jueves, 19 de abril de 2012

Obituario de la Monarquía

ABUNDAN estos días en la red obituarios virtuales y precipitados de la Monarquía parlamentaria. También se encuentran en ella necrológicas auténticas como la de Isabel II muerta en su exilio de Paris, el 9 de abril de 1904-, publicada el 14 de ese mes en El Álbum Ibero-Americano, periódico dirigido por Concepción Gimeno. En la nota, escrita por Galdós, relata el escritor su entrevista con la reina en 1902 "para que su majestad se dignase contarle cosas y menudencias de su reinado". No se atrevía Galdós a expresarle a la Reina su propósito, pero su amigo e introductor, el embajador de España, expuso a la Señora "el gusto que tendríamos de oír de sus labios memorias tristes y dulces de su tiempo azaroso". Isabel II dijo a Galdós: "Te contaré muchas cosas, muchas, unas para que las escribas y otras para que las sepas". Lo que la reina le dijo lo utilizó el escritor en la cuarta serie de sus Episodios Nacionales que se desarrolla entre la Revolución de 1848 y la caída de Isabel II, en 1868. En la necrológica, Galdós acepta que alguno de sus tropiezos se debieron -como le confiesa Isabel- a lo "jovencilla" que era cuando comenzó a reinar, "sin ningún freno en mi voluntad, con todo el dinero a mano para mis antojos y para darme el gusto de favorecer a los necesitados; […] oyendo nada más que voces de adulación que me aturdían". Galdós pensó decirle, y se lo calló, "¿verdad, Señora, que en la mente de Vuestra Majestad no entró jamás la idea de Estado?". Caritativamente, el escritor enumera las cosas buenas que en educación y obras públicas se hicieron en su reinado. Habla del Ferrocarril, pero no de que con esta obra se enriqueció la propia madre de la Reina. Compara, después, Galdós los tiempos de Isabel con los siguientes, para concluir que los males que se dieron en la I República y, más tarde, en la Restauración se gestaron en tiempos de Isabel. Y sobre todo, denuncia el novelista "esta novísima ley que entonces empezó a tener franco uso: hagamos todo lo que se nos antoje, y cada cual observe la ley de su propio gusto". Por eso, cuando se oyen, tras los últimos "antojos" del Rey, las proclamas de un republicanismo bien intencionado y profético, que vendría a sacarnos del marasmo actual y a situarnos en la senda de una profunda regeneración democrática, no se puede dejar de pensar en las palabras de Galdós. Porque la funesta actuación en los últimos tiempos de un Monarca bon vivant y de unos políticos ensimismados, no sólo ha debilitado la fe en la Corona, sino también la fe en la República y, lo que es más grave, en la misma Democracia.

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