miércoles, 10 de agosto de 2011

La dignidad de la mamola



La Virgen y el Niño de Lucas Cambiaso
Pánfilo, se ayuda para olvidarse de la mega-crisis, de libros de todo tipo. Algunos raros. Lo sé porque me ha llegado este mensaje suyo: “Querido amigo, estoy con el libro "La sexualidad de Cristo", de Leo Steinberg. Un verdadero placer "intelectual" leerlo. Eso de tener que explicar toda la Biblia como si hubiera sido escrita línea por línea por el mismo Dios, buscando coherencias imposibles y sentidos rectos, ha dado mucho trabajo a lo largo de la historia y ha creado esas figuras impagables del humor escatológico que son teólogos y exégetas. Con el “Cantar de los Cantares” lo han tenido crudo, porque la Esposa –desde Orígenes, Padre de la iglesia, + en 254- es la Iglesia, cosa que el autor del “Cantar” desconocía, y el Esposo es Cristo, que nacería, al menos 700 años después de escribirse el “Cantar”... El libro, en su origen fue una conferencia. El autor le ha añadido un apartado que titula "Excursos", extenso y delicioso, y lo corona con un epílogo de un jesuita, el Padre O'Malley, teólogo especializado en el Renacimiento, que fue el que le puso sobre la pista de los penes de Cristo. En fin, amigo, esto nos dará para mucha conversación. El excurso III, "Sobre la dignidad de la mamola", no tiene desperdicio. Antes de leer este libro, la Mamola para mí, era un pueblo de Granada, junto al mar. Gracias a Steinberg, ahora sé que ha de entenderse por “mamola” todo lo que sea tocar, rozar con los dedos, pellizcar, acariciar, tomar el hueco de la mano sujetar, pero siempre que se trate de la barbilla. Se trata de un gesto muy importante en la iconografía. Hasta el siglo XVIII fue un gesto tierno, incluso erótico. Hoy es una burla. En muchas pinturas de la Edad Media y del Renacimiento, Madre e Hijo se entretienen en este juego y, basándose en unos versos del “Cantar”, el autor ve connotaciones sexuales en la caricia, que en este caso serían incestuosas. ¡Qué divertido! Hasta me he olvidado de las primas de riesgo, que no son, amigo mío, esas niñas de la familia con las que hacíamos las bellaquerías –también la mamola- detrás de la puerta, aún a riesgo de que nos cogiese algún familiar y nos diese unas "llamarás” (‘hostias’ en ciertas hablas andaluzas)”. Termina Pánfilo, este exegeta disruptivo, deseándome unas tranquilas y provechosas vacaciones.

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