lunes, 22 de agosto de 2011

Di papá dónde está el buen Dios...

En Granada, un personaje llamado El Compadre organiza todos los años la asistencia de cientos de carretas granadinas al Rocío. En declaraciones a la televisión local exigía que el arzobispo de Granada acudiera a la Raya –desconozco la ubicación de este lugar sagrado- a recibir y acompañar a los peregrinos hasta la ermita de la Blanca Paloma. El Compadre, en ese momento, proclamaba la supremacía de la religión del disfrute, la maría, y la raya –referente sagrado del placer, de ubicación evanescente- sobre la religión del sacrificio y la renuncia. Como Unamuno en Salamanca proclamaba ante el general traidor Millán-Astray, que la Universidad era el templo de la sabiduría y que en su Paraninfo, el rector, era el sumo sacerdote, El Compadre venía a decirle a monseñor Martínez, que él era la Raya, la linde, de la nueva sacralidad, él era el oficiante y el prelado un simple monaguillo que se desplaza con las vinajeras donde toque. Napoleón, en la cumbre de su poder, hizo venir al Papa Pío VII desde Roma para que lo coronara emperador en Notre Dame, en 1804. Hoy el Imperio del consumo y la fuerza de los deseos que quieren inmediata satisfacción la tienen los jóvenes, y el Papa va a dónde se sospecha que acudirán los chicos, por la bonanza del clima, la permisividad de las costumbres y las buenas comunicaciones. El Papa no ha cristianizado a los jóvenes, en todo caso, los jóvenes han paganizado al Papa que, preocupado, les acaba de pedir que no sigan a Dios por su cuenta, que a Cristo sólo se lo encuentra a través de la Iglesia y que el tiene las llaves del invento. El hombre ve en peligro su trabajo.

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