jueves, 15 de marzo de 2012

El muro rasgado

EL cantante Justin Bieber, con sólo 17 años, ha escrito ya su segunda "autobiografía", tituladaSólo empezando. En las Memorias de Adriano de Yourcenar aprendí que uno escribe sus memorias de mayor, desde la atalaya del desengaño, y con el propósito de entrar en la muerte con los ojos abiertos, para no tropezar con las trampas de la nada. Las memorias se escriben para ajustarle las cuentas a alguno y para enmascarar tu propio fracaso, porque, aunque se fracase en la vida, no es necesario hacerlo cuando la cuentas. Con la edad de Justin, se entra en la vida con los ojos cerrados, para no sortear ninguna de sus trampas. No recuerdo nada importante de cuando yo estaba "sólo empezando", porque no le veo ningún interés al hecho de que paredaño con mi habitación de estudiante, en casa de mi abuela, hubiese un taller en el que 5 o 6 chicas bordaban preciosos velos tul ilusión para novias. Escribí esta cursilería que, entonces, me pareció genial: "Ellas labrando velos, yo labrándome un porvenir". Desde mi mesa de estudio no se oía nada de lo que hablaban, pero me hubiera gustado enterarme. Porque, "yo soñaba", anoté, "con unir mi destino al de una de las bordadoras para construir un futuro en el que realizar nuestros sueños más anhelados". 

Pero el muro que separaba mi habitación del taller era muy sólido y no me llegaba nada de la otra parte. Pensé, incluso, en adelgazar la pared. Ir apartando los ladrillos y el mortero poco a poco con un martillo y un cincel hasta que pudiera percibir las conversaciones. ¿A quién le viene mal, antes de iniciar el combate de amor, saber si la enemiga está, si no vencida, al menos, dañada? Horadar un muro con un alfiler, lo había visto hacer en las películas, pero hubiese resultado más fácil burlar a un carcelero de Alcatraz, sobre todo si figura en el guión que se le escape un preso, que a mi abuela, poco dispuesta a que le perforase su casa para obtener información erótica privilegiada. Hoy, no hubiera tenido necesidad de agujerear la pared, me hubiera bastado con leer en el muro de facebook las preferencias de la chica que me gustaba. De no haber sido por la madre Naturaleza, jamás me hubiera enterado de que aquella niña no quería saber nada de mí. Un fortísimo terremoto rasgó una noche el muro del secreto, abriendo una grieta en su sólida estructura que me permitió oír las conversaciones de las bordadoras durante semanas hasta que repararon el muro. Aprendí mucho de las mujeres jóvenes gracias a aquella raja providencial. Si me sigues leyendo, lector cómplice, quizá te haga partícipe más adelante de alguno de esos secretos. 

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