viernes, 10 de septiembre de 2010

La huelga que vendrá no es la primera

Hombre marsupial
Cuando el hombre de las bolsas de plástico oye hablar de nuevo a los líderes sindicales de huelga general, le viene a la cabeza uno de los días más negros de su vida, el del paro del 14 de diciembre de 1988. Este macho intendente y marsupial,  dedicaba entonces parte de su ocio a estudiar los prospectos de los supermercados y, con el tiempo, había llegado a saber con limpia exactitud en cuál de aquellos establecimientos salía el huevo fresco 0.75 céntimos de peseta más barato.
Padre de seis hijos, compraba el azúcar por sacos en una factoría remolachera, las morcillas y las carnes en un matadero industrial y  los zapatos de sus hijos en un hipercalzado al que le quedaban todavía unos pares rebajados de botas “Gorila”.  Las bragas de las mujeres de su casa, que no tenían por qué asumir otras funciones que no fuesen las que tradicionalmente les confería el pudor o la higiene, las conseguía en la "Marcha verde" o en un bar que había en su barrio donde te servían de tapa un par de "pantys" por cada cuatro cervezas que te tomabas; aunque sólo recurría a este proveedor, que regalaba un producto de fantasía, menos casto, salpicado de lunares negros y coronado por un lazo del mismo color, cuando, a final de mes, se había hecho en la familia un gasto excesivo de lencería y ropa interior de señora.
Nada que ver con el hombre cazador del paleolítico o con el caballero medieval, engolfado en los torneos, en las cruzadas o en el violento ejercicio venatorio. Hay que remontarse al libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita para encontrarle un antepasado cierto: don Melón de la Huerta, el pretendiente de doña Endrina, primer bosquejo del buen burgués en la literatura española escrita en castellano. Como el amante medieval, era "manso más que un cordero, pelear nunca le vieron". Y compartía con el personaje del Arcipreste su amor por el ahorro y por la administración cuidadosa de los bienes familiares; hasta el punto de que su plan de vida parecía sacado del verso ‑‑"no astraga lo que gana; más antes lo guardará"‑‑ con que nuestro poeta del siglo XIV dibujaba  los rasgos más significativos del carácter del personaje.
Como no concebía un mundo sin tiendas, tenía en casa un plano de la ciudad donde había marcado con puntos rojos los comercios de guardia que permanecían abiertos los días de fiesta. Pero los encargados le informaron de que cerraban el 14 de diciembre.

Colgados, de las customs
Debió pensar que esta huelga era un ensayo para el día de después de una guerra nuclear y, gracias a sus cuidadosos estudios de mercado,  llenó la despensa de latas a punto de caducar, el cajón frigorífico de productos  de tercera o cuarta re-congelación  y el revistero con todas las publicaciones que pudo meter en una bolsa de plástico en la consulta del dentista.  Llegó al videoclub  sin tiempo para pararse  y  alquiló una cinta de título inglés, Easy rider, porque pensó que a los niños no les vendría mal una película en versión original que, además, estaba tirada en  la estantería de las de bajo alquiler.
Cuando a las 12 de la noche la televisión dejó de emitir y tuvo que apagar el video al darse cuenta de que la película, protagonizada por Peter Fonda, Jack Nicholson y Dennis Hopper  iba de dos moteros fumadísimos, se maldijo por no haberse llevado  dos o tres cintas de Paco Martínez Soria a precio normal, y se abrazó al transistor. Un pánico impreciso al vacío le cercó las entrañas al comprobar que muchas emisoras no daban nada más que música clásica. Por un momento pensó que, en las próximas 24 horas, tendría que inventarse el mundo, buscar sin ayuda su destino y se asustó. Entonces sí que sintió un enorme e insoportable miedo.

1 comentario:

  1. Amigo Pablo, tal como yo lo veo, no sé a estas alturas si sufriremos, gozaremos una huelga general porque veo a los sindicatos con unas cotas de domesticación como no recordaba. Pienso más en una escenificación, aunque podamos vivirla,que en algo que se haya obtenido de algún principio fijado con antelación.

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