jueves, 23 de marzo de 2017

No hay días para tanto "Día"

Celebración
Paolo Collejo, un escritor de aforismos, clase pobre, que me he echado de amigo, me cuenta que está incómodo porque cae, con demasiada frecuencia, en contradicciones evidentes. En decir una cosa y hacer la contraria. Lo achaca a que todavía el lenguaje oral -que venimos utilizando desde hace sólo 50.000 años- se está sincronizando con las vivencia evolutivas de la especie, que cuenta con millones de años. Creo que le falta base antropológica para hablar de estas cosas, pero no hay nada peor que un aforista empoderado por la Wikipedia.¿Qué son los cincuenta mil años que llevamos hablando comparados con los diecisiete millones de silencio o gritos?", me pregunta. Sin esperar respuesta, continúa: "Estamos todavía sincronizando el lenguaje oral, que sólo usamos desde hace unos miles de años, con los cambios y experiencias que la especie ha acumulado, en su evolución, durante millones de años. Sólo hemos nombrado unas pocas cosas. Y hemos dejado sin nombre la mayoría de las que nos conciernen, así que el desajuste entre lo que decimos y lo que hacemos o entre lo que dijimos hace un minuto y lo que acabamos de decir ahora mismo, no es tan aparatoso, teniendo en cuenta que estamos al comienzo de la sincronización". "¡Uf!, qué cosa más difícil de entender", le digo. Pero él no se inmuta y sigue: "¡Mira!, yo mismo llevo unos días metiéndome con la celebración de los días mundiales de esto y de aquello, con el día de la madre, del padre, del orgasmo femenino, de los perros con rabo de los perros sin rabo, con el día del comienzo de la primavera. En fin, por meterme, hasta me he metido con el Día Mundial de la Poesía, con lo que he conseguido que algún amigo poeta deje de ponerme 'me gustas' a mis comentarios del Facebook. Le recuerdo que llevo tiempo recriminándole esa actitud tan altanera y antipática. Pero él, siempre a lo suyo, ni me contesta y sigue: "Anteayer, Día Mundial de la Poesía, después de rebelarme contra la celebración, me dio por publicar un poema conceptual.
 ¡Menuda contradicción!, y lo ilustré con una foto de un cuenco negro de cocina, de esos de las sopas chinas, lleno de gomas de todos los colores, iluminadas por una linterna de led". Os prometo, amigas y amigos lectores, que intenté pararlo en seco, para que no me lo leyera. Le rogué que él hiciera frente, como pudiese, a su contradicciones, que yo bastante tengo con las mías. No hubo manera. Me leyó el poema y se quedó tan pancho. Menos mal que era breve. Al final me lo dio escrito en una servilleta del bar donde desayunábamos. Decía así: "El amor no sufre ligaduras. / Pero sí elásticas cadenas / que te atan al mástil de la nave, /con la fuerza umbilical de la costumbre, /rehén de Penélope, negado a las sirenas". Le rogué que lo trabajase un poquito más porque las referencias a Ulises no quedaban claras.

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