Algo pinchado en un palo
Desde que supe que la fregona, el futbolín y el
chupa-chups eran inventos españoles, busco sin descanso en los libros de
historia para escolares una referencia a sus inventores Manuel Jalón
Corominas, Alejandro Campos Ramírez y Enric Bernat. Ni una sola línea para
estos auténticos héroes españoles, para estos tres hombres beneméritos que han
hecho más por el buen nombre de nuestra patria que el Dos de Mayo y Esperanza Aguirre juntos.
Y sin
embargo, el Dos de Mayo y, ahora, Esperanza Aguirre, al menos en la Comunidad
de Madrid, sí se estudian en las escuelas. Pero ni una sola palabra para el inventor del
chupa-chups, Enric Bernat, al que bastó
pinchar un caramelo en un palo para levantar un imperio. Su implantación en
China, aprovechando la antigua ruta de las especias, fue precedida de
una frase lapidaria de Enric Bernat: “Siempre hemos visto a los chinos
utilizar palillos para comer. Yo quiero enseñarles a usarlos también para comer
caramelos”, dijo.
Los libros
de texto que he consultado se extasían, por ejemplo, ante la bravura de la mujer
española en la guerra de la independencia: “¡Mujeres!”, leo en Guirnaldas de la Historia (1947), del
inspector de Enseñanza Primaria Agustín Serrano de Haro, “asombro de los siglos
y orgullo de la raza, nuestras mujeres de la guerra de la independencia.
¡Gloria y honor a las mujeres que, como Agustina de Aragón, supieron luchar y
morir por España!”.
Pero a
Alejandro Campos Ramírez, inventor con 17 años del futbolín, ni caso. La gesta
ocurrió en 1937. Campos inventa el futbolín para entretener a los pequeños
ingresados, como él, en un hospital de sangre de Madrid y fabrica el primer
modelo en el que los futbolistas eran de madera de boj, un material que permite
todo tipo de efectos y de sutilezas cuando la pelota es de corcho aglomerado.
Aquello fue mano de santo: los chicos se volcaron sobre el nuevo juguete,
dejaron de romper cosas y hasta los niños mutilados, que no eran pocos, podían
participar y, a menudo, ganar.
Hasta el corazón más rudo se emocionará al enterarse de que el
libro de Sociales de la editorial Macmillan-Edelvives que deberán estudiar este
curso niños de 11 años de la Comunidad de Madrid, considera a Esperanza Aguirre
como una “figura nuclear” de la historia contemporánea, pero no entenderá que
se haya quedado fuera de esa historia Manuel Jalón, inventor en 1956 de la
fregona, unos de los adminículos que, junto con el lenguaje, más han ayudado a
la emancipación de la mujer. De nuevo algo pinchado en un palo, en este caso un
trapo, daba fe y era signo de la inteligencia práctica de un natural de estas
tierras. En consecuencia, los tres
inventores deben figurar ya en los libros de texto. E incluso, la misma
Esperanza Aguirre, al fin y al cabo, ella descubrió la manera de dejar las arcas de la Comunidad de Madrid más secas que una mierda
pinchada en un palo. No se la puede excluir, en justicia.