de Facebook, para "matar los rumores de aquella esquina" y porque ya no les causaba gozo (a ellos, republicanos de toda la vida) ni siquiera leer que "A Borbón que caza, bala de plata" o las soflamas de socialistas jacobinos -contrarios a la aplicación de la pena de muerte a homínidos, a elefantes y a colibríes- pero que, tras las aventuras del Rey en África, vienen proponiendo en la red la erección de una guillotina (¡YA!) en la Plaza de Oriente. 

Pendientes de una llamada, no han podido votar para que se emascule al obispo de Alcalá ni han podido firmar en la página web de los que quieren convertir el Valle de los Caídos en un taller de teatro de calle y de bailes provinciales. Sus compañeros de chat los han echado de menos. Ahora que no han sido llamados, se consuelan, por haberse librado de tener que decir que no a todas las peticiones, a todas las exigencias familiares y de partido. Ser consejero en tiempos de escasez, sin tener nada que repartir, ni un puesto de libre designación ni una comisión de servicio ni un ERE, no gusta. Salvo que seas de IU.

jueves, 3 de mayo de 2012

Sócrates en el 'top-manta'


EL "intelectual" ha sido siempre una pieza muy codiciada. Sócrates es el primer intelectual abatido por los escribas, que vivían de las palabras de pago: de la escritura. Dicen que al filósofo lo cazaron por corromper a la juventud, aunque quizá se lo quitaron de encima sus propios colegas de la Academia por añejo y por caro: un Sócrates para cada Fedro, un maestro para cada alumno. Su sistema de enseñanza se basaba en la comunicación directa y oral con sus discípulos, nada de manuales. Platón, que pirateó en sus Diálogos muchas ideas del maestro, recoge en el Fedro uno de los pensamientos que más pudieron molestar a sus compañeros de profesión, que para entonces se habían pasado a la escritura, el internet del momento. De ellos se ríe Sócrates (y el traidor de Platón ha dejado constancia de la puya socrática en su diálogo, quizá para justificar el haber expuesto en el top-manta de los libros, todo el material que plagió de Sócrates). 

El maestro ridiculiza a sus colegas apuntados a esta novedosa tecnología de grabación y transmisión de datos, al pronosticar que la escritura iba a favorecer el olvido y a crear una casta de personas "que habiendo oído hablar de muchas cosas, sin instrucción, darán la impresión de conocer muchas cosas, a pesar de ser en su mayoría unos perfectos ignorantes". 2.500 años después, a algunos profesores se les oye decir algo parecido de la Informática, laminados por la avalancha de ordenadores portátiles que los políticos regalan a los alumnos, con mochilita teñida electoralmente con los colores autonómicos, para que los adolescentes no se dejen ver de día demasiado por las calles, anestesiados con internet, la epidural que los mantiene sedados. 

La profecía del filósofo se ha cumplido también entre los blogueros: repaso las entradas de mi blog y constato que me he atrevido a hablar en él hasta de los trabajosos coitos de la mantis religiosa, pese a que mis conocimientos de etología no van más allá de saber que el buey solo bien se lame. Uno suele callar que la fuente de éste, y de otros saberes, es la Wikipedia. Ella me informa de que Rafael, en 1509, escenifica el triunfo de la escritura y la derrota del dialogante Sócrates, en La Escuela de Atenas, fresco pintado por encargo del Papa Julio II para decorar laStanza della Segnatura, convertida en su biblioteca privada. En el mural, es abrumador el número de personajes ocupados en actividades de lecto-escritura. Casi todos, calculan, leen, escriben, comentan textos, o portan libros. Sócrates, de espaldas a su aprovechado discípulo, se empeña en hablar.