domingo, 4 de abril de 2010

¿Lecturas religiosas o macguffins?

¿Éxtasis?
No sé si la joven del cuadro se quejó al pintor Eybl (1806-1880) por haberla retratado en este momento de éxtasis lector.  Santa Teresa de Jesús si se lo hizo ver a  Dios,y así lo ha contado en su Vida: “Supliqué mucho al Señor que no quisiese ya darme más mercedes que tuviesen muestras exteriores [se refiere a los éxtasis místicos que la arrebataban en público]; porque yo estaba cansada ya de andar en tanta cuenta y que aquella merced podía Su Majestad hacérmela sin que se entendiese. Parece ha sido por su bondad servido de oírme, que nunca más hasta ahora lo he tenido; verdad es que ha poco”.
Stefann Bollman en su libro Las mujeres que leen son peligrosas, cuando comenta este cuadro  dice que “El libro parece cortarle la respiración” a la chica. Y para que nadie al leer sus palabras caiga, torpemente, en la tentación de evocar el delicioso desvarío de la actriz Meg Ryan en “Cuando Harry encontró a Sally”, Bollmann se ve obligado, como en su día Santa Teresa de Jesús y, quizá, la misma Lectora de Eybl, a dar una explicación: “Sus pensamientos”, aclara, “parecen tan cándidos como su rostro ingenuo y encantador”.  
Puede haber cientos de motivos para justificar esta iconografía, sin recurrir al portento. Por ejemplo, ¿las maneras  de leer de muchas chicas retratadas desde el Renacimiento no serán un simple macguffin, una excusa parecida a la que usan hoy los directores de series de adolescentes en sus historias?  Los guionistas sitúan a los chicos en una hamburguesería, delante de una Coca y de un bollo con carne picada y rodajas de cebolla dentro. En algún sitio hay que colocarlos para que puedan ser filmados mientras recitan sus papeles. ¿Por qué ponernos estupendos cuando hablamos de la lectura y, sobre todo,  si las que leen son mujeres? Los éxtasis no son frecuentes. Montaigne era más humilde. “En los libros”, discurre en uno de sus Ensayos, “sólo busco entretenimiento agradable con una honrada distracción; o si estudio, no busco más ciencia que la que trata del conocimiento de mí mismo, y la que me instruya para bien morir y bien vivir. […] Nada hago sin alegría, la continuación de una misma tarea y el recogimiento demasiado firme, deslumbran mi entendimiento, lo entristecen y lo cansan”. A muchas de estas lectoras se les pone un libro en la mano porque todavía no había abierto el Macdonald.

3 comentarios:

  1. Amén. Y un saludo matutino, Pablo. A ver si (aversi, aversi, aversi) me paso un mediodía libre para charlar un ratillo y que me invitéis a un bebestible si pué zer.

    ResponderEliminar
  2. Luisa, si vienes, que no quiero ilusionarme, procuraremos que tu presencia, por deseada, no nos corte la respiración. Ni nos dispare en sollozos, god, god, god, como a Meg. No te tardes, carcelero, no te tardes...

    ResponderEliminar
  3. Leer hoy es algo bueno, por naturaleza. Una actividad 'religiosa'. Como lo era antes de la Ilustración, el rezar. Marcada la lectura positivamente, porque es actividad pacífica, porque el leer te quita de cosas peores, porque el leer te obliga a mantener un diálogo complejo con mentes superiores de las que vas a aprender y porque "la literatura puede promover la reflexión ética"... la lectura pasa a ser una de las devociones de la religión civil, de la politeya: conjunto de prácticas y creencias que conforman al ciudadano.

    ResponderEliminar