lunes, 30 de mayo de 2011

Los perros indolentes de la Acrópolis

Hay muchas formas de desactivar a los proclives. En Atenas, en la cuesta que lleva a la Acrópolis, hay varios perros echados, ni enfermos ni agonizantes, simplemente echados. El fenómeno no es exclusivamente ateniense. En el Salar de Loja, durante años, un hombre sano ha estado echado: no se ha perdido una fiesta, lo llevan en carro y ha asistido a todos los festejos reclinado. La abuela de Sartre, lo cuenta el filósofo en “Las palabras”, un buen día no encontró ningún aliciente en las reuniones familiares y decidió acostarse para siempre. El feminismo burocrático de Adolfo Domínguez, zapatitos de Prada, peliches azulados y observatorios donde colocar a familiares y amigos, aunque fuesen poco observadores, en las últimas décadas, también ha contribuido a que muchas mujeres se echen, se desactiven, dejen de luchar por un salario igualitario o por el derecho a tener hijos y no ser postergadas en el trabajo, como si las “paladinas” de la igualdad se lo fueran a conseguir todo.  La corrupción ha extendido sobre los políticos la sospecha de la deshonestidad, y hasta los más honestos, se han echado. Los perros de la Acrópolis, desde que los filósofos atenienses decidieron que no tenían tiempo para preocuparse en sus reflexiones nada más que del hombre, dejaron de ser zalameros. Las razones de los campesinos del Salar o los de la abuela de Sartre, sólo lo saben ellos y sus familias. Muchas mujeres se han echado en brazos de las pinturas, de los vestidos y de los complementos, porque les gusta y porque se las ha seguido tratando como a personas de segunda a las que hay que halagar y engatusar –“las mujeres son más inteligentes que los hombres”-  para luego sacrificarlas las primeras si hay que cerrar un ministerio o promocionar a un macho para la presidencia.  La mayor parte no se han echado o si lo han hecho, ha sido encima de los libros o de sus apuntes para terminar sus carreras y o mejorar sus currículos, ajenas a si van a ser miembras o miembros de la judicatura, por ejemplo, interesadas sólo en ser jueces. Muchos políticos honestos, dejaron de serlo, y se echaron en brazos de la corrupción, porque, ¿para qué esforzarse si al fin y al cabo todo el mundo piensa que me la estoy llevando? Esto en la escuela se nota mucho, los niño trabajadores e inteligentes, dejan de esforzarse porque los perezosos e ineptos salen para adelante sin ningún trabajo, y se echan. 

sábado, 28 de mayo de 2011

Las sandalias (de Prada) del Pescador

Me dice Pánfilo, que los sábados amanece nostálgico, que le debe mucho a la jerarquía eclesiástica, "gracias a don Balbino Santos Olivera, arzobispo de Granada", me cuenta en su email de hoy, "al que conocí, superficialmente, en la catedral de cuerpo presente, supe que si quería no gastar la suela de los zapatos, lo mejor era estudiar para arzobispo. Cuando le tocó a mi curso, conducido por un marista, pasar delante del extinto, me fijé, niño que yo era, en las suelas de sus zapatos, totalmente nuevas. El hermano Clemente me explicó que este hombre tan bueno se había pasado la mayor parte de su vida levitando. Y así no se gastan zapatos. A mí, que ya empezaba a sentir la frialdad del suelo debajo de mis gastadas botas garach me quedó muy claro que en cuanto pudiera aprendería a levitar para no gastar zapatos. Eran tiempos de escasez. Luego mi carrera eclesiástica se trunco, no ingresé en el sacerdocio porque me di cuenta pronto de que me gustaba ingresar en otros prodigios. Si yo hubiera sabido entonces que se podían cohonestar ingresos y carrera sacerdotal, no hubiera desistido tan irreflexivamente de estudiar para arzobispo. Y porque entonces no había televisión que mostrara los entierros de papas. Porque de haberla, me hubiera dado cuenta que los papas no sólo no gastan la suela de sus zapatos, sino que los compran en Prada y a mí me gusta mucho esa marca y salir al balcón Vaticano a bendecir a los fieles. Ahora sé que me precipité dejando pasar la ocasión de estudiar para Papa".

jueves, 26 de mayo de 2011

Divinas Palabras

PARECE que de entre los homínidos -hombres, orangutanes, gorilas y chimpancés- los únicos que rompimos a hablar, hace unos 50.000 años, fuimos los hombres. Y desde entonces vivimos fascinados por el fulgor de las palabras. En el principio fue el Verbo. Y durante la productiva época de la oralidad, sin escritura, nos dedicamos a ponerle nombre a las cosas. No todas fueron nombradas. Muchas están aún ocultas, esperando a que alguien las saque del silente rincón de lo no dicho. Desde luego, el Verbo no era Dios. Con la palabra creamos a Dios para suplantarlo, le robamos su silencio y comenzamos a hablar en su nombre. Fue el comienzo de la gran impostura, y el Verbo terminó en manos de los ventrílocuos de Dios. Las palabras, como sucede en leyendas remotísimas, también sirvieron para parar la furia de la espada y el cuchillo. Sherezade, en Las Mil y Una Noches, consiguió mantener la cimitarra del verdugo lejos de su cuello, gracias a las palabras que salían de su garganta. Con la escritura (hacia el 3.000 a. C.), nacieron las palabras de pago, y como Dios acostumbra a escribir derecho con renglones torcidos, hizo falta quien enderezara los renglones torcidos de Dios: sacerdotes, escritores, maestros, blogueros, rabinos, interpretes de las suras y aleyas del Corán, todos vivimos, o nutrimos nuestros egos, de las ofrendas que los fieles ofrecen en el altar de las palabras cifradas. Uncidos a nuestras retahílas, los mediadores, como el pollino circular que mueve la noria, sacamos siempre agua del mismo pozo y cegamos otras fuentes, dejando a las palabras impotentes para rotular lo no expresado todavía.
La poesía, que no renuncia a expresar lo inaudito, heredó de las Escrituras el carisma y su tensión evangelizadora. Con la palabra, los poetas buscan el secreto de la vida para ofrecérnoslo como prenda de salvación. Y, como los sacerdotes, exigen su parte del cordero sacrificial y el reconocimiento a su alta misión, cuasi religiosa. Algunos recitales de poesía se asemejan a las celebraciones eucarísticas. Los devotos asistentes, tras la lectura de cada poema, componen los gestos imposibles del que está deglutiendo un arcano. La decepción de oyente al que no conmueve la lectura de un poema, aunque finja que si lo hace, se asemeja a la de los comulgantes que se alejan del altar, incapaces de generar en su interior la experiencia de Dios, pese a habérselo comido. Los hay que, cuando comulgan u oyen un poema, esperan un big-bang. Pero sólo perciben algo parecido al fulgor mortecino de los fuegos artificiales cuando caen tras el estallido.

miércoles, 25 de mayo de 2011

¿Sapore di sale?

Un sexto sabor, el del sexo

Como soy muy pudoroso, los asuntos de sexo me los lleva el casquivano de Pánfilo. A él le he pasado esta pregunta que el omnisciente bloguero “hibridación” plantea hoy en su bitácora: “¿a qué huelen y a qué saben los seres humanos del sexo opuesto?”. Pánfilo, aunque él no lo sepa, sufre de deformación profesional, y cuando le preguntas algo, su primer movimiento táctico es hacer que te sientas como un tonto de capirote. Inmediatamente te explica lo que le has preguntado con un tono de voz cavernario, de bajo. Como si la sabiduría no se pudiera expresar con un tono de voz agudo. Me ha dado la bulla por la expresión “sexo opuesto”. Le pido que no me regañe a mí, que yo no tengo nada que ver, que le parece a los maestros que regañan a los niños que están en clase por los que están haciendo las pellas. Dice Pánfilo con un tono abismal de voz que hay que ir desactivando el lenguaje de la confrontación entre hombres y mujeres. Que los sexos no son opuestos, sino complementarios. Que recuerde la creencia popular en la “media naranja” o, si hay que aportar un referente de altura, que ahí está Platón que nos hablará del "andrógino", interesante compendio de lo masculino y lo femenino, separado en dos mitades –la masculina y la femenina- por Zeus, temeroso de su fuerza. Sólo puedo interpretar como una de las consecuencias negativas de los resultados electorales el que Pánfilo se empeñe en que la pacificación de la guerra de los sexos pasa por el escalón provisional del lenguaje políticamente correcto. Le pienso decir que el lenguaje políticamente correcto no arregla nada que lo único que hace es enmascarar los problemas. Sí le doy la razón en que lo de “sexo opuesto” habría que reservarlo (en plural) para la logística del "69". 
Al rato de hablar con él por el móvil, me manda un mensaje con esta reflexión: “Se me olvidaba comentarte, "La Cólera de Aquiles", que padezco una enfermedad que no me deja oler los sexos y menos los lejanos u opuestos. Saborearlos si que puedo saborearlos, saben a ese sexto sabor, aún no descubierto, que no es ni dulce ni amargo ni salado ni ácido, ni unami; ese sabor sin nombre todavía, pero que es a lo que saben los sueños”. Le he contestado que esta última boutade suya me suena.

domingo, 22 de mayo de 2011

Educación para la rebeldía

Organizándose
La mayor parte de los acampados en nuestras plazas son jóvenes. Esto quiere decir que las generaciones adultas de este país han cumplido con brillantez en los pasados años el papel que el sociólogo E. Durkheim (1858-1917) reservaba a los mayores en el proceso educativo: “La educación”, escribía este autor, “es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre aquellas que no han alcanzado todavía el grado de madurez necesario para la vida social. Tiene por objeto el suscitar y el desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que exigen de él tanto la sociedad política en su conjunto como el medio ambiente específico al que está especialmente destinado”. La acción que las generaciones adultas estaban ejerciendo, cuando se redacta esta definición (1917), sobre las que todavía no habían adquirido la madurez, era muy radical: meter a Europa, y también a sus inmaduros, en la 1ª Guerra Mundial. La guerra es una escuela severa y eficaz. Enseña a los seres humanos lo crueles que podemos ser cuando se rompen todos los diques de la convivencia. Después de una guerra la gente se comporta una temporada. Y es capaz de llegar a acuerdos para que los bienes se repartan un poco mejor.
Si entonces hizo falta una guerra para educar a los inmaduros, en los últimos años lo que ha hecho falta es una escuela para acampar. No nos quejemos, no los hemos podido disolver, a los jóvenes del Movimiento del 15M, porque los hemos educado tan bien para el recreo que hasta recogen del suelo las bolsas vacías de pipas. No nos han dado motivo. Los adultos, sin embargo, deberíamos tomar nota y atender a la lista de cosas que nos piden. Todo, antes de tener que organizarles a los “inmaduros”, otra guerra mundial, para meterlos en cintura.

sábado, 21 de mayo de 2011

Las masas en las plazas

Pilatos, en "La vida de Brian", la película de los Monty Python, tiene problemas para pronunciar la "rr". Creo que las dificultades le vienen del frenillo. Y el pueblo puñetero, que aguanta al poder -porque ¿qué otra cosa podría hacer?- pero que siempre lo ve en cueros, como al emperador del cuento, no hace nada más que proponerle que perdone a personajes con el nombre lleno de "erres". Cuando el irresponsable Pilatos se ve una y otra vez obligado a pronunciar el nombre "erradísimo" del que ha de perdonar -Barrabás-, el pueblo se revuelca de risa. El Movimiento del 15 M, como la puñetera plebe judía del film, no hace en estos días nada más que obligar a los pilatos/políticos a pronunciarse con veracidad sobre cuestiones sobre las que ellos siempre están obligados a mentir: división de poderes, ley electoral justa, que paguen los bancos la crisis... Joder, y los pilatos/políticos venga a hacer el ridículo. Cuando hablan, nos revolcamos de risa por el suelo. Y ellos, solo aciertan a decir lo que mi sobrino Pepe le decía a su madre que quería lavarlo: "Mamá, déjame en mi rinconcico, con mi mierdecica y mi chupe".

jueves, 19 de mayo de 2011

Habas de Salamina

NUESTRO Pánfilo, viajero ahora por Grecia, siempre envidió la capacidad de Federico García Lorca para elevarse desde el humus de la Vega a las cimas del cosmopolitismo neoyorquino. Por eso le pareció que la receta que su compañera de hamaca le iba dictando, mientras el barco dejaba a babor las costas de Salamina, se empaparía de significados universales si la bautizaba con un nombre músico, peregrino y significativo como el de "Habillas de Salamina". El elemento telúrico lo suministró la misma informante con un refrán que concierne a la especie y a su supervivencia sobre la Tierra: "En el tiempo de la haba verde, no hay hombre endeble". En el grupo de compañeros del viaje organizado que esa mañana los llevaría a la isla de Egina, cerca del Pireo, había varios filólogos que se tiraron sobre la palabra "endeble" con el mismo apetito con el que se hubieran abalanzado sobre un plato de habas con jamón. "Endeble", dijeron, "pertenecía más al corpus oral de las mujeres que el de los hombres". Palabra de madres y sanadoras, de cuidadoras de ancianos y enfermos. Señalaron cómo se trataba el "desánimo sexual" del varón como un mal pasajero no más grave que un constipado infantil, si se le aplicaba el remedio adecuado. La chica que regalaba la receta al grupo en el que estaba Pánfilo, aclaró que hasta pasado un mes de ingesta diaria de habas, no cedía del todo la "endeblez" del apocado. 
En este tipo de viajes, aunque se hagan bajo la advocación del poeta griego Cavafis, y teniendo siempre como faro y guía su poema Ítaca, no faltan investigadores, profesores y médicos que, cuando los dejan, emiten sus fundamentadas opiniones sobre temas de su especialidad. Una bromatóloga prestigiosa apuntó que ciertos individuos, por causas genéticas, ante una administración masiva de habas, hecha, esto sí, con la mejor intención, reaccionaban imprevisiblemente, con síntomas muy alarmantes. La enfermedad que los producía se llamaba "favismo". El guía, un humanista griego de castellano perfecto, apostilló que los pitagóricos tenían prohibidas las habas. Pánfilo se dio cuenta pronto de que la receta de las "Habillas de Salamina" tenía ya ingredientes de sobra, y no todos comestibles, como para no ser considerada localista e identitaria. El debate había sido tan intenso que la receta hubo de quedarse para otro día porque ya estaban frente a Egina. Pero los varones buscaron, a la hora del almuerzo, un restaurante que ofreciese algún plato de habas. No lo encontraron y hubieron de contentarse con unas judías verdes estofadas, no tan eficaces, pero sin contraindicaciones.

viernes, 13 de mayo de 2011

Defensa de dueñas y menosprecio de varones

¿Alguien que cuide de ellas?
Pánfilo mira con suspicacia a lo que ha dado en llamar “pelotilla de género”. El pelotillero suele activarse, sobre todo, en época de elecciones, de celo, o de arrepentimiento y penitencia por algún desliz.  “En esta, y en otras ocasiones que no tengo catalogadas todavía”, me escribe Pánfilo en un email, “el adulador de género se pone más feministas que la mismísima Simone de Beauvoir y escribe unos panfletos muy encendidos en defensa de dueñas y menosprecio de varones que, aun preñados de buenas razones, enojan por lo interesados”. Mi amigo, convencido de que esta actitud tiene precedentes, los ha buscado en la historia literaria y ha encontrado una comunicación al Primer Encuentro Interdisciplinar de Estudios de la Mujer, celebrado en Granada en 1988, donde se documenta una actitud semejante en tres escritores: Juan de Flores, en el siglo XV, el Padre Feijoo,  en el XVIII y José María Blanco White, en el XIX.  Pánfilo me ha enviado lo que en esa comunicación se dice del Padre Feijoo.  Me ha resultado curioso y por eso lo transcribo aquí:

Tampoco es muy feminista el padre Feijoo, por no abandonar el campo de la literatura ‘progresista’ escrita por hombres, y, sin embargo, en la Antología del feminismo de Amalia Martín-Gamero, se puede leer que Feijoo "por su valentía, por su sentido de la justicia debe quedar inscrito entre uno de los más grandes campeones del feminismo". Aparte del despiste y del mal gusto del que hace gala la antóloga al usar el hombruno y bélico término 'campeón' para referirse a un defensor de las mujeres, no conviene olvidar que el padre Feijoo se aplica, con sutileza, a defender algo no muy nuevo: que la hermosura, la docilidad y la sencillez son virtudes femeninas, mientras que la constancia, la robustez y la prudencia, son masculinas. La modernidad de Feijoo puede radicar en la esmerada argumentación que el ilustrado levanta para demostrar que las virtudes aludidas son con frecuencia fuente de innumerables bienes para la humanidad, en tanto que las virtudes masculinas conducen en muchas ocasiones, y por exceso, a la catástrofe: "Confieso", discurre Feijoo, "que la firmeza en el buen propósito es autora de grandes bienes, pero no se me puede negar que la obstinación en el malo es causa de grandes males [...]".
Con clarividencia ilustrada, y para no disgustar a nadie, Feijoo se niega a considerar unas virtudes mejores que otras: "Si yo tuviera autoridad para ello", afirma con elegancia, "acaso daría un corte, diciendo que las cualidades en que exceden las mujeres, conducen para hacerlas mejores en sí mismas; las prendas en que exceden los hombres, los constituyen mejores, esto es, más útiles para el público". Tan salomónica solución no aporta ni un escrúpulo de progreso: sencillez, hermosura y docilidad son cualidades excelentes para el ama de casa; fortaleza, constancia y prudencia, virtudes imprescindibles para el varón que debe trabajar y moverse —y Feijoo lo dice expresamente, como antes lo había escrito, también, Fray Luis de León- en el ámbito de lo público: las artes mecánicas o liberales, la política, el sacerdocio, los negocios, la cátedra.
Más fino, o más avanzado, anda el buen padre en cuanto al problema de la inteligencia en la mujer. Si se les ha negado a las mujeres, en el discurso tradicional de los hombres, estar en posesión de una sana y aguda inteligencia es porque "hombres fueron los que escribieron esos libros, en que se condena por muy inferior el entendimiento de las mujeres. Si mujeres lo hubiesen escrito, nosotros quedaríamos debajo”.
Feijoo (del que han copiado los modernos teólogos de la liberación, empeñados en la provechosa tarea de conservar para la Iglesia Católica, por otras vías, las masas desesperadas del tercer mundo), las halaga y hermosea, para no perder para una Iglesia razonable y razonadora, contraria a la intransigencia y a la superstición, una Iglesia ilustrada, el concurso y el amparo que la mujer ha venido prestando a una institución que, curiosamente, la ha considerado siempre como un peligro.
Ningún hombre actúa, según parece, desinteresadamente en éste y en parecidos combates. No deben, sin embargo, desperdiciar las mujeres, si se me acepta la sugerencia, estos útiles "compañeros de viaje". A veces, y aunque muchos de ellos lo único que pretendan es arreglar las cuentas pendientes con su Edipo particular o, simplemente, echarse novia, estos francotiradores machos pueden servir de ayuda en el dificultoso camino de la emancipación de la mujer.
Le digo a Pánfilo que quizá no importe tanto por qué se defiende una buena causa con tal de que se haga correctamente.  Que las elecciones son una transacción. Tú me das tu voto y yo atiendo tus intereses.  Como el amor o el perdón.  A ver que me contesta.

Fin de siglo

CRISTIANO Ronaldo y Messi andan disputándose, no sólo el Pichichi, sino también el honor de ser "el Di Stéfano del siglo XXI", como si con ellos se hubiese alcanzado el fin de la historia (del fútbol) y no pudiera, en el futuro, saltar al campo una nueva Saeta Rubia que los supere. De igual modo, la revista Garnata viene anunciando que el 16 de mayo proclamará "a los cien líderes granadinos del siglo XXI". Como los lemmings, esos roedores de la tundra que según la leyenda se suicidan en masa arrojándose al mar desde los acantilados, los humanos hemos echado a andar hacia un destino incierto. Nos estamos comiendo el Planeta sin preocuparnos de darle un trozo a los millones de personas que mueren cada año de hambre en el mundo o de dejar algo para las futuras generaciones. Adelantamos la celebración de Fin de Año a agosto y la Navidad la ponemos en marcha a principios de noviembre. Vestimos a nuestros niños de 4 años, en las fiestas del colegio, como coristas o bailarines de cabaret o les damos cuerda, recién destetados, para que brinquen como Bisbal, el egiptólogo saltarín, o disfrazamos de novias a las niñas de 8 años para los ritos primaverales. Tanta prisa tenemos que hemos decidido acortar los siglos y darlos por acabados en su primera década. Como el fin se ve próximo -y si alguien lo duda que se dé una vuelta por Granada, una ciudad asolada por las obras inconclusas-, Garnata no desea que nos extingamos sin asignar antes los 100 puestos de excelencia que corresponderían a toda la centuria, aunque sólo hayamos consumido poco más de 10 años de ella. Pero los lemmings tienen eso: que de pronto, y sin saber muy bien por qué, cambian de rumbo y se alejan ilesos del precipicio. Por si eso sucede, y nuestra ciudad logra sobrevivir a la eficacia destructiva de sus actuales líderes, convendría que el consejo editorial de Garnata no cubriera todos los puestos, porque siendo Granada la provincia más pobre de la Comunidad Económica Europea, por muy mal que lo hagan los granadinos en los 89 años que restan del siglo, y teniendo en cuenta lo bajo que está el listón, no hay que descartar la posibilidad de que destaque alguien. Ya sé que cuesta imaginar la aparición de un alcalde que oscurezca la figura de Torres Hurtado o que alguien tenga una ocurrencia tan fosforescente como la del Milenio del Reino de Granada, dirigido "con una ilusión desbordante" por la espabilada Paca Pleguezuelos. Pero, ¿y si, pese a todo, en 2097 sale un Messi de la cantera del Granada C.F. y nos mete por fin en 1ª, lo vamos a dejar fuera de esta nómina de las maravillas?

miércoles, 11 de mayo de 2011

El mundo al derecho

La utilidad de “rotación de pantalla” de que dispone el iPAD es muy útil, te permite ver siempre las cosas derechas. Por mucho que intentes tumbar un texto o una imagen, si tienes activado el modo “rotación de pantalla”, el aparato los enderezará de inmediato. Parece que la “tableta” tiene éxito. Pero estos artilugios no siempre están libres de efectos adversos: los que usan continuamente el aparato pueden padecer el síndrome del mundo al derecho. Se da entre políticos y periodistas, principalmente, y cursa con síntomas no siempre benignos. Enderezar la versión judicial del 11M, convertir en positivos los resultados negativos de las encuestas, poner a Zapatero de pie, siempre que los golpes de la realidad lo tumban. Apuntalar a los imputados, cuando son de tu partido… Que el atractivo flácido de Rajoy, aparezca inhiesto. Que el asesinato de Bin Laden parezca una obra de misericordia para la humanidad... Desde que este aparato está en el mercado no hay forma de ver el mundo boca abajo, que es como lo vemos los que no podemos pasarnos a APPLE-MAC.

martes, 10 de mayo de 2011

Almas de cristal

EN los periodos electorales los candidatos, súbitamente, reciben un carisma que les permite ver en el interior de las personas y no de una, sino de muchas. Los votantes en esas ocasiones nos convertimos en almas transparentes. Es un don profético. En la Biblia se dan casos como el de Eliseo que se enteraba, sin moverse de su casa, de todo lo que se hablaba en la cámara del rey de Siria y se lo decía al rey de Israel. Los candidatos, como el profeta, se enteran de lo que albergamos en nuestras cámaras e incluso en nuestras recámaras; dicen conocer “lo que interesa realmente a los ciudadanos”. Y lo enumeran. La lista es plausible, pero incompleta. El paro, la contaminación atómica en Japón, la subida de la gasolina, las revoluciones del norte de África, los impuestos… No sé por qué se callan que los ciudadanos en su mayoría no esperan que ningún candidato arregle ninguno de esos problemas y que les importa un bledo, si es que no les irrita, la cháchara política. La generen ellos o venga de los medios de comunicación, en los que se escenifican simulacros de control del poder político por los osados comentaristas de las tertulias. Los candidatos y sus parásitos,sí terminan convirtiéndose en trasparentes para los ciudadanos. Al hablar tanto, sus almas se tornan cristalinas. Y en su interior no es raro encontrar un profundo sentimiento de desprecio y de ignorancia por “lo que les interesa realmente a los ciudadanos”.

domingo, 8 de mayo de 2011

La conversión de Pánfilo

Pánfilo, después de ver la foto de doña Letizia comulgando, junto a don Felipe, ha decidido acelerar su conversión, o más bien su vuelta al redil de la fe, cosa que su madre le había anunciado que se produciría antes o después. Pánfilo ha pensado que si la Princesa de Asturias ha vuelto a comulgar para obtener una corona terrenal, él con mucha más razón debe de abandonar agnosticismo, si quiere obtener la corona de la salvación eterna de su alma.  Lo primero que ha hecho es comprarse el almanaque del Sagrado Corazón de Jesús, en formato pequeño; que en cuestiones de amor a Dios, no conviene comenzar exagerando, y, después, ha decidido organizar su vida a partir de las máximas y consejos que contienen las hojitas del calendario. Comienza rezándoles a los santos cuya festividad se celebra ese día. 
Auténtica unción
Ayer eran todo hombres. Tuvo que sepultar en su interior el impulso primero, practicado durante muchos años de afición al trato con mujeres,  de incurrir en pelotilla de género. Rechazó de plano lo primero que se le vino a la cabeza: que el santoral es machista, misógino y contrario a las normas de igualdad de género. Y se solazó con los aspectos positivos del almanaque. Lo primero que admiró en él fue la cantidad de información que cada hojita suministra. ¿Sabían ustedes que ya han transcurrido 127 días de 2011 y que faltan 238 para el fin de año? Y no sólo eso, lean todo lo que contiene la hojita de la foto y se podrán ahorrar varias visitas a Wikipedia y alguna a la Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine, el hagiógrafo más prestigioso del cristianismo medieval. Pero lo más instructivo suele ser lo que se dice en la frase del día. Es una y pena que en el ala oeste de la Casa Blanca no cuelgue un almanaque del Sagrado Corazón, en formato A3, como mínimo, así Obama y su codicia, travestida de Justicia Justiciera, podría atemperarse un poco con el apotegma de Ghandi que aparece en la foto de la hojita de arriba.

jueves, 5 de mayo de 2011

Bin Laden

HAY historias a las que los países están fatalmente vinculados aunque no lo quieran y aunque traten de olvidarlas. De Limnos, isla próxima a Turquía, esta misma mañana habrán despegado aviadores griegos para mirar a los ojos con rabia, a 6.000 metros de altura, a aviadores turcos, sobre las disputadas aguas territoriales del Egeo. Vuelan tan cerca unos de otros que, a veces, se rozan y caen. Todos los años se producen muertes en estas colisiones. Abajo, en el Monasterio del Arcángel San Miguel en Lesbos, hay un exvoto poco habitual, la maqueta de un mirage 2000, ofrecida al santo por un aviador agradecido. Los guías griegos que explican la historia del país y de sus islas hablan constantemente de la maldad de los turcos y de la matanza en 1.822 de 25.000 personas en Kios. Hay heridas que no se cierran nunca.
La muerte de Ben Laden no va a resolver el conflicto entre los países pobres, asidos al Corán como a un clavo ardiendo, y los ricos, asidos a sus películas. Porque no se le puede cortar el cuello a un rehén, volar rascacielos repletos de seres inocentes o reventar a 16 turistas, mientras agotan su cuenco de harira en un restaurante de Marrakech, sin tener detrás alguna actualización interesada del Libro Sagrado que justifique el horror; los países ricos, a su vez, se han creído que la Historia es la que cuentan en sus películas: las que rodaron para justificar las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, la guerra del Vietnam o la extinción del indio americano. Trento suministró a los inquisidores valium ideológico para tranquilizar sus conciencias tras asar a seres humanos como si fueran espetos. Y las películas de cuatreros permiten a George W. Bush afirmar que con la muerte de Ben Laden se ha hecho justicia, sin importarle lo que hemos sabido estos días por Wikileaks sobre la actuación de la justicia americana en Guantánamo.
Heródoto, en su Historia, con menos medios e información pero con más honradez y compromiso con los hombres -griegos o asiáticos-, intentó exponer "con esmero las causas y motivos de las guerras que se hicieron mutuamente los unos a los otros". Su humilde intento de objetivar la historia de las guerras no ha servido para mucho: griegos y turcos se siguen vigilando aún, y el linchamiento de Bin Laden dirigido y contado, al mejor estilo hollywoodense, desde el ala oeste de la Casa Blanca, no impedirá que el enfrentamiento entre ricos y pobres continúe. A unos y a otros nos sucede algo parecido a lo que, según Tito Livio, acontecía a los romanos: que hemos llegado a un punto en el que no podemos soportar nuestros vicios ni sus remedios.


domingo, 1 de mayo de 2011

Todo mío

Se lleva mucho decir que los hombres no sirven para nada, que se van a extinguir, que las mujeres son autosuficientes, pero si nos fijamos en las congregaciones masivas de personas de los últimos días, veremos lo equivocado de tales afirmaciones. Las bodas ejercen un atractivo irrefrenable sobre muchas mujeres. Y mire usted que ya no hacen falta. La monogamia no tiene hoy demasiado sentido cuando las parejas sólo tienen un niño y se lo quitan de encima a los pocos meses de nacer. Hay muchos intereses por medio. Sobre todo económicos. Mucha gente vive de las bodas. Aunque casarse fuese una actividad nociva o perjudicial (al menos estéticamente, sí que lo es, el sombrero de la reina de Inglaterra lo prueba), no puede eliminarse por decreto porque dejaría a muchas familias sin trabajo. ¡Las centrales nucleares son mucho más perjudiciales y no se cierran! Asistí hace años a una reunión programática de IU, en Sevilla, y me integraron en la comisión de Cultura, propuse que IU abogase por la supresión inmediata de la Semana Santa, y todavía no sé como salí vivo de aquello. Unos anarquistas de Cádiz, bordadores, me amenazaron de muerte. “¿De qué iban a vivir ellos”, me preguntó uno, “si desaparecía la Semana Santa?”. Ya sé que el príncipe Guillermo estaba ridículo con su traje de músico de banda municipal de pueblo del área metropolitana, pero, ¿imaginan una boda sin novio? Sería muy deslucida. Eso sólo sale bien en la Primeras Comuniones de las niñas. Tampoco les resulta prescindible el varón a las piadosas señoras católicas que dicen estar todo día en contacto visual con Cristo, pero se alivian más con la varonil encarnadura, para cuando la tuvo, de señores como Juan Pablo II. Lo están confesando, candongas, a las televisiones del mundo desde la Plaza de San Pedro. Esta dependencia de los hombres, la conocí yo de boca de una joven madre del OPUS que confesó sin recato en TVE, refiriéndose a su marido, “él me lo haced fácil y maravilloso”. Cerré la televisión para que mis hijos no se vieran envueltos en aquellas sicalipsis. Porque amar a Cristo, se le ama, si hay que amarlo, pero se le ve pocas veces por casa, algunas, no lo han visto nunca. Juan Pablo II sabía dejarse ver. Y más de una soñó con hacerlo “todo suyo”, una vez más. No crean que los hombres son tan prescindibles. ¡Qué sería del Barcelona sin Messi!