Los humores de Cervantes
El que
Cervantes pudiera escribir el Quijote sin conocer a fondo la teoría cuántica,
resulta extraño. Pero que, para diseñar la locura de Don Quijote, el autor se
basara en la teoría de los humores, resulta peregrino. Según nos explica el
cervantista Avalle-Arce, la abandonada teoría de los humores, incomprensible
para casi todos hoy día, sostenía que el cuerpo humano estaba constituido por
cuatro humores, que eran: la cólera (bilis amarilla), la sangre, la melancolía
(bilis negra o atrabilis) y la flema. Y si el predominio de un humor sobre los
demás era muy notable, surgían los siguientes tipos psicológicos: el colérico,
el sanguíneo, el melancólico y el flemático. Don Quijote, según lo pinta Cervantes,
era un tipo colérico. Y como tal, de temperamento seco y caliente. El paso de
esta circunstancia a la locura se efectúa por resecamiento del cerebro y la
lesión de la facultad llamada imaginativa,
que es la que lleva al caballero a confundir molinos con gigantes. No sé
si a Don Miguel le hubiera salido mejor su Quijote de conocer la teoría cuántica
o los últimos hallazgos de la psiquiatría. Él, curándose en salud, obliga a
proclamar a Don Quijote la supremacía de la poesía sobre la ciencia: “La poesía
es”, sentencia el hidalgo, “como una doncella tierna y de poca edad y en todo extremo
hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas
doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y
todas se han de autorizar con ella”. ¡Los
poetas son imprevisibles! Es un tópico de la sociología de la literatura que
Quevedo fue un gran misógino y, sin embargo, en La hora de todos y la fortuna con seso, pone en boca de una
hermosísima mujer estas palabras contra los hombres: “Tiranos, ¿por cuál razón,
siendo las mujeres, de las dos partes del género humano, la una, que constituye
mitad, habéis hecho vosotros solos las leyes contra
ellas, sin su consentimiento y a vuestro albedrío? Vosotros nos priváis de los
estudios, por envidia de que os excedamos; de las armas, por temor de que
seréis vencimiento de nuestro enojo los que lo sois de nuestra risa. (...)”. Impresionante,
Quevedo. Cualquier observatorio del machismo ambiental, costeado por la Junta,
elevaría a don Francisco a los altares del feminismo más peleón. Ya digo, los
poetas son unos seres inclasificables. Resulta como mínimo chocante, que haya
sido una monja, inteligentísima y culta, eso sí, Sor Juana Inés de la Cruz, la
que haya definido con precisión de socióloga la actitud ambivalente de los
hombres respecto al cortejo erótico en su poema “Hombres necios/ que acusáis a
la mujer sin razón”. En él, despotrica la religiosa contra los hombres que nunca están contentos con la
actitud de las mujeres: “Opinión, ninguna gana, /pues la que más se recata, /
si no os admite, es ingrata, / y si os admite, es liviana”. Ni el mismísimo Punset lo hubiera dicho mejor.
Bien analizado....
ResponderEliminarSaludos
Eres el físico cuántico de la literarura hispana. Desgranas los cuantos que la descomponen como buen conocedor del big bang poético del que procedemos incluso los más ignorantes.
ResponderEliminarGracias y saludos.