lunes, 6 de mayo de 2013

Los niños, instrucciones de uso


Tengo que hablar de un niño,  como el que persigue la madre de la foto, en la plaza Bibarrambla. Pero lo hago con todas las precauciones, porque no me gustan los que utilizan a los niños a su conveniencia. El político que besa a un colegial, la mamá narcisista que llora mientras su niña de 3 años se contorsiona en un plató de televisión. El que acaba de dar una patada a un perro en la calle y en la escalera del bloque pone una cara tierno-mimosa cuando pasa la vecina, guapísima, con el hijo en brazos, para hacerse grato y ponerse a la cola, por si… Esta misma madre que, para sus adentros, llama baboso al vecino, pero que mirando a su criatura experimenta algo parecido a esto: “tengo que ser la pera, si he sido capaz de fabricar un niño tan así, yo, la fábrica, como mujer, como madre, estoy en la zona más alta de la gama en esto de producir prodigios. Y además, es un varón, o sea, que soy capaz de producir, algo tan distinto y tan raro, tan poco parecido a mí, como un varoncillo”. La mujer, después de esto, se siente mejor y sobrelleva que su marido no se cosque en la cocina.
Por eso no quiero usar a este niño que ayer por la mañana le pedía, en Damasco, al dependiente de la tienda de 24 horas un litro de leche y que estuvo unos minutos negociando con él las chucherías que podía llevarse con el dinero que le sobraba de la compra. Como no se decidía, salió con la intención de consultar con su madre y de pedirle unos céntimos para poder comprar la chuche que le gustaba. Si este niño, dentro de un mes, o de dos meses, cuando los EEUU hayan decidido castigar al régimen sirio bombardeando la capital, vuelve a por golosinas, puede ser reventado por una bomba USA y no sabrá nunca si lo mataron en una acción militar justa o injusta. Seguramente, si lo hubieran dejado crecer y entender, le hubiera costado trabajo decidir sobre la bondad de las guerras, las inicie quien las inicie, que no dejan a los niños preguntar a sus madres qué caramelo deben comprar. Me molestan los que usan a los niños a su conveniencia. Pero para los chicos sigue siendo menos peligrosa la mirada de orgullo de una madre que la explosión de una bomba, aunque lo hayan lanzado los buenos de la peli.

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