jueves, 21 de febrero de 2013

Nada que decir


Después del Holocausto, una enorme desconfianza  hacia la cultura y el lenguaje en general agarrotó las plumas de todos los que habían sostenido que la cultura nos hace libres: ser culto para ser libre. Los más decepcionados del poder civilizador de las palabras fueron los que más habían confiado en ellas y en la escritura, como vehículo de transmisión de la cultura de generación en generación. Tras Auschwitz, la gente del Libro, y sobre todo, muchos pensadores judíos que llevaban siglos apuntados a interpretar los libros sagrados de cada época y que vivían de ellos,  se volvieron tremendamente pesimistas sobre la capacidad del lenguaje para detener la violencia  y para contribuir a la desaparición de las desigualdades sociales y de la explotación. A partir de ese momento, el lenguaje, y no sólo el poético, entró en coma. Para explicar lo sucedido, George Steiner, pensador nacido en el seno de una familia judía de origen vienés, en su libro Gramática de la creación (2005), se sirvió de este ejemplo: “Muriéndose de sed, un prisionero en un campo de exterminio miraba cómo su torturador derramaba lentamente en el suelo un vaso de agua fresca. «¿Por qué haces eso?». El verdugo replicó: «Aquí no existen los porqués». Respuesta que, con una concisión y lu­cidez diabólicas, expresa el divorcio entre la humanidad y el lenguaje, entre la razón y la sintaxis, entre el diálogo y la es­peranza. Hablar y escribir llegó a ser una expresión del absurdo y del desastre. No quedó, stric­to sensu, nada que decir”. 
80 años después del horror de los campos de concentración, el lenguaje pasa por unas apreturas semejantes. En Auschwitz, se clausuraron los “porqués”. En la España del 2013, se ha clausurado la delicada y necesaria relación entre las causas y sus efectos. La política se ha convertido en el arte de descoyuntar la lógica tradicional que señalaba que si haces esta cosa  sucede esta otra. Y que el que  ha activado, consciente e intencionadamente, esta causa puede terminar siendo responsable de alguna de las consecuencias que se le sigan. En Auschwitz los “porqués” valían una mierda, por defecto, en España, ahora, los “porqués” (es decir la pregunta por las causas de las cosas) también valen una mierda, por exceso, porque puedes preguntar lo que quieras, a sabiendas de que la respuesta no tendrá nada que ver con tu pregunta.  No queda, pues nada que decir. No sé, ni siquiera, por qué he escrito esta columna.

8 comentarios:

  1. La Ilustración abrió el camino de la razón, el Romanticismo quiso incluir la Sinrazón en el conjunto de la Razón abriendo así el camino de la incertidumbre. En el siglo XX la incertidumbre se impuso con violencia arrebatándole a los postulados de la Física la posibilidad de regenerar un mundo nuevo.
    En este siglo nos queda la Nada. Es muy difícil construir algo en el vacío, sin ningún apoyo, pero algo se inventará y espero y deseo que no sea excesivamente violento.
    Gracias y saludos.

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  2. Trasindependiente, desde luego que se inventará algo, esperemos que no se parezca mucho a esto. Gracias, amigo. Un saludo cordial.

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  3. Sabes plantear un excelente paralelismo entre dos situaciones totalmente incomprensibles...
    Saludos
    Mark de Zabaleta

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  4. Dezabaleta, como siempre, gracias por su atención, es un estímulo grande para seguir escribiendo. Saludos cordiales.

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  5. Has escrito esta columna porque si no escribieras la verdad, aunque sea para que lo leamos unos pocos, no sabemos qué sería de nosotros.

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  6. Nada nuevo bajo el sol. Todo se repite, sobre todo lo malo. Pero es muy gratificante que alguien nos recuerde las cosas todos los días. Como dice Coco, escribes la verdad, de forma clara, por si alguien no se la sabe. Un abrazo.

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  7. Coco Vida y marr, si es la verdad, que verdad más triste, más desalentadora. Gracias. Un saludo afectuoso.

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  8. Mientras permanezcan a nuestro lado "Pablos y compañía", merecerá la pena empujar y esperar mejores tiempos. La verdad siempre nos arropa. Gracias, Pablo.

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