domingo, 27 de noviembre de 2016

La Solución: 24 asesores son pocos, 48, ¡Ya!

Globos

El mundillo oficial arde esta tarde, después de la magna manifestación de esta mañana, a la espera de nombramientos. Esperan que la Junta, para solucionar el problema de la Sanidad granadina, multiplique por dos el número de asesores. "24, son pocos, hacen falta más, por lo menos, 48", piensan. El BOJA tiene la última palabra. Qué noche de nervios. Al final habrá más asesores que globos.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Todos los muertos son cojonudos


En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Hace unos días, Barberá, hoy Castro, los muertos, como canta Brassens, son unos tíos cojonudos

"Il est toujours joli, le temps passé
Un' fois qu'ils ont cassé leur pipe
On pardonne à tous ceux qui nous ont offensés
Les morts sont tous des braves types."

(Agradezco a mi amigo Alain Rausch la referencia a Brassens)

 Aproximadamente:
El tiempo pasado es muy divertido:
Una vez que uno estira la pata

Se perdona al muerto y sus ofensas
No hay muerto malo, todos, cojonudos.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Con la muerte, de Rita, en los talones

 Berlin, Danza de la muerte, siglo XIV
La muerte del poderoso era, y quizá lo siga siendo, un motivo de consuelo para el común. El poeta Jorge Manrique (1440-1479) lo explica muy bien en las Coplas a la muerte de su padre, donde pone el acento en que la muerte (permanentemente pegada a nuestros talones) nos iguala a todos. No conozco uso más ajustado de la palabra 'todos' que cuando nos referimos a la condición mortal del ser humano. Porque de la muerte no se libra ni Dios. Los sociólogos de la Literatura, una casta que tuvo mucha importancia hace años, denunciaban en ensayos-látigo las secretas e interesadas intenciones de caballero Manrique. La muerte como consuelo, la muerte como anestesia de las aspiraciones de justicia de la gente. La muerte niveladora del señor y el siervo. ¿Recuerdan las nobles palabras de Manrique?: "Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / qu'es el morir; / allí van los señoríos / derechos a se acabar / e consumir; / allí los ríos caudales, / allí los otros medianos / e más chicos, / allegados, son iguales / los que viven por sus manos / e los ricos". Triste consuelo que los párrocos se encargaban de repetir desde los púlpitos, para mantener a los de abajo, mansos y resignados. Para que no incendiaran las cosechas de trigo del opulento ni tomaran su casa por asalto, desesperados. El pueblo fiel (que tendría que haber exigido algo de igualdad pre-mortem), contribuía a la aceptación del trágala reproduciendo frases y refranes conformistas y niveladores, a la baja, como aquel que rezaba: "Pobres y ricos, llegados a la huesa, igualicos", que, en la línea de lo propuesto por clérigos y nobles, ayudaban a "la paz social". Luego, alguien fácil de contentar, recetó que más vale una morcilla que en el asador reviente que el caviar Beluga o el paté de hígado de pato engordado con higos, servidos en la mesa de los que se ocupan del gobierno del mundo. "Mientras", decía el inventor de tan humilde propuesta culinaria, "gobiernan mis días mantequillas y pan tiernos y en las mañanas de invierno, naranjadas y aguardiente". Seguramente que el poeta que escribió lo apuntado desconocía la máxima democrática de que si tú no haces política, alguien la hará por ti, buscando sólo su provecho. De conocerla, quizá se hubiera cuidado mucho de dejar en manos de los ambiciosos el gobierno del mundo y de sus monarquías. Y frailes escritores hubo que dejaron constancia de su rechazo de la contienda pública y de su inclinación a llevar una vida retirada, "ni envidiados ni envidiosos". No ha sido el caso de Rita Barberá, repentinamente fallecida en la árida soledad de un hotel. Luchó por el poder y por la gloria. Ya no se sabrá con seguridad si con buena o malas artes. Lo mejor será no aprovechar su muerte ni para insultos ni homenajes. Pero eso es muy difícil. En España, tenemos la mala costumbre de caramelizar o socarrar los huesos de los muertos antes de venderlos como huesos de santo o de diablo, y de agregarlos a la dieta.

jueves, 17 de noviembre de 2016

El anuncio de la Lotería de Navidad

 En el teatro de Lope de Vega (1562-1635), los personajes se manifiestan con decoro: el rey habla como rey, el alcalde, como alcalde, el labriego, como labriego y el militar, como militar. El anuncio de la Lotería de Navidad de este año es absolutamente decoroso, respetuoso con los tiempos presentes. El anuncio habla, como corresponde a la época que nos ha tocado vivir, el lenguaje del engaño, de la mentira, del fingimiento. Premios que nunca llegarán, pero que se nos prometen un día y otro. La mentira aglutina a más gente que la verdad. Cuatro veces se utiliza en el anuncio 'todos', la palabra mágica, el abracadabra, el ensalmo que une y cimienta a todo el pueblo. Una ilusión vana. Si Dios ha muerto, no nos quedamos nada más que nosotros, todos, para hacer frente a los grandes problemas de la familia humana: el dolor, la enfermedad, la vejez, la injusticia, la muerte; esos que ni el mismo Dios acertó a resolver. Un talismán es 'todos'. Un talismán capaz, como Cristo, de resucitar incluso a los muertos.
Todos
En el poema del peruano César Vallejo Masa (1937), un hombre ha muerto: se le acercan miles, millones de individuos, pidiéndole que resucite; no lo consiguen y el cadáver, ay, sigue muriendo. Pero, "Entonces -escribe Vallejo- todos los hombres de la tierra / le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; / incorporóse lentamente, /abrazó al primer hombre; echóse a andar...". 'Todos' es una de las palabras favoritas de los misioneros, de los predicadores, de los alcaldes, de los oradores en los mítines. Detrás de ella se pone el nombre de los que integran ese 'todos'. Todos los hombres de bien, todos los granadinos bien nacidos -se excluyen los alumbrados en partos difíciles o/y distócicos- , todos los españoles patriotas, todos los catalanes independentistas, todos los vascos nacionalistas, todos los trabajadores, todos los explotados, todos los arios, todas las mujeres, todos los varones... El nombre que acompaña al 'todos' suele ser restrictivo.
¿Qué se hace con los que no están incluidos en ese 'todos'? Las soluciones han sido muchas, a lo largo de la historia, desde las más drásticas, que han pretendido, como quiso hacer el Holocausto, eliminar a etnias enteras o a grupos 'indeseables' para los nazis, hasta las más benévolas y demoradas como son las soluciones misioneras que pretenden la integración del infiel, del tibio o del indeciso, tras la catequesis política o religiosa. Hermosa y bien traída es la palabra 'todos', si no esconde una trampa, un espejismo, como en el anuncio de la Lotería Nacional: todos los vecinos unidos para engañar a alguien (¡claro, por su bien!). Porque, ¿y si a la maestra de la historia, al sentirse engañada, le da por tirar a su hijo desde lo alto del faro?

sábado, 12 de noviembre de 2016

Buda y Procusto, dos modelos

Juguete roto
Los mayores siempre han dedicado tiempo a preparar a los jóvenes para la vida. El sociólogo francés Emilio Durkheim lo veía así: "La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre aquellas que no han alcanzado todavía el grado de madurez necesario para la vida social. Tiene por objeto el suscitar y desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que le van a exigir tanto la sociedad política en su conjunto, como el medio ambiente específico al que está especialmente destinado". Esto lo publicó en 1911. Tres años antes de que estallara la Primera Guerra Mundial. No creo que la guerra estuviera entre las herramientas educativas que este sociólogo consideraba imprescindibles para suscitar en el niño una serie de habilidades para la vida en común. Lo mejor para educar a un niño, sin que los padres tengan que implicarse en ayudarle a hacer los deberes, es la "ratio socrática", es decir, un Sócrates para cada Fedro. Este método conjuga el aprendizaje intelectual con el físico: cuando hacía buen tiempo, Sócrates se paseaba en Atenas, con su alumno Fedro, por las orillas del río Cefiso y le enseñaba filosofía al tiempo que consumían calorías. Don Fernando, mi profesor de Ciencias Naturales, en Loja, también nos llevaba al campo para ver saltar a las ranas y deslizarse las lagartijas. Alguna se diseccionó - ¡que no me oigan los animalistas!- en la rebotica de su farmacia. Pero ya éramos más de un Fedro en clase. La sociedad actual oscila entre Buda y Procusto, en lo que a Educación se refiere. A Buda no lo dejó salir su padre a la puerta de la calle, durante toda su infancia, para que no viera lo jodía que estaba la cosa fuera del palacio. Pero se escapó y se topó de repente con el dolor y la muerte. Se llevó un sofocón. No estaba preparado. Luego está Procusto, que era un señor de la mitología griega que estaba empeñado en meter a todo el que pasaba por la puerta de su casa en una cama de un solo formato. Si era grande y no cabía, le cortaba lo que le sobraba, y si era pequeño y dejaba media cama vacía, lo estiraba. Lo mejor es lo de Fedro que no se llevaba deberes a casa, los hacía todos con Sócrates. Pero actualmente los profes tienen en clase de 30 a 37 Fedros. En una hora no tienen tiempo de explicar el tema del día y de que los chicos hagan los deberes en clase y, menos, de corregirlos en la misma aula. Los chicos tienen que llevarse algunos a casa. Los padres prefieren jugar al pádel con sus hijos o meterse en Zara antes que ayudarles con los deberes. Confortable fue la infancia de Buda, pero poco interactiva. Sí, la escuela es un poco el lecho de Procusto. Estira o amputa para amoldar a todos a un formato estándar. Es tarea de padres y profesores que los niños salgan de la escuela más o menos adiestrados para la vida. Que los pequeños budas sepan desde chicos lo que es trabajar, sin que la escuela los desmembre y los lesione.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

jueves, 3 de noviembre de 2016

Cristianos, accionistas, identitarios

Misioneros portugueses en Japón
LOS nacionalismos, como las religiones o como las corporaciones empresariales o políticas tienen sus cosas buenas. Sobre todo, consiguen crear asombrosas redes de cooperación en masa. Gente que no se conoce; individuos que viven, a veces, a miles de kilómetros los unos de otros; personas de clases e intereses muy diferentes, gracias al cristianismo, a la Peugeot o al sueño milenarista de los nacionalismos identitarios, se sienten profundamente unidos. Tienen una misión que cumplir: conseguir adeptos, fieles, compañeros, accionistas. Son expansivos y conquistadores. Su fin último es que la Peugeot sea la única fábrica de coches, el cristianismo la única religión verdadera o que su patria despegue hacia la tierra prometida, desconectando de la madrastra aprovechada y mandona que les pega todo el día con la alpargata centralista. Creen tener derecho a que, por ser ellos quienes son, la vida les resulte menos dura que a los otros seres humanos. A una cuota de felicidad más alta. Ventajas, bonos, descuentos. 
Pero, ¿tiene en cuenta Mercadona el lugar de nacimiento de sus clientes? ¿Las pijotas les salen más baratas a los andaluces que a los murcianos? ¿Te descuentan más si eres catalán? A la estupidez cateta de algunos políticos que disfrutan metiéndose con la gente del pueblo de al lado, burlándose de su manera de hablar o achacándole algún defecto congénito, casi siempre responde un natural de ese pueblo defendiéndose de las ofensas con tópicos parecidos. Si un político catalán se mete con los andaluces, inmediatamente tendrá en frente a un andaluz que afirmará que "el pueblo andaluz además de laborioso y formal es el pueblo más antiguo de la Península". El asunto deriva en una batalla de lugares comunes. Me atrevo a añadir alguno más a la lista; por ejemplo: el ser humano es complejo. O bien, el tópico contrario: el ser humano, que es muy elemental, trabaja y se mueve principalmente alrededor de conceptos como "más", "menos", "igual". "El pueblo más antiguo" supone que hay pueblos menos antiguos y que hay pueblos igual de antiguos. También suele haber alguien que aleja meando más que los demás y, por lo visto, alejar meando más que los otros, aparte de ser cosa de hombres, es bueno. También supone que el concepto "pueblo" ha existido siempre. Más o menos como las piedras milenarias. ¿Hay piedras que tengan menos de mil años? ¿Lo saben ellas? ¿Les importa? ¿Ha habido en la Historia de la Humanidad algún individuo que no haya pertenecido a algún pueblo milenario? ¿Hay pueblos milenarios? ¿Hay pueblos? ¿Te rebajan algo en el Mercadona por pertenecer al pueblo más antiguo? ¿Estará de acuerdo mi psicólogo en que yo reciba regalos de una gran superficie sin haber hecho nada para merecerlos, simplemente por pertenecer a un pueblo determinado? No sé, no sé…