jueves, 9 de mayo de 2013

La conjura de los poetas

Buscando La Palustra Aureliana
PARA Pessoa, poeta, la literatura era la única verdad; para mí, en mi juventud, la albañilería también fue muy importante, hasta el punto de que usé el nombre de un amigo muy querido, Aurelio, albañil de oficio, para nombrar una constelación. Le puse a una de las Osas "La palustra aureliana", porque en las noches, las estrellas parecían dibujar esta herramienta en el firmamento. Alguien me ha invitado al Festival de Poesía de Granada porque "en él oirás", me dice, "versos imprescindibles". Los profesores, los críticos, los caseteros del día del libro, los cantautores que ponen música a los poemas, los concejales de cultura, todos los que viven -algunos, malamente- de la poesía, tienden pensar que si se calla el poeta, calla la vida misma. Los que presentan sus obras a premios y los jurados que los dan, pueden también caer en este error de la estimativa. Tengo que confesar que yo mismo, que siempre me ha parecido exagerado el papel de la poesía en la vida cultural, en alguna ocasión, terminé por admitir que para muchos la poesía resulta imprescindible para sobrevivir. Eso después de afirmar que hoy en día la poesía sólo es uno más de los "específicos contra el desconsuelo", como el valium, las religiones, la música chill-out, el Sálvame o los programas-confesionario de las radios de madrugada. Un hermano mío que me oyó advirtió un poco de cinismo en mi postura. La poesía es una heredera de la magia y de la religión. Por eso los poemas hay que repetirlos tal cual, sin que falte una letrita para que, como las jaculatorias o los abracadabras, produzcan el sublime efecto de las plegarias o de los canturreos rituales. Un recital de poesía, oído desde lejos, suena a misa. Potente palanca transformadora, para algunos, la poesía lo puede poner todo patas arriba. En la novela de de Felipe Alcáraz La conjura de los poetas, Luis García Montero y Javier Egea pasean por la playa acompañados por esta frase del Teórico, uno de los personajes de la obra: "Si se puede transformar la poesía, se puede transformar con ella la historia". Para el cantante francés Jean Ferrat, el poeta siempre tiene razón. He pasado por épocas en que no he creído en la razón de los poetas. Pero desde que me han propuesto para formar parte del jurado del concurso de quintillas de las carocas de la Orden Plúmbea, en el Facebook, siento renacer la fe en mi interior. La fe en la poesía, claro.

7 comentarios:

  1. Y luego dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Yo mantengo, contigo, la fe desde lo más profundo de mi descreimiento. Otra cosa sería el descrédito. Pero se nos dará por añadidura.

    Mis respetos, maestro Pablo.

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  2. Miguel a algunos les han resultado chocantes esos devaneos míos. ¡Sacrilegio! Unos dejan caer que soy un envidioso, otros que un descarriado. Lo han comentado en Granada Hoy, periódico en el que he publicado, también, esta columna. ¡A ver si va a ser verdad mi boutade de que la poesía está emparentada con la magia y la religión! Gracias por su descreída atención a esta entrada.

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  3. Usted y Felipe Alcaraz son muy simpáticos, ambos a dos.

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  4. Envidiosillo, no crea que la envidia es la única palanca que mueve el mundo. Ni que los envidiosos, usted debe saberlo, pese a estar aquejados por este vicio horrendo, estén siempre desprovistos de un escrúpulo de razón en lo que dicen. También existen jubilados disruptivos que no aspiran nada más que a detectar la estupidez ajena, aunque la que debería de preocuparles de verdad, tendría que ser la propia.

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  5. Verdaderamente es de envidiar lo bien que se expresa y argumenta para desvelarnos a los demás, con su ironía, tanta estupidez que arrastramos. Aunque hay asuntos que no se despachan con unas cuantas risas.

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  6. Don Pablo, aunque sea desde su alcazar particular, nada nuevo va a descubrir sobre la poesía; no invente ni desvaríe porque quienes leen su columna saben valorar la importancia de la poesía y de la de sus hacedores. Otra cosa, precisamente hoy más que nunca el Teórico lleva toda la razón y más.

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  7. Raimundo, si usted lo dice. ¿Cómo discutir con un alias?

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