jueves, 7 de febrero de 2013

A la sombra de Grey

LAS cincuenta sombras de Grey, "la trilogía erótica de la que habla todo el mundo" -según reza la publicidad de la editorial-, les ha salvado las ventas de Reyes a las librerías. Grey no es una novela, en el sentido canónico, es otra cosa. Un producto muy interesante para comprender alguno de los cambios que ha experimentado el comportamiento de las mujeres en los países "avanzados". Aunque, el proceder de Anastasia, la protagonista, no esté muy lejos del de Madame Bovary de la novela de Flaubert o de Emma, de Mi único hijo de Clarín que se entregan a un hombre, como Anastasia, arrastradas por una "gran pasión" que justifica que las dos heroínas no cumplan con "sus deberes familiares". Las cincuenta sombras de Grey no es una novela, en el sentido en que lo es, por ejemplo, la compleja Middlemarch, de la escritora inglesa del siglo XIX G. Eliot, es, simplemente, un best seller, es decir, un guiso apresurado y de encargo, para lectoras proclives, que contiene y resume los tópicos de mayor circulación sobre las mujeres y su relación con las otras mujeres, con los hombres y con el mundo de hoy. Acoge la obra diversos estigmas de la actualidad: pornografía, email, smartphones, gastronomía, enología y otras yerbas. Y sobre todo, contiene esta propuesta que ha sido muy bien acogida por las lectoras: "empecemos a comportarnos sexualmente como corresponde a una época en la que cada coito no supone un embarazo. Follemos (sic) hasta la extenuación o hasta el escozor". Desde luego, la feminista Simone de Beauvoir sufriría mucho viendo cómo una mujer se deja pegar por un bárbaro y cómo acepta ser campo de experimentación de ciertos instrumentos de la ferretería sexual, aunque ella misma aceptó vivir con un hombre que no la trataba muy bien, sólo para sentirse la madre del genio, del espíritu del filósofo, pasando por alto lo oscuro y lo umbrío de Sartre. Anastasia, abducida por un amor loco, hace algo parecido: intenta llevar a la "bestia-Grey" (un maltratador enfermo y desquiciado) de las sombras a la luz, sacarlo del marasmo de perversión, traumas y complejos que lo atenazan y dejarlo, ya resplandeciente, en la cálida playa de la paternidad responsable y de la pacífica convivencia dentro del matrimonio, esa unidad, multifunción, de consumo en lo universal. Y si para eso hay que hartarse de follar, pues se folla. Ahora se puede.

8 comentarios:

  1. Si en el fondo de todo lo que escuece en estos libros es el posible machismo subyacente y una teórica apología del maltrato al que, como bien dices Pablo, se somete la “prota” para encauzar y liberar a la bella que esconde la bestia, te diré, que en mi modesta opinión, la relación entre las personas en general y entre las mujeres-hombres, matrimonios casi siempre, en particular, conlleva un extraño género de compra-venta, cedo, me maltratas, te maltrato, me vendo, te compro, y sufrimos los dos para aprender a saber quienes somos cada cual, hasta donde estamos dispuestos a aceptar o cómo aceptarlo… en el mejor de los casos.
    Y para lograrlo siempre tenemos que disputar y sufrir una pequeña batalla, ya sea con nosotros mismos ya sea con el otro.
    Puede que el libro sea solo un espejo con algo de aumento, y ese sea el verdadero escándalo.
    Besos

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  2. Me parece a mi que, aunque intuyo que Simone de Beauvoir era una excelente folladora, se murió a tiempo para no contemplar la tópica decadencia de los principios que ella misma promovió, tanto en público como en privado.
    Gracias y saludos.

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  3. P.D. Por no derivar a comparativas sobre cual es el verdadero maltrato, si el del tu a tu de estos casos, o el de yo tengo el poder y además de robaros, mentiros, someteros, me chuleo y os desprecio, arropado por mi grupo. Casi prefiero al me da una bofetada y puedo intentar devolvérsela que a estos otros que hoy nos dominan y ante los que no tenemos defensa posible.

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  4. Jorge B. Ortiz, le agradezco que visite este blog. Un saludo cordial.

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  5. trasindependiente, parece que sí, que Beauvoir era una excelente folladora, pero de estilo clásico, follar una temporada con la misma persona, sin pegar ni dejarse pegar, consumiendo horas en testear los cuerpos, tomar nota de por dónde acceder para luego ser invadido, tomarse un café con un croissant, y volver a empezar, aprovechar la clarividencia que da el estar bien follado, para redactar unas notas, volver a investigar, repetir posturas, buscar nuevas, llegar a ese estado de conocimiento del otro y de unos mismo en el que se puede estar días enteros follando, sin decaimiento... En fin antes de hacerse daño, ver todas las maneras de darse gusto. Y luego, disfrutar de la cara de paz que por unos segundos se le pone al compañero de juegos, como si Aristóteles no tuviese razón y el mundo no fuese una constante lucha. Gracias, amigo.

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  6. Primero, he de decir que no he leído las sombras dichosas y en principio no tengo la menor intención de hacerlo. Aunque luego Dios dirá. Por otro lado hay algún comentario que me molesta, un poco como digo no sobre el libro, sino sobre la sexualidad humana. Parece una vez más que deba haber una amor bueno, o una sexualidad buena y otros comportamientos descarriados pecaminosos, lo que desde mi punto de vista puede provenir del prejuicio. Personalmente no me gusta que me azoten, pero tengo amigos a los que sí, y disfrutan mucho por lo que dicen. Así es que si a uno le gustan las caricias y los lametones pues muy bien, pero si a otro le excita ponerse una máscara de gas y gatear a cuatro patas con una soga al cuello, tampoco le veo más problema siempre que lo hagan desde el consentimiento mutuo y su libertad. Señores, no hay una forma de sexo, ni una forma de amar, por fortuna diría yo. Que cada cual folle con quien quiera y como quiera sin más.

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  7. Estoy absolutamente con usted, Luminosa Verdad, pero que los lesionados no atasquen los juzgados ni las urgencias de los hospitales, que bastante tenemos con los de la Gürtel. Un saludo cómplice.

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