jueves, 8 de septiembre de 2011

Educar es decir "no"

PERO no ha sido fácil en los pasados años de la burbuja de la abundancia, decirles que no a nuestros hijos. O mejor, negarle cosas a nuestro 1,39 hijo, que es lo que hemos producido de media las parejas, y la ciencia, en los últimos años de despilfarro. La educación, el soneto, las religiones de la negación y el sufrimiento y el cocido son para épocas de escasez. En la abundancia, la sexualidad se industrializa, como los cruasanes, el rap desplaza al soneto amoroso, las religiones del martirio se transforman en religiones del disfrute, en el Bulli el evanescente nitrógeno sustituye al aceite hirviendo con el que se elaboraban las contundentes flores de sartén, las comidas son virtuales y se proyectan en los platos, de tal manera que cuando has terminado de comer tienes la retina llena de colores y el estómago semivacío. Y el sistema educativo se transforma en guardería, donde se recoge a los jóvenes para que no estén todo el día tirados por las calles. Bastante hay con las noches. Para el sociólogo E. Durheim (1858-1917), la educación es la acción ejercida por los mayores, supuestamente, maduros, sobre los jóvenes inmaduros y "tiene por objeto el suscitar y el desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que exigen de él tanto la sociedad política en su conjunto como el medio ambiente específico al que está especialmente destinado". 

La acción que las generaciones adultas estaban ejerciendo, cuando se redacta esta definición, sobre las que todavía no habían adquirido la madurez, era muy radical: la Primera Guerra Mundial. La guerra es una escuela severa y eficaz. Enseña a los seres humanos lo crueles que podemos ser cuando se rompen todos los diques de la convivencia. Después de algunas guerras -y depende de quién las haya ganado- la gente se comporta una temporada. Y es capaz de llegar a acuerdos para que los bienes se repartan un poco mejor. Léase el opúsculo Indignaos, de Stéphane Hessel, para ver a qué acuerdo llegaron los franceses después de la Segunda Guerra Mundial. En España, tras un periodo en el que todo el mundo ha comido y se ha lavado, de nuevo aparece la escasez. Y en la Comunidad de Madrid ya están preparando a los futuros conductores de la pobreza. En los institutos de esa Comunidad, se van a crear "aulas de excelencia" para formar a los futuros capataces. Educación especial para los más listos. Esperanza Aguirre piensa curarlo todo con la tirita de la exigencia y del mérito. Por lo pronto, a los alumnos no se les ha exigido nada, a los profesores sí: que den dos horas más de clase.

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